La tragedia de Campanar, medio año después

Gotas de fuego y un núcleo de polietileno inflamable: así ardió Campanar hace 6 meses

La investigación aclaró que el fuego que acabó matando a 10 personas se originó por una fuga de gas refrigerante de una nevera en el piso 86

Incendio de Campanar, en una imagen de archivo.

Incendio de Campanar, en una imagen de archivo. / Germán Caballero

Gotas de fuego cayendo en forma de lluvia sobre una chapa con núcleo de polietileno inflamable. Así fue la reacción en cadena que convirtió el edificio de Campanar (vendido como el último grito en domótica y exclusividad urbana en su época) en una gigantesca tea envuelta en llamaradas en menos de una hora.

Seis meses después de la tragedia que segó la vida de 10 personas y destruyó 138 pisos, la mayoría de preguntas ya se han respondido, incluídas las de cómo, dónde, cuándo, qué, y porqué se inició el fuego, y por qué todo ardió tan velozmente.

Lo primero es que la fachada del edificio estaba revestida de un material inflamable, según adelantó en primicia Levante-EMV. Los paneles Larson (una marca registrada de la empresa Alucoil) que vestían toda la finca estaban compuestos por dos capas de una aleación de aluminio magnesio unidas por otra lámina (que ejerce de núcleo) de resina termoplástica (polietileno). Adherida a la fachada ventilada había una capa de lana de roca, este sí, prácticamente incombustible hasta los 1.200 grados.

Incendio de Campanar, en una imagen de archivo.

Incendio de Campanar, en una imagen de archivo. / Germán Caballero

Este detalle es importante, ya que la temperatura de fusión del polietileno es de 137 º C y la de descomposición a 406 º C. Esto es clave para entender cómo se propagó tan rápido el fuego por el edificio que llegó a alcanzar mil grados de temperatura. Las gotas ardientes de este material salpicaban a más chapas, propagando la llamarada muy rápido.

El uso de este tipo de paneles con polietileno en los edificios fue legal hasta 2019, tras el incendio de la torre Grenfell en Londres en 2017. Los fabricantes sustituyeron el núcleo de las capas de aluminio de polietileno por un «núcleo mineral FR o A2» que retrasa la combustión. El edificio de València se construyó entre 2005 o 2008, con lo que los paneles eran perfectamente legales para la época.

Refrigerante de una nevera

Pero volvamos al principio, al origen del fuego. Dos meses y medio de estudio llevado a cabo por los especialistas en incendios de la Policía Científica sirvieron para concluir que el fuego se originó en la parte trasera de un frigorífico del piso 86, ubicado en la octava planta. En concreto, por la fuga del gas refrigerante del serpentín, que es extremadamente inflamable.

Incendio de Campanar, en una imagen de archivo.

Incendio de Campanar, en una imagen de archivo. / Germán Caballero

No se sabe con exactitud cual fue la fuente de calor, ya que este gas puede arder incluso a temperatura ambiente. Desde una pequeña chispa o incluso la electricidad estática pudieron iniciar el fuego. No se puede descartar el fallo eléctrico, pero es imposible de confirmar ya que todo el cableado desapareció por el calor.

El fuego se avivó en el piso hasta llegar al punto de romper los cristales del balcón por la temperatura. Momento en que el fuego se avivó gracias al oxígeno del exterior y comenzó a prender a mucha más velocidad. Y lo más importante, llegó a las chapas que recubrían la fachada.

Gotas de fuego incontrolables

Un grupo de bomberos entró en el edificio con bombonas para iniciar la extinción más habitual: desde dentro hacia fuera. Entraron por la única puerta de acceso de todo el complejo. Primer escollo. Tuvieron que atravesar el vestíbulo del primer edificio, aún sin llamas, y llegar al del segundo para empezar a subir las escaleras hasta la octava planta, donde se situaba el foco primigenio del incendio.

Incendio de Campanar, en una imagen de archivo.

Incendio de Campanar, en una imagen de archivo. / Germán Caballero

Fuera se desataba el infierno. Los mandos empezaron a ser conscientes de que no era un fuego normal. Frente a ellos el edifico se convirtió en una gigantesca pira, alimentada a partes iguales por el potente viento racheado y por el núcleo de polietileno (plástico) inflamado de las placas de aluminio de revestimiento de la fachada. Las planchas metálicas empezaron a volar, cayendo a la calle, mientras las gotas de plástico en llamas propagaron el incendio por toda la fachada a una velocidad de vértigo: donde caían, prendían.

Y, además, las llamaradas se comieron el exterior y se apoderaron del interior de la edificación antes de que los bomberos que estaban dentro se diesen cuenta. El fuego, en contra de lo esperable, se propagó de fuera hacia dentro.

Ni alarmas, ni aspersores

La fuente de ignición descontrolada, es decir, el foco inicial del incendio se alimentó de una construcción llena de materiales altamente inflamables (ese plástico de la fachada, pero también los productos empleados en la tabiquería interior: la estructura quedó desnuda en horas).

Incendio de Campanar, en una imagen de archivo.

Incendio de Campanar, en una imagen de archivo. / Germán Caballero

El vecindario ha denunciado, entre otras muchas aparentes deficiencias, que no funcionaron las alarmas antiincendios, ni los detectores de humo, ni los aspersores que debían haber irrigado los pasillos de cada planta para refrigerar y evitar el avance del fuego. Quienes murieron en sus casas, hablan de que los grifos apenas vertían «un hilillo de agua». No es difícil suponer que un edificio íntegramente domotizado estaría dotado de sistemas de corte de luz en caso de incendio, lo que deja inertes las bombas de presión que llevaban el agua a los pisos más altos. ¿Es esa la razón por la que no funcionaron los aspersores? ¿Había un sistema de alimentación energética alternativa?

Combinación letal

El complejo convertido ahora en una gigantesca cicatriz urbana albergaba 138 viviendas distribuidas en dos torres, una de ellas, situada al fondo, de 14 plantas, y la otra, de 9. Pese a las dimensiones, el edificio solo tiene una salida a la calle, a través de una puerta en la torre más baja que da salida al lateral del complejo hacia la calle Poeta Rafael Alberti. Un sistema de evacuación no muy eficiente.

La otra salida al exterior, en este caso para acceder al recinto de la piscina ubicado en la parte trasera es una pequeña puerta que también sale del edificio más bajo. Dicho de otro modo, la torre en la que se generó el incendio y en la que más personas han fallecido no tenía ninguna puerta de salida propia. de haber sido al contrario, de haber comenzado en la baja, todos los residentes de la alta habrían quedado atrapados sin solución.

Incendio de Campanar, en una imagen de archivo.

Incendio de Campanar, en una imagen de archivo. / Germán Caballero

A ello se suma el voladizo que adorna la base del edificio y que hace que los locales comerciales de la planta baja sobresalgan casi una decena de metros de la fachada principal, dificultando el acceso de los bomberos en caso de incendio. Tampoco el acceso por la parte trasera, la de la piscina, precisamente en la que comenzó el fuego, tiene un fácil acceso, así que la propia concepción del inmueble no parece la más acorde con una eficaz evacuación de los potenciales 400 residentes del complejo. Una combinación letal

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