Què ens passa? La sociedad valenciana y el histórico olvido en España
El varapalo al Derecho Civil hurga en la herida de la infrafinanciación, el retraso del corredor mediterráneo y el resto de causas valencianas perdidas. Cinco expertos atribuyen a razones históricas y políticas la falta de influencia en España, la debilidad identitaria valenciana y la escasa capacidad de movilización social

Acto en defensa del Derecho Civil valenciano en el Congreso, en 2022 / Victor Lerena/Efe

"Que vos passa, valencians?", empezó a preguntarse Paco Muñoz en 1976, tras el llarg silenci de casi tres siglos. Hoy muchos siguen preguntándoselo. Sin ir más lejos, el exconseller Vicent Soler, hace unos días, tras el ninguneo a las expectativas por recuperar el Derecho Civil. “Esta sociedad hace 200 años que no cuenta en España. A lo mejor habría que hacer una reflexión”, dijo en rueda de prensa. El exconseller de Hacienda sabe de lo que habla. Cuando Paco Muñoz empezaba a cantar, Soler ya había sido detenido por trabajar para que la recuperación de la democracia fuera acompañada, también, de la recuperación del autogobierno. Además, ha pasado los últimos años clamando en el desierto de la infrafinanciación valenciana.
La reflexión que pedía este histórico del valencianismo llegaba a cuenta del “No” de PP y PSOE a incluir el Derecho Civil valenciano en la reforma exprés de la Constitución que, esta semana, ha eliminado del artículo 49 la palabra ‘disminuidos’ para referirse a los discapacitados. Pero el lamento podría extenderse a otras causas perdidas, a otras 'desfetes': como la falta de inversiones, el modelo de financiación que limita el autogobierno valenciano o ese corredor mediterráneo que pasó años bloqueado en despachos que, desde Madrid, dibujan mapas de comunicaciones al tiempo que consolidan una idea de España en que todo pasa por el centro.

