Acoso escolar
"Hay jóvenes que ni hablan ya con sus padres cara a cara tras sufrir acoso escolar"
El 'síndrome Hikikomori' se caracteriza por decidir aislarse de la sociedad voluntariamente, y encerrarse en el mundo virtual sin querer tener contacto con otras personas

Usuario de videojuegos frente a la pantalla / Levante-EMV
Se llama «síndrome de Hikikomori», viene de Japón, y consiste en aislarte de la sociedad voluntariamente. En no encontrar nada bueno en comunicarte ni relacionarte con otras personas. Y en preferir una vida virtual, donde puedes inventarte la vida que quieras detrás de una pantalla, que la vida real.
Por el momento hay pocos casos en España, pero es una realidad que preocupa a los terapeutas y que puede estar relacionado con el ciberbullying, aunque no siempre es así. Consuelo Tomás es psicóloga clínica y directora del Instituto Valenciano de Ludopatía y Adicciones no Tóxicas. Explica que la característica de esta patología es que la persona toma una decisión voluntaria de aislarse del entorno. «Estamos hablando de jóvenes que ni hablan ya con sus padres cara a cara. Hay terapeutas que se tienen que meter al chat del videojuego o la red social para empezar a hablar con la persona y reconducir la situación por ahí», explica Tomás.
De este síndrome se derivan multitud de consecuencias, tanto de alteraciones del sueño, como un aumento de le irritabilidad e incluso cuestiones de falta de higiene personal.
No encontrar paz ni en casa
Pero para entender bien este trastorno primero hay que hablar con propiedad sobre qué es el acoso escolar. «Es una conducta deliberada para hacer daño entre iguales, debe darse entre niños de edades similares», explica Tomás. Se puede producir hostigamiento, insultos, vejaciones, humillaciones, amenazas e incluso agresiones físicas.
«Hay terapeutas que entran al chat del videojuego para poder hablar con el menor», cuenta una psicóloga

Un joven utiliza el móvil en su habitación. / Levante-EMV
Pero lo que más duele no son ni los golpes ni lo que se dice: es que te hagan el vacío. «Eso es muy duro para la persona, y mucho más par a un joven o adolescente, que son mucho más vulnerables. Ver que no te puedes integrar en el aula, ni puedes jugar con nadie, los comentarios... Eso es devastador para la autoestima de un joven o un adolescente. En esas edades, ser aceptado por tus iguales es fundamental, por eso el vacío es lo que más duele», cuenta Tomás.
Y eso si hablamos de acoso escolar, con la llegada de las nuevas tecnologías y el surgimiento de ciberbullying esta realidad ha empeorado todavía más. «No puedes encontrar la paz nunca, ni siquiera en tu casa, que se supone que es un lugar tranquilo donde nadie te molesta. Esa ansiedad que produce el acoso se traslada a todos los sitios durante 24 horas», explica Tomás.
Otra diferencia del ciberbullying es que el acosador es más dañino. «Lo que ocurre es mucho más duro y provoca más dolor a la persona, porque el agresor no tiene el feedback de la víctima, no sabe cuánto daño le está haciendo. No es igual que cuando una persona da un empujón a otra», cuenta Tomás. Además, el anonimato y la posibilidad de hacerte pasar por la víctima creando un perfil falso en redes elevan más las cotas del daño emocional.
Encerrado por la ansiedad
Las consecuencias del acoso son tristeza, inseguridad, estrés, ansiedad y hasta depresión. Una bajada del rendimiento escolar y una también de la asistencia al aula, convertida en un infierno. Todo ello puede provocar, al final, que la persona decida aislarse y acabar viviendo detrás de varias pantallas.
El síndrome de «Hikikomori» afecta sobre todo a varones jóvenes. Al aislamiento se le suma que las nuevas tecnologías «ya tienen un potencial adictivo elevado», explica Tomás. Y a eso, la capacidad de poder crear una vida distinta totalmente desde cero. «Para quien no está contento consigo mismo, poder ser otra persona, que quizá es un héroe en un videojuego o tiene muchos amigos en redes sociales y se ve valorada a nivel digital es una forma muy fácil de escapar», cuenta.

Valencia. Presidenta del Instituto Valenciano de Ludopatía y psicóloga clínica Consuelo Tomás. / Fernando Bustamante
Que una persona se autolesione no tiene nada que ver con un intento de suicidio. Esta es una idea que quiere que quede clara la psicóloga clínica Consuelo Tomás, que remarca que no hay que leer las autolesiones en jóvenes y adolescentes de esa manera.
«Se trata de personas que no tienen herramientas para paliar el dolor que están sufriendo. Y piensan que el dolor físico les ayudará a soportar el dolor emocional, pero no es así», cuenta. «Pero no tiene nada que ver con una ideación suicida, ni significa que estén pensando en hacerlo», añade la terapeuta.
Las consecuencias del acoso pueden llegar a las autolesiones, pero son más comunes los trastornos del sueño, problemas de alimentación y cambios de comportamiento, pero también problemas psicosomáticos como dolor de cabeza o de estómago. Incluso después, muchas personas sufren de estrés postraumático, según explica Tomás.
Un aspecto clave para prevenir el acoso escolar y sus consecuencias, según explica Tomás, es empoderar tanto a la víctima como a los espectadores. «Es importante que la víctima denuncie y siempre hay que ayudarla, pero tenemos que trabajar mucho la educación emocional en las escuelas para que hagan lo propio las personas que lo están viendo. Que no se pongan de lado ni tampoco se unan al acosador, sino que lo denuncien. Eso es fundamental», explica Tomás.
De hecho, añade que «ahora que estamos hablando de educación emocional en los coles, también sería muy bueno que la recibiéramos nosotros, los padres», asegura la psicóloga clínica valenciana.
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