La Guardia Civil rastrea las salidas al mar en busca de víctimas mortales
Helicópteros y drones del Instituto armado sobrevuelan la desembocadura del Xúquer y la costa desde Pinedo hasta Cullera para recuperar cuerpos que hayan sido arrastrados por la riada
El miércoles ya fueron encontrados un cadáver en Pinedo y otro en Sueca
La Guardia Civil está rastreando desde el aire la desembocadura del río Xúquer, en Cullera, pero también el tramo de costa que va desde al salida del río Túria al mar, en València, hasta la playa del Brosquil, en Cullera nuevamente, ante la posibilidad de que muchos de los desaparecidos tras la mortífera DANA aguas arriba, tanto en la Ribera como en l'Horta Sud, hayan sido arrastrados hasta el litoral. De momento, había trascendido el hallazgo de dos cuerpos pertenecientes a víctimas de esta catástrofe en las playas de Pinedo y del Mareny Blau (Sueca), aunque fuentes cercanas al dispositivo de emergencia aseguran que ha habido más levantamientos en arenales.
La búsqueda se centra tanto en el agua como en las marjales llenas de cañas, lo que dificulta el acceso por tierra y hace imprescindible ese apoyo aéreo.
Así mismo, el rastreo, al que posiblemente se unirá esta tarde al menos uno de los dos helicópteros de la Armada que están viajando desde la base de Rota, en Cádiz, hasta el puerto de València a bordo de una fragata para incorporarse a las tareas de salvamento de los damnificados por esta devastadora riada, incluye el sobrevuelo de l'Albufera con el mismo fin.
El lago es, hay que recordarlo, el punto de desembocadura del barranco del Poyo, que nace en Chiva y llega a l'Albufera tras recorrer todos los pueblos de l'Horta Sud asolados a su paso por la inmensa masa de agua, maleza y fango que se llevó con ella decenas y decenas de peatones y automovilistas, la mayoría de ellos en Paiporta.
Arrastrados aguas abajo
Aunque muchos de los cuerpos continúan, cuatro días después de esa riada, atrapados dentro de los coches, apresados en garajes o sepultados bajo esas montañas de vehículos y lodo que empieza a resecarse, esperando a ser encontrados y levantados, otros han continuado el arrastre aguas abajo, por lo que la Guardia Civil, encargada de gestionar las víctimas en su territorio, teme que un número no despreciable de cadáveres acaben siendo hallados en el l'Albufera y en los tramos de costa más próximos a las salidas del Xúquer y del Túria.
De momento, los rastreos aéreos, a la espera de que se incorporen otras aeronaves militares, los están llevando a cabo helicópteros y drones de la Guardia Civil. En cuanto sea localizado alguno de esos cadáveres, se pondrá en marcha el protocolo habitual: aviso de un equipo forense-policial para el levantamiento judicial, traslado al Instituto de Medicina Legal (IML) de València para la autopsia y toma de huellas dactilares (cuando sea factible, según el estado del cuerpo) y ADN.
Los datos son unidos y analizados por el Centro Integrado de Datos (CIC) instalado en el IML, donde se coteja la información salida del levantamiento y autopsia con la reunida sobre cada desaparecido con anterioridad, en la llamada entrevista 'antemortem' con sus familiares (descripción física, identidad completa, marcas identificativas como tatuajes o cicatrices, vestimenta, última ubicación), que se sigue realizando en las dos sedes policiales principales en València (Guardia Civil en la Comandancia, en la calle Calamocha, 4, y Policía Nacional, en la Jefatura Superior, en Gran Vía Ramón y Cajal, 42).
ADN en todos los casos
Ese cotejo inicial, de trazo grueso, permite aventurar de quién se trata, y a partir de ahí se inicia la identificación oficial. En los casos en que aún se puede por la conservación del cuerpo, se comparan las huellas necrodactilares tomadas al cadáver en la sala de autopsias con las de la base del DNI (solo se puede hacer si ya se tiene sospecha sobre la identidad).
Tanto si ese proceso es positivo como si no, en todos los casos se hará identificación por ADN, como establece el protocolo de catástrofes con víctimas múltiples, que se puso en marcha, por ejemplo, tras el accidente del metro de València, ocurrido el 3 de julio de 1996 y, mucho más recientemente, como consecuencia del incendio de Campanar, registrado el 22 de febrero de 2024 y en el que fallecieron diez personas, tres de ellas menores de edad -dos hermanos de 3 años y ocho días y una adoslecente de 14 años-.
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