Cabecera de la manifestación por una financiación justa celebrada el 18 de noviembre de 2017 / Eduardo Ripoll
Así que, què ens passa, Vicent? “El tema del Derecho Civil es uno de los temas más sintomáticos de la debilidad identitaria valenciana. No es un hecho que aparece en el siglo XXI de manera sorprendente. El presente es producto de la historia. Y viene del siglo XVIII”, reflexiona Soler, hoy presidente del Consell Social de la Universitat de València. La explicación de la marginación del Derecho Civil, frente al catalán, balear o aragonés, es larga. Pero podría resumirse en una represión durísima tras la Guerra de Sucesión que hizo que, a diferencia de esos territorios, el Reino de València fuera el único en no recuperar sus leyes propias. A eso le sigue un siglo XIX donde se asienta la concepción más moderna, unitaria y centralista, del Estado español, aceptada de buen gusto por la burguesía local con una condición: ‘Mientras me dejes hacer negocios tranquilamente no cuestionaré el estado que me estás construyendo’, resume Soler, y acaba en un siglo XX, donde movimientos como el blasquismo son el reflejo de esa sociedad cómoda con un modelo centralista, y donde la dictadura aborta los intentos por reconstruir una identidad. Esto, traslada el exconseller, explica no solo una identidad debilitada, sino el hecho concreto de que el derecho valenciano dejara de estar incluido como singularidad en los sucesivos códigos civiles españoles desde el siglo XIX, hasta llegar a la Constitución de 1978, que solo reconoce aquellos que ya lo tenían compilado.
La causa del Derecho Civil, liderada por la asociación Juristes Valencians, ha logrado una gran movilización institucional. Una causa transversal, con respaldo de todo el espectro ideológico, y con el apoyo de todos los ayuntamientos valencianos. Sin embargo, en honor a la verdad, cada convocatoria pública ha evidenciado un respaldo popular escaso. Muchas representantes y pocos representados. A la falta de influencia hacia el exterior se suma, quizá, una escasa movilización en el interior.
El historiador y cronista de Valencia, Vicent Baydal, coincide en las raíces históricas de la escasa movilización en torno a intereses valencianos. “Las élites valencianas siempre han sido muy dependientes del poder. Y eso viene del antiguo Reino de Valencia. Lo ves si comparas la nobleza valenciana medieval con la catalana y la aragonesa. Aquellas tenían títulos, patrimonios y casas nobiliarias más potentes. Jaume I ya procuró al crear el Reino que la nobleza no fuera muy fuerte para que no se le pudieran enfrentar. Es una constante en toda la historia del Reino: élites muy dependientes del poder y poco margen de maniobra porque saben que el poder central es el que les garantiza esa posición”, explica Baydal.
Sí ha habido excepciones en la historia en que clases medias han liderado proyectos colectivos, con respaldo popular, concede el cronista, como la unión del Reino de Valencia, las Germanies o la propia Guerra de Sucesión, pero aquella inercia, unida al “castigo terrible” tras 1707, hace que cuando el Estado español comienza a configurarse como modelo unitario, cualquier idea de colectividad valenciana está en retroceso. “Y cuando ha habido oportunidades de que esa identidad colectiva resurja y comience a influir, como en los años 30, de nuevo castigo del poder central”, explica, con el valencianismo masacrado por el franquismo: los progresistas, en el exilio o muertos, y los conservadores, refugiados en reductos folclóricos.
Sistema político subordinado
“La de los valencianos es una identidad débil, por mucho que quememos Fallas o llevemos 'mascletaes' a Madrid. Es pura parafernalia propagandística”, lamenta con tono crítico Rafa Castelló, profesor de Sociología de la Universitat de València. Para Castelló, el problema puede ser histórico, pero hay una expresión presente y concreta: el actual ecosistema político valenciano. La falta de influencia “creo que tiene que ver con la propia estructura política del estado español y el papel de los valencianos dentro de esta estructuras. Está claro que la réplica de un sistema de partidos idéntico a la estructura española, desde la transición hasta 2011 [surgimiento de Compromís], el hecho de tener partidos que dependen estructuralmente de sedes, tiene su impacto, obviamente. Si estás en una estructura jerárquica y tu posición depende de las relaciones con las directrices, no nos hacen caso porque no tenemos capacidad de presión”.

