Juventud

Más "sisis" que ninis: uno de cada tres jóvenes valencianos trabaja y estudia

La precariedad y la temporalidad arrastra a los jóvenes a esta situación. Las mujeres son un 50 %

Desde 2019, el número de jóvenes que compagina empleo y formación no ha parado de subir

Una joven trabajando de camarera en València, en una imagen de archivo.

Una joven trabajando de camarera en València, en una imagen de archivo. / M.A.Montesinos

Gonzalo Sánchez

Gonzalo Sánchez

València

Los 'ninis': ni estudian ni trabajan. Una palabra que se usó durante muchos años para estigmatizar a toda una generación que no conoce otra cosa que las crisis económicas. En parte por eso mismo, por la precariedad de las crisis cíclicas y los trabajos temporales y mal pagados, los ninis han pasado a ser 'sisis', chavales que estudian y trabajan, aferrados a una doble jornada con la esperanza en tener alguna perspectiva fija de futuro, aunque lo vean muy negro.

Según los últimos datos de la Encuesta de Población Activa (EPA), un 37 % de los jóvenes valencianos son 'sisis' (cinco puntos más que la media nacional), una proporción que se ha disparado en los últimos años. Se trata de una realidad altamente feminizada: la mitad de las mujeres jóvenes menores de 30 años estudia y trabaja. El número de ninis lleva muchos años en descenso, y ahora son el 12 % .

Con la emancipación por los suelos y la temporalidad laboral y el paro juvenil por las nubes, los jóvenes se siguen formando mientras trabajan en empleos no deseados en busca de una estabilidad que les permita dejar de estar a dos cosas a la vez. Seis meses de curro, seis de subsidio, y siempre estudiando con perspectivas a la casi utópica idea de encontrar trabajo fijo.

Protesta contra una inmobiliaria en València.

Protesta contra una inmobiliaria en València. / F.Calabuig

En la C.Valenciana la tasa de desempleo juvenil supera ampliamente el 20 %. De los que curran, casi el 75 % lo hace a tiempo parcial y el 50 % en empleos para los que están sobrecualificados, según datos del Consejo de la Juventud de España en el cuarto trimestre de 2023. La última reforma laboral, eso sí, maquilló ligeramente las cifras, con casi un 50 % de contratos firmados en 2023 indefinidos.

"No nos queda otra"

"No hay nada de heroico en estudiar y trabajar. Da más bien pena porque no nos queda otra ya que al acabar de estudiar nos vemos en trabajos basura y tenemos que seguir formándonos. No lo hacemos por ambición, sino porque no nos queda otra", explica Paula Lérida, de 24 años.

Paula estudia y trabaja desde los 18 años entre los meses de marzo y octubre. Es diseñadora de moda, y a la vez se sigue formando con un máster. Por primera vez en 6 años tiene algo de estabilidad laboral "trabajo 8 horas de jornada intensiva y voy a empezar un máster que me ocupa todas las tardes", explica. Falta durante una hora que va recuperando como puede. "Es frustrante, porque muchas amigas están igual que yo. Nos seguimos formando siempre buscando un trabajo fijo, pero por mucho que estudiamos nuestra situación no cambia nunca, y eso es frustrante", reivindica.

Una joven en casa de sus padres, en una imagen de archivo.

Una joven en casa de sus padres, en una imagen de archivo. / Loyola Pérez de Villegas Muñiz

Uno de cada tres jóvenes valencianos son pobres según la Estrategia Europa 2020 de lucha contra la pobreza. Ni con todo su sueldo íntegro podrían alquilar un piso solos; es decir, tendrían que pagar más del 100 % de lo que ganan en renta y suministros (sin contar comida o ropa). Por eso, siete de cada diez vive en casa de sus padres aunque tenga trabajo. Los que no, se ven abocados a vivir en habitaciones por hasta 400 euros en ciudades como València. Compartir piso con 29, toda tu vida en una habitación y una balda en la nevera, algo que maquilla las estadísticas de "emancipación" aunque sea totalmente indigna.

El sueño de un trabajo fijo

Paula Esteve tiene 21 años y estudia dos carreras: Derecho y Ciencias Políticas. Su caso es distinto al de Paula Lérida al ser más joven, ya que trabaja de camarera y monitoria para poder costearse la carrera. "Hay gente que lo ve como algo bueno, pero trabajo porque no me queda otra y las becas no dan para enfocarme solo en los estudios", cuenta.

En su opinión, esta realidad que viven muchas de sus amigas tiene mucho que ver con la precariedad por la que atraviesa la juventud, especialmente ahora. "He trabajado de camarera, dando clases de francés, de celadora, organizando eventos y hasta en el campo en Francia", cuenta María, de 30 años.

Explica que las universidades dificultan mucho a las personas que tienen que trabajar y estudiar una carrera "nos ponen trabas todo el rato, deberían de ser más flexibles porque casi nadie elegimos tener que hacer esto", cuenta.

Hasta sus 30, y pese a tener una carrera y dos másters, sólo ha conocido trabajos precarios y mal pagados, por lo que ha seguido estudiando para poder acceder a ese ansiado trabajo bien remunerado, que parece que nunca llega. La enorme mayoría de los 'sisis' no lo son por gusto.

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