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Sánchez empuja a la renovación en el PSPV con Morant de referente

El reparto de carteras deja al socialismo valenciano como estaba pero con un clima de derrota

Diana Morant, Pedro Sánchez y Ximo Puig, en el mitin de campaña del 23J en València. | EDUARDO RIPOLL

Diecesiete miembros (la mayoría) de la ejecutiva federal del PSOE dimitieron el 28 de septiembre de 2016 para forzar un comité federal y la renuncia del entonces líder del partido, Pedro Sánchez. Así pasaría unas semanas después, aunque la historia volteó sus intenciones y Sánchez volvió a ganar siete meses después en las primarias. De aquellos 17, solo Ximo Puig y Emiliano García-Page permanecen en primera línea. Parecía que el círculo del perdón se iba a cerrar siete años después con la entrada del expresident valenciano en el Consejo de Ministros, pero finalmente Sánchez ha optado por un Gobierno de fidelidad y complicidad máximas (personal o a sus delegados en la oficina de Presidencia). Su mensaje a la federación socialista valenciana se puede interpretar así como de impulso a una renovación pacífica y a una retirada ordenada de Puig.

El presidente del Gobierno y líder del PSOE señala a Diana Morant como la socialista valenciana con una representación institucional más elevada en este momento. Refuerza su estatus. Incluso la protege al no situar a otros dirigentes del PSPV en un primer nivel. La cartera que le corresponde no es además especialmente explosiva. No hay opción mejor para la Comunitat Valenciana, es el mensaje que emana desde ayer de la Moncloa. Es el referente de futuro, el elemento crucial cuyas decisiones serán claves para definir los equipos que vengan. Es también una invitación a una mayor responsabilidad por parte de ella en el aparato orgánico.

Es un impulso a la renovación de la federación, pero no a la guerrilla por el poder, tan habitual en estos pagos en los 40 años de autonomismo. Porque Morant es de su confianza, pero también lo es de Ximo Puig. Es lo que en aritmética se conoce como intersección de conjuntos. Otra cosa es si todos lo interpretarán de esta manera.

El mensaje a Puig es también así menos contundente, aunque evita las ambigüedades. Dar un ministerio al expresident hubiera permitido la interpretación doble: facilitar su alejamiento con un puesto de responsabilidad en Madrid, pero también podría verse como un refuerzo para volver a optar a la presidencia de la Generalitat. Esto último es ya casi un imposible desde ayer, aunque siempre cuentan en estas partidas las voluntades personales. Ese destino es posiblemente el que está señalando a otro expresidente, Ángel Víctor Torres, al incluirlo en el gabinete, al que está avalando para repetir en 2027 en Canarias.

Sin embargo, no ha querido jugar esa carta con Puig. Si ahora se revisita el pasado reciente, aparecen algunos indicios de estos recados: cuando Puig intentó ser la voz socialista en la comisión de las comunidades del Senado y Ferraz optó por otro perfil (Juan Espadas).

El expresident se mantuvo ayer en su despacho del PSPV. No era el día de ponerse ante los micrófonos. Entre los más próximos, la explicación más extendida es que ha habido un problema de exceso de expectativas creadas (el clima de derrota ayer era evidente) y que la llamada es a no abrir el melón de la pugna orgánica.

El movimiento ejecutado también abre al futuro algunas preguntas. Una es si Puig se podía sentir identificado en un Gobierno como el diseñado por Sánchez. Otra es si Morant va a dar ese paso adelante en la vida orgánica y a preparar un proyecto autonómico propio.

Interrogantes del PSPV

La jornada de ayer también deja interrogantes sobre el presente del PSPV. La segunda federación en número de militantes se queda con un ministerio de pura cepa (Luis Planas nació en València pero su carrera política está en Andalucía) y de perfil medio. O sea, tal como estaba, a pesar del ambiente de retroceso. La parte positiva es que facilita a Morant el alejamiento de focos de conflicto. La parte negativa es la escasa visibilidad (de la Comunitat Valenciana y del PSPV), aunque este sentimiento suele ser compartido cuando toca repartir cuotas de poder (el PSC no irradiaba ayer alegría tampoco).

Pero debería dar que pensar al socialismo valenciano, a sus dirigentes, sobre su proyección como territorio de eternas divisiones internas y grupúsculos de poder donde es difícil mover peones sin crear un conflicto orgánico. Y debería dar que reflexionar sobre los perfiles que se envían como diputados y senadores a Madrid, más cercanos a los centros de poder, por tanto, y si se utiliza más como espacio de colocación de veteranos en retirada o de quienes no han encontrado acomodo en instituciones más cercanas.

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