Día contra la Islamofobia

Valencianas y musulmanas: "Crecí sintiéndome extranjera en mi propio país"

Chayma Bouchafra y Esther Aranda destacan los avances diarios contra la Islamofobia pero critican los prejuicios que se encuentran aún en el día a día | "Mis padres vinieron a buscarse la vida, pero yo he nacido aquí y quiero implicarme en la sociedad"

Esther Aranda y Chayma Bouchafra, en la mezquita de Centro Cultural Islámico de València

Esther Aranda y Chayma Bouchafra, en la mezquita de Centro Cultural Islámico de València / LOYOLA PEREZ DE VILLEGAS MUÑIZ

Gonzalo Sánchez

Gonzalo Sánchez

Chayma Bouchafra repite habitualmente la misma conversación. "¿De dónde eres? De València. ¿No, pero me refiero, que cuál es tu origen? Nací en València ¿Pero entonces tus padres no serán de aquí?". Tiene 30 años y estudia una carrera científica, nació aquí, parla valencià pero no la suelen leer como valenciana por su nombre y por llevar hiyab (velo). De alguna forma se siente extranjera en su propio país.

La que tampoco encaja socialmente es Esther Aranda, musulmana conversa y también portadora del velo, que ha tenido algunos encontronazos. "En el médico, hace poco, me llamaron a consulta y me dijeron que me había equivocado y el doctor puso cara de extrañado. Al ver el pañuelo pensó en que tendría que llamarme Fátima o Khadija", explica entre risas.

Las dos, Chayma y Esther, son valencianas y musulmanas. Como tales se enfrentan al machismo y la islamofobia casi cotidiana. El grupo de jóvenes musulmanas G-Chime, con sede en Elche, lleva un recuento de este tipo de agresiones en Alicante. Las más habituales son los insultos por la calle, los tirones del hijab para intentar quitárselo- algunos en la parada del bus-, problemas de convivencia en comunidades de vecinos y sobre todo problemas a nivel educativo, en especial en otras autonomías, según explica su portavoz Hind El Fadli.

Esther Aranda y Chayma Bouchafra, en la mezquita de Centro Cultural Islámico de València

Esther Aranda y Chayma Bouchafra, en la mezquita de Centro Cultural Islámico de València / LOYOLA PEREZ DE VILLEGAS MUÑIZ

A las puertas del Ramadán y en el Día contra la Islamofobia ambas se encuentran en la mezquita del Centro Cultural Islámico de València para hablar de cómo es profesar el islam en un país que todavía no acaba de aceptar su presencia en según qué espacios.

Para Chayma "hay quien aún no entiende que somos mujeres libres y elegimos el hiyab libremente, por convicción". Siempre reciben el mismo comentario sobre Irán o Afganistán como respuesta, y ellas responden a su vez que "sabemos que hay mujeres a las que sí que se les obliga a llevar el velo, y nosotras luchamos contra eso y lo repudiamos, pero también somos muchas que nos lo ponemos por fe", explica Aranda.

Para Bouchafra, hay una diferencia importante entre "no entender y no respetar". "Puedo comprender que haya gente que no lo entienda o que no lo comparta, pero no que no nos respeten como mujeres", dice Aranda mientras coge en brazos a su hijo, que gatea y juega por el suelo de la mezquita.

Esther Aranda y Chayma Bouchafra, en la mezquita de Centro Cultural Islámico de València

Esther Aranda y Chayma Bouchafra, en la mezquita de Centro Cultural Islámico de València / LOYOLA PEREZ DE VILLEGAS MUÑIZ

Feministas quemando pañuelos

"Para nosotras el 8M fue horrible. Vimos a mujeres feministas quemando pañuelos y gritando 'Mohamed yo no me cubro'", critica Bouchafra. El debate del velo, en su opinión, está viciado, porque "nunca nos llaman a nosotras para hablar del tema, siempre quieren decidir otros sobre nuestros cuerpos", denuncia.

Chayma es también miembro de la Asociación de Jóvenes Musulmanas de València, todas ellas nacidas aquí y muchas estudiantes universitarias, algo que todavía choca a algunas personas, según denuncia. "Tengo unos familiares en Tavernes de Valldigna y se han criado hablando valenciano, pero cuando lo hablan en Valencia la reacción natural sigue siendo sorprenderse", explica.

Ella pertenece a una generación hija de la diáspora magrebí (sobre todo marroquí y argelina). Inmigrantes que tuvieron hijos en España y cuyos hijos han crecido. Dice que para las generaciones más jóvenes no es nada raro ni sufre esa extranjerización, pero en las posteriores sigue viviendo ese rechazo. "En Holanda en los supers había cajeras con hiyab, en Inglaterra está completamente interiorizado que hay muchos ingleses de rasgos indios y nadie les pregunta de donde son, pero en España no ocurre eso, se siguen teniendo prejuicios", explica. Todo eso se acentúa con "una extrema derecha en auge que incita más ese odio".

Esther Aranda y Chayma Bouchafra, en la mezquita de Centro Cultural Islámico de València

Esther Aranda y Chayma Bouchafra, en la mezquita de Centro Cultural Islámico de València / LOYOLA PEREZ DE VILLEGAS MUÑIZ

Sobre su generación, la de muchos hijos de migrantes, explica que ha habido un gran cambio. "Nuestros padres llegaron a España para buscarse la vida y formar una familia sin más, pero nosotras hemos nacido aquí, es nuestro país, queremos estudiar una carrera e implicarnos en la sociedad, porque además es uno de los mandatos del islam", cuenta Chayma.

Hiyab y señalamiento

Tomar la decisión de ponerse el pañuelo no es nada fácil, y menos teniendo en cuenta las consecuencias de portar lo que una parte de la sociedad considera un símbolo de opresión a las mujeres. "Muchísimas empresas directamente descartan el currículum. Ni te plantees que te vayan a coger en cualquier trabajo de cara al público, igual en una tienda de ropa pero en el almacen", critica Chayma.

Después te arriesgas a insultos o comentarios en la calle o a ser expulsada de una piscina municipal como le sucedió a Esther, pese a que no hay ninguna ley que lo impida. Bouchafra cuenta que durante varios años decidió eliminar su foto en el currículum por el pañuelo.

Esther Aranda y Chayma Bouchafra, en la mezquita de Centro Cultural Islámico de València

Esther Aranda y Chayma Bouchafra, en la mezquita de Centro Cultural Islámico de València / LOYOLA PEREZ DE VILLEGAS MUÑIZ

"Esto condiciona a muchas mujeres. Hay quien no se lo pone hasta que ha encontrado trabajo y tiene una vida más o menos estable, pero muchas otras que están indecisas se pueden acabar decantando por no llevarlo por todos los problemas que seguimos enfrentando", explica la joven.

Otro problema según consideran ambas es la falta de diversidad en la política. "En Madrid y en Barcelona tenemos representación de personas musulmanas, pero en València no, no tenemos a nadie. Y tampoco hay extranjeros en general en Les Corts. Ahora muchos partidos se acercarán a los centros culturales pero la realidad es que no van a contar con nosotras para sus políticas. Nos gustaría alguien de nuestra comunidad que las diseñe, que no sean ellos los que modelen los proyectos", denuncia Bouchafra.