"Hemos tenido que comprar hasta ropa y jabón porque salimos con lo puesto"

Los vecinos de Montanejos y Montán son reubicados en un camping y un polideportivo mientras avanza el incendio

Vecinos de Montanejos desalojados por el incendio en un camping de Navajas.

Vecinos de Montanejos desalojados por el incendio en un camping de Navajas. / Eduardo Ripoll

Diego Aitor San José

Diego Aitor San José

La mirada de María José Ferrer se va casi sin querer al horizonte, a la montaña. "Ahora parece que se ve mejor", dice mientras seña la zona en la que está su casa, su pueblo, Montanejos, del que tuvo que irse el jueves ante la amenaza del fuego. No se divisa humo aunque sí mucha calima. "Estamos todo el día mirando, pendientes de cómo evoluciona", admite desde el camping de Navajas, convertido en la reencarnación temporal de la localidad con casi un centenar de sus vecinos.

"Es un desastre medioambiental, es muy triste", asegura pese a que intenta mostrarse animada señalando que los más pequeños "se lo están pasando pipa" y que hay mayores que quieren quedarse allí. "Hay que intentar llevarlo de la mejor manera, pero da mucha pena", agrega. Es dueña de un hotel y teme que se pierda el atractivo turístico. También que el género que guarda en las cámaras frigoríficas se eche a perder porque la luz va y viene en el pueblo. "No esperábamos estar tanto tiempo fuera", dice, y "a saber cuándo podemos volver".

Las noticias llegan desde primera línea de boca del alcalde. El fuego está cerca, pero no ha entrado en el pueblo. En el camping, las indicaciones se suceden casi en forma de cadena cuando llega la hora de la comida: "Es ahí arriba, en la cabaña aquella". En la sala, totalmente repleta, se observa el número total de afectados. Casi un centenar de sillas blancas de plástico ocupadas, aunque no hay sitio ni paella para todos. "Lo importante es primero los mayores y los niños, el resto ya iremos viendo", es la consigna que se repite.

Los vecinos de Montanejos desalojados comen en el cámping.

Los vecinos de Montanejos desalojados comen en el cámping. / Eduardo Ripoll

En la puerta esperan Macarena y Marco Demateo. Son argentinos, llegaron a Montanejos hace un mes, aunque él ya estuvo la temporada de verano pasada. Le gustó tanto lo que vio que decidieron volver y fundar su propio negocio de actividades 'Montanejos Adventure' y el hotel Casa Palacios. "Vaya recibimiento nos ha dado", dicen con cierta pena. Se muestran preocupados por el daño que sufre la montaña, aunque les han informado que el fuego no ha llegado al Mijares, fuente principal de su economía.

"El principal atractivo del pueblo es visual, es el paisaje, esperamos que las llamas no lleguen y no le hagan daño", expresa Marco. Sin embargo, más allá del susto y el golpe emocional que supone ver el humo rodeando su nueva zona cero vital confían en que el incendio no condene sus expectativas para el próximo verano. "La gente volverá con más ganas, seguro", señala Macarena. "Montanejos revive, ese será el reclamo", añade Marco.

Con la cerveza a mitad

Menos tiempo llevaban en el pueblo Ximo Llinares, Pilar Simón y Joaquín Bartra. Los tres son jubilados, de Palma de Gandia y se encontraban en Montanejos en el balneario. El jueves por la tarde, al fondo, vieron algo de humo, pero no se preocuparon en exceso. A las seis de la tarde varios coches de la Guardia Civil entraron en el pueblo y pidieron el desalojo. "Yo lo veía como si no fuera con nosotros, hasta que nos dijeron que también nos teníamos que ir y así salimos, con lo puesto", desgrana Pilar.

Joaquín enseña una bolsa que lleva en la mano. "Hemos tenido que comprar hasta ropa porque no teníamos nada, ni champú ni gel para ducharnos, nada", cuenta. En el hotel se quedó la maleta abierta, preparada para otro día más, el coche aparcado y Ximo hasta bromea con que se dejó una cerveza a mitad. "Estábamos tomando algo y nos dijeron que nos teníamos que ir y enseguida nos subieron a un autobús", detalla. Primero fue a Segorbe, donde pasaron la primera noche; al día siguiente, el viernes, al camping.

Vecinos desalojados por el incendio.

Vecinos desalojados por el incendio. / Eduardo Ripoll

"Creíamos que volveríamos al rato, pero no, nos sorprendió pasar la noche en el polideportivo y que al día siguiente aún nos tuvieran que cambiar de sitio", explica Pilar quien rememora que al principio estaban "inquietos", pero que luego se han ido relajando. "Es una experiencia distinta y nos han tratado muy bien, para la próxima lo único es que sabremos que hay que coger algo de ropa y jabón", añade. "Lo mejor es que no nos ha pasado nada, eso es lo importante", complementa Joaquín.

"No pudimos dormir"

A unos minutos en coche, en Segorbe, el polideportivo municipal emula el centro neurálgico de Montán. Aquel fue el primer punto al que llevaron a todos los evacuados, pero ahora quedan durante el día unos 40 vecinos de la pequeña localidad del Alto Mijares quienes, sin embargo, duermen en el Colegio Seminario donde les han habilitado habitaciones. "La mayoría es gente mayor y no podían estar en los camastros", explica el padre José Marín, párroco de Montán, Montanejos y Los Calpes.

Pabellón habilitado en el polideportivo de Segorbe para los desalojados

Pabellón habilitado en el polideportivo de Segorbe para los desalojados / Eduardo Ripoll

"Lo peor es la incertidumbre, no saber cuándo se va a solucionar", admite el cura quien recuerda que la primera noche, con todos en el polideportivo, incluidos los vecinos de Montanejos, "no pudimos dormir". "Hacía frío y la camilla es muy incómoda", incide. Ahora se trata de calmar a la gente que no deja de preguntar por la situación de sus casas y de sus animales. "Hay alguna granja que se ha acabado quemando, estaba muy cerca del fuego, pero la mayoría están bien y, sobre todo, no hay daños personales", sentencia.

Horas antes, a unos pocos kilómetros, una fila de vehículos se situaba ante el cartel de "carretera cortada" que lucía en lo alto de la furgoneta de la Guardia Civil. Los vecinos de Villanueva de Viver, donde comenzó el fuego, acudían con su alcaldesa y la policía a ver la situación de su pueblo. "Venimos a dar de comer a los animales", dice uno de los integrantes del convoy de cinco coches. Deberán ser rápidos. Su caso es excepcional. La mayoría de accesos están cerrados y el cambio de viento impide el paso. Por precaución y de momento.