"Vivimos en la biblioteca estos días para llegar libres al verano"

Los universitarios coinciden con los estudiantes que preparan las pruebas de selectividad | Guardar el sitio a los amigos, escuchar música relajante o llevar tapones son trucos para sobrevivir a largas jornadas de estudio

Carla Melchor

Carla Melchor

Al igual que los hoteles de la costa valenciana tienen una temporada alta con la llegada del calor, el buen tiempo y la afluencia de turistas, las bibliotecas también viven días de alta afluencia de usuarios, aunque por razones totalmente diferentes. La asistencia a estos centros de estudio se multiplican en junio, el mes de los exámenes universitarios y las Pruebas de Acceso a la Universidad (PAU). Durante estos días, la paz de las bibliotecas se sustituye por una tensión contenida que se palpa en el ambiente, pues los estudiantes se lo juegan todo -o casi todo- en dos semanas de exámenes. 

Algunos son previsores y se preparan con tiempo. Otros, lo hacen en el último momento. «Vivimos junio prácticamente en la biblioteca para llegar libres al verano», comenta Eva, una estudiante de primer curso de Traducción, que toma un receso junto a sus amigos en la biblioteca Joan Reglà de la UV, que durante la época de exámenes abre todos los días, las 24 horas, también los domingos. 

«Nosotras hemos hecho las cosas bien porque llevábamos los apuntes al día. Hay gente de nuestra clase que lo pasa muy mal porque para los exámenes tiene que empezar desde cero. Estamos nerviosas pero al menos sabemos qué es lo importante del temario», comenta. Está acompañada de otra estudiante de su clase, y de otros dos amigos del grado de Negocios Internacionales de la UV, que se preparan un examen para este lunes. «El día de antes es siempre para repasar. La suerte está echada. A estas alturas poco puedes hacer, pero apuramos al máximo por lo que pueda pasar», comenta Carlos, que tan solo le quedará un examen para finalizar el curso. «Todavía me quedan horas de estudio», admite. 

¿Pero por qué estudiar siempre en la biblioteca? «Si me quedo en casa no hago nada. Acabo haciendo la siesta y entreteniéndome con cualquier cosa. Al menos, aquí estoy con gente que está igual de nerviosa que yo», comenta Eva.

Una costumbre con polémica

En la biblioteca, los estudiantes que van en grupo no solo intercambian apuntes o se aconsejan sobre cómo abordar ciertos exámenes, sino que comparten los descansos para comer. Y lo que es más importante, se guardan el sitio. Una costumbre que lleva consigo polémica aparejada. De hecho, muchas bibliotecas advierten de que las plazas de estudio solo se pueden guardar durante 20 minutos. Después, cualquier usuario puede ocupar la silla que está vacía. Aunque ello implique sentarse con el grupo de estudiantes que esperaban al compañero ausente.

«Se generan situaciones incómodas de vez en cuando. Es normal porque la gente está nerviosa. La cuestión es tener cara, tanto para que te guarden el sitio como para reclamarlo si lo necesitas», confiesa entre risas José Manuel, estudiante de Fisioterapia.

La alta afluencia de las bibliotecas durante el mes de junio hace que, a veces, hacerse con un hueco en algunas de las salas sea misión imposible, y más, en domingo, cuando únicamente las universitarias abren sus puertas. 

La cosa se convierte en un drama cuando te trasladas desde fuera de València. «Recorrer 30 kilómetros en bus y que no haya sitio es muy frustrante», asegura Raúl, quien viaja todos los días desde el Port de Sagunt, al campus de Tarongers en bus. «Para estudiar necesitas estar concentrado, y por eso, siempre elijo la biblioteca a la que vengo siempre, la de Gregori Maians, por eso estoy dispuesto a jugármela cada día para venir aquí», explica este estudiante de tercero de Derecho, quien confiesa que muchos días ha tenido que subirse de nuevo al autobús sin tener que haber sacado los apuntes de su mochila.   

Los nervios también hacen que las salas de la biblioteca incorporen unos decibelios de más. Por ello, es común llevar tapones de farmacia, los de gomaespuma, o auriculares para escuchar música o sonidos que induzcan a la concentración. De hecho, en algunas plataformas como Youtube, Spotify, Amazon o Apple Music hay listas con música relajante de lo más variopinta, como listas con temas de «ruido negro», el que se emite por debajo de la frecuencia que puede escuchar el oído humano, con sonidos de la naturaleza u otros menos comunes, como el sonido de un secador o un ventilador. 

Recta final y ganas de acabar

«Llevamos una semana estudiando. Sentimos algo de presión pero queda tan poco, que tenemos ganas de que pase el agobio», comenta Ángela, una estudiante de las PAU que quiere acceder al grado de Derecho. «Yo empecé ayer», espeta Nacho entre risas, advirtiendo que, en realidad, lleva estudiante desde hace más de una semana. Están almorzando en la puerta de la biblioteca universitaria, deseando acabar, para volver, si todo va bien, a estas mismas escaleras, el mes de septiembre.