Mazón, Boluda y Roig, en un acto a favor del corredor. / GVA
La pasividad de las federaciones de PSOE y PP ante la cuestión del Derecho Foral en el Congreso y el Senado refuerza el argumento. “A catalanes y vascos les hacen caso por una estructura de partidos diferentes. En el Estado central están representados por partidos propios y no tienen miedo a perder su posición. El responsable del PNV continuará siéndolo si planta cara”, apunta. El argumento de “ara no toca” en realidad es “no toca mai”, siempre habrá otra prioridad, añade.
Movilizados con marcos ajenos
¿Somos una sociedad despolitizada? “La sociedad no está despolitizada sino que los referentes de acción colectiva no son los tradicionales. Va con los tiempos. Esto se enmarca en una situación occidental donde prima la individualización. Las identidades colectivas no están referidas a la valencianidad, en nuestro caso. Con el neoliberalismo, la acción colectiva se guía por cuestiones generacionales, de edades, consumo, digitalización… Las referencias tradiciones de acción colectiva, como la identidad territorial, social, laboral... han perdido peso”, algo que, en el caso valenciano, parece más evidente frente a otras sociedad con una identidad territorial más cohesionada.
En 'Combustible per a Falles', Joan Fuster abunda en uno de los clichés valencianos: la improvisación, la inconstancia, la impaciencia. “Quan emprenem una cosa, esperem acabar-la de seguida. Si aquest ‘de seguida’ no es posible, ens desanimem i l’abandonem. […] El nostre país està ple de coses a mig fer, perquè no hem pogut acabar-les tan de pressa com voliem. Si el pensat i fet es una virtut, es una virtut perillosa”, escribió el sabio de Sueca. Al menos en esto, la realidad desmiente a Fuster. Si de algo pueden presumir los defensores de las causas valencianas es de persistencia.
Corredor: movilización empresarial
A base de constancia, la sociedad valenciana sí ha conseguido en la historia reciente vertebrar algunas causas comunes, crear un clima de opinión ante algunos de los desequilibrios más sangrantes del estado autonómico: el mapa de infraestructuras ferroviarias y la infrafinanciación autonómica. En ambos casos, ciertamente, liderados desde arriba, desde elites políticas y empresariales, pero con un respaldo popular relativo. Es el caso de Quiero Corredor, la campaña impulsada por el grupo de grandes empresarios AVE, o la infrafinanciación autonómica, abanderada por los agentes sociales.
El corredor avanza, con décadas de retraso, pero avanza. A la infrafinanciación se le espera, con un Gobierno que parece convencido de compensar a los maltratados. Sin embargo, no ha habido un gran respaldo popular en las décadas de travesía. La encuesta de Levante-EMV previa a las elecciones constataba que la infrafinanciación es la última de las principales preocupaciones valencianas, con un 4,3 % de mención. La gran manifestación de noviembre de 2017, tras meses de movilización de instituciones y agentes sociales, movilizó a 17.000 personas, según la Delegación del Gobierno.
Estar más en Madrid y Bruselas
“Llegar a la sociedad es complicado”, apunta Salvador Navarro, presidente de la Confederación Empresarial de la C. Valenciana (CEV). “Tenemos una sociedad poco reivindicativa en términos generales, sea con el Derecho Civil, o con el tema de infraestructuras, la financiación, la deuda acumulada, o cualquier situación gravosa para los valencianos. Otras lo son mucho más. La burguesía catalana apoya en muchas ocasiones. Incluso el País Vasco”, compara el dirigente empresarial, uno de los referentes en la reivindicación del modelo de financiación. Navarro señala “la falta de vertebración” de la autonomía. “Valencia ha mirado poco al sur; Alicante ha mirado poco al resto de su provincia y Castelló ha estado centrado en sus temas. Mi visión, desde que los empresarios hemos conseguido vertebrar más las estructuras empresariales, es que ese es uno de los problemas importantes. Y creo que con un president de la Generalitat de Alicante esa vertebración va a mejorar”, señala.

Vicent Sler y José Ramón Chirivella, de Juristes Valencians / Ana Escobar/EFE
En este sentido, achaca los fiascos a “la dejadez de la sociedad valenciana. También de los empresarios en general, porque no hemos estado en Madrid. Y si no estamos, otros sí están y participan en decisiones y luego vemos los presupuestos. Claramente es una falta de estrategia de territorio. Debemos hacer una clara apuesta por estar en los centros de decisión, igual que en Bruselas. Y la Generalitat tiene que invertir para que la sociedad esté representada en la toma de decisiones y donde están las instituciones del Estado”.
La causa foral continúa
Què més hem de fer?, se preguntaba este jueves desde los pasillos del Senado José Ramón Chirivella, de Juristes Valencians, impulsor de esta reivindicación. “Hoy se ha visto la nula capacidad de influencia de Mazón y Puig en las Cortes Generales", lamentaba. Tras años de lucha y recabar apoyos, Chirivella espanta el fantasma del 'meninfotisme'. "Por parte de la sociedad hay suficiente unidad. Esta reivindicación ha sido construida de abajo arriba. 'Por qué nos discriminan sistematicamente a los valencianos'. Ese es el tema de fondo. No hay respeto a los valencianos en los aparatos de los partidos", lamenta Chirivella, que no se rinde. "Tenemos iniciativas a acometer en un futuro cercano. Esta intensa agenda ha permitido visibilizar el tema en Madrid a nivel politico. Ya saben que esta tiene que ser la cuarta reforma de la Constitución", concluye.
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