El PP gana en la Comunitat Valenciana y podrá gobernar con Vox

Mazón brinda un triunfo histórico a Feijóo en la 'joya de la corona' de estas elecciones en España para sellar un cambio de ciclo. Los 'populares' necesitarán de los 13 escaños de Vox para sumar una mayoría estable

El PP gana en la Comunitat Valenciana y podrá gobernar con Vox

Foto: F. Bustamante | Vídeo: EFE / Europa Press

Alfons Garcia

Alfons Garcia

Sí que había pulsión de cambio. Otra cosa es que no se viera. O que no se quisiera ver. Es verdad que los ciudadanos valoraban la labor del Gobierno de Ximo Puig (eso han dicho las encuestas en las últimas semanas, una detrás de otra), pero al votar han querido castigar todo lo que representa socialismo y podemismo. Sanchismo, en un concepto, aunque tampoco hay que dejar de lado la responsabilidad de los políticos de aquí cuando se pierde. El peso de la política española ha sido poderoso. Ha acabado dominando la atmósfera electoral. Más de lo que se quería ver. Es lo que se puede concluir con la razón en la mano. Ha tenido que ser eso. Lo relevante hoy es que el ciclo del Botànic ha llegado a su fin después de ocho años y que el PP obtiene una amplia mayoría, que debería dar la presidencia de la Generalitat a Carlos Mazón, aunque necesitará los apoyos de la ultraderecha. El Parlamento valenciano es menos multicolor hoy, porque pierde dos partidos. Será cosa de cuatro.

La clave, como se veía cantando, ha sido Unides Podem, que no alcanza la barrera del 5 % y queda fuera de las Corts. De la vicepresidencia del Consell a fuerza extraparlamentaria. No se esperaba tras las encuestas de los últimos días, pero al final la ciudadanía ha dado la espalda a la formación más radical de la izquierda. El proyecto de Pablo Iglesias queda por los suelos en la Comunitat Valenciana. Habrá que ver cómo se recompone.

Por contra, el PP sale propulsado de este 28M. Conquista la joya de la corona, como los mandatarios de Génova no se han cansado de repetir, e imponen el discurso del cambio de ciclo con la mirada puesta en la Moncloa y Pedro Sánchez. 

El PP dobla los resultados de hace cuatro años, y pasa de 19 escaños a 40, al 96,5 % escrutado. Devora a Ciudadanos, que desaparece del Parlamento valenciano cuatro años después de casi adelantar al PP con sus 18 diputados. Recupera así la hegemonía que mantenía desde 1995 y que perdió en 2019. Para la mayoría de gobernabilidad, no obstante, necesitará a Vox, la alianza poselectoral sobre la que el candidato ‘popular’ no se ha pronunciado en toda la campaña. La pregunta que deja la noche es si con esta distancia (diez escaños) de la mayoría absoluta, Mazón puede intentar un Gobierno en minoría con apoyos diferentes para sacar proyectos adelante o si pacta un Ejecutivo de coalición con la ultraderecha.

El PSPV de Ximo Puig crece (pasa de 27 a 31, según el dato de escrutinio indicado), pero no lo suficiente para mantener la mayoría de la izquierda. Compromís y Unides Podem retroceden. Los valencianistas pasan de 17 diputados a 15 y superan a la ultraderecha. Esta era una de las claves de los comicios, pero ha servido de poco al final y el Botànic se desgasta en las urnas tras ocho años de Gobierno. Joan Baldoví no logra para la coalición los resultados que obtuvo Mónica Oltra. Es otra de las claves.

Unides Podem se hunde tras un periodo de conflictos y distorsiones sobre el proyecto a la izquierda del PSOE con la irrupción del proyecto de Yolanda Díaz, que no ha jugado en las autonómicas pero cuyas desavenencias con la dirección de Podemos han marcado toda la precampaña. Alguna responsabilidad debe buscar también la izquierda en la gestión de esa relación.

Vox logra mejorar con Carlos Flores los resultados de 2019 (pasa de 10 a 13) y se convierte en la llave para un Gobierno presidido por Mazón. El hecho de haber sido condenado en 2002 por violencia machista a su entonces mujer no ha tenido impacto en las urnas.

Una tarde en la montaña rusa

Hasta aquí la panorámica al final del escrutinio. La jornada más o menos transcurrió así:

Un primer buen indicio para la izquierda llegaba a las 14.00: la participación resistía (una bajada de medio punto) pese a unas primeras horas de lluvia. Además, la asistencia a los colegios se resentía en las comarcas del sur, bastiones tradicionales de la derecha. El dato inquietante es que también bajaba en el cinturón rojo de València, granero socialista.

A las seis de la tarde, el dato era algo peor. La diferencia con 2019 se acentuaba. Aún así, los índices apuntaban a superar la barrera del 68 % (68,86 % fue el definitivo), que se pensaba que podía marcar el desenlace. El factor que ha hecho descabalgar la práctica totalidad de pronósticos ha sido el hundimiento ‘morado’.

La bofetada de realidad llegaba a las 20.00 (en las direcciones de los grandes partidos ya tenían datos unos minutos antes), con el sondeo a pie de urna de las televisiones públicas, que daba un vuelco. Algunos se agarraban al último clavo: la consultora (GAD3) tiende a proyectar hinchando a la derecha. Eso decían en la izquierda. Quedaba el factor sorpresa. 

Pero la esperanza duraba menos de dos horas. «Hay mar de fondo de cambio hacia la derecha», señalaba en privado un dirigente socialista con un 5 % escrutado. La cosa empezaba a pintar mal a pesar de que quedaban muchas papeletas por abrir. Pero el resultado municipal, más avanzado, daba pistas de lo que se venía encima, porque caían ciudades importantes. El poder ‘rojo’ municipal se debilita, aunque conserva fortines, como Mislata, Sagunt, Paterna,Cullera y Gandia, pero son menos. 

En sentido contrario iban los mensajes desde el lado ‘popular’: «Esto va muy bien». «Va a ser todo. València y la Comunitat Valenciana». Y así iba a ser.

Poco después de las 22.00 llegaba un dato casi definitivo a los despachos de la izquierda. El escrutinio estaba en torno al 10 %, pero datos internos ya avanzaban que la entrada de Unides Podem en las Corts estaba «casi perdida». Eso ponía al Botànic contra las cuerdas. Las sensaciones cambiaban. Las últimas ilusiones se deshacían. «Es tan injusto», lamentaba un alto cargo del PSPV.

A las 22.15, Puig empezaba a preparar su discurso de la derrota. La partida continuaba, pero el resultado ya se daba por hecho. Solo podía bailar algún escaño, pero en nada las mayorías: 53-46. Más ventaja para la derecha de la que tenía la izquierda en esta última legislatura. 

¿Hay un resultado electoral injusto? No cuando la ciudadanía elige. El dirigente socialista se refería a una de las claves de la jornada y la campaña: si el electorado iba a votar teniendo en cuenta los problemas de la Comunitat Valenciana y la gestión realizada, que salía bien parada de las encuestas. El contrapunto era si iba a prevalecer el voto como castigo al Gobierno de Pedro Sánchez. Es la idea que ha repetido el PP: un 28M como cambio de ciclo, unas primarias de las generales de final de año, con la C. Valenciana como pieza de casa mayor para empezar a mostrar el camino de salida al presidente del Gobierno. Así ha sido.