Un clima de paroxismo

Las fuertes lluvias causan destrozos en Llíria.

Las fuertes lluvias causan destrozos en Llíria. / Levante-EMV

Jorge Olcina

En los años setenta del pasado siglo, el climatólogo francés François Durand-Dastes, definió el clima de tipo mediterráneo como un clima de alternancia con veranos cálidos y secos e inviernos fríos y poco lluviosos, con dos períodos de paroxismo en primavera y otoño en los que tiene lugar la acumulación principal de lluvias del año. Ello es debido al acoplamiento de la circulación atmosférica en estas dos estaciones que registran el tránsito de la estabilidad estival a la invernal, con abundancia de jornadas inestables. Esto ha cambiado. Esos momentos de paroxismo en latitudes ibéricas ocurren ahora en cualquier estación del año. El tránsito entre estaciones del año ha dejado de ser progresivo y suave. Se suceden los eventos extremos que generan daños económicos y víctimas humanas. Las últimas han ocurrido hace unos días en el sur peninsular. Las configuraciones isobáricas adquieren mucha energía y se desenvuelven generando lluvia de gran intensidad horaria y vientos veloces. Es lo que tienen las atmósferas que se calientan. Se generan movimientos de masas de aire más acelerados, bruscos. Es la forma que tiene la atmósfera para intentar encontrar un equilibrio térmico entre altas y bajas latitudes terrestres. Un equilibrio que nunca se alcanza porque la atmósfera sigue calentándose, por causas múltiples, pero con un protagonismo destacado de los gases de efecto invernadero. Esta es la tendencia. Unos climas ibéricos con momentos de paroxismo meteorológico. El reciente informe europeo sobre el estado de las regiones (2023) señala que nuestro país y especialmente el área mediterránea registrará pérdidas económicas importantes cada año por efecto del cambio climático. No solo porque suba la temperatura y perdamos confort térmico; sino fundamentalmente por el desarrollo de episodios atmosféricos extremos de gran impacto.  

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