29 de octubre: el día que cambió la vida en ‘la contornà’
Un redactora de Levante-EMV narra en primera persona el caos y la devastación que vivió en Benetússer por la DANA

Una de las calles de Benetússer, horas después de la tragedia. / Germán Caballero
Seis días. Seis días desde que todo cambiara. Seis días después de que una DANA arrasara con nuestras vidas, me atrevo a escribir unas líneas en el diario. Empecemos por el principio.
Martes, 18h. de la tarde. Acudo a casa de mi pareja a poner agua y comida al perro porque él se ha quedado atrapado en Riba-roja al salir del trabajo, aparentemente hay un atasco provocado por las lluvias. 18:45 paseo al perro, hace mucho aire pero al menos en Benetússer no llueve. Al mismo tiempo, nos enteramos que se ha desbordado el barranco de Paiporta. Acabo el paseo, lo subo y a las 19 me voy hasta mi casa “antes de que empeore la cosa”. Llego a casa y ya no hay luz. 19:33 horas, aviso que se ha inundado mi calle. Empieza el caos.

La destrucción absoluta en Benetússer. / Germán Caballero
Pánico
En cuanto vimos que entraba agua por el descampado situado al lado de mi edificio, próximo a Paiporta, mi padre y otros vecinos bajaron al garaje para salvar el coche, pensando que solo entraría un poco de agua que fastidiaría el coche, y nada más. En este momento empieza la ansiedad entre los vecinos. Más de uno ha bajado a sacar el coche, el resto suben a los pisos de arriba. Tenemos cuatro bajos en la finca y tememos que el agua llegue a cubrirlos.
Una vecina va puerta por puerta asegurándose de que estamos todos o, al menos, que sabemos dónde está el resto. Por suerte, los que bajaron a por el coche, salen bien del garaje, pero les perdemos la pista, la red móvil empieza a fallar y no nos podemos comunicar. El agua va subiendo, no hay luz en la calle pero alumbramos con las linternas y ya no conseguimos ver los coches, el agua los ha cubierto. Vemos una furgoneta de más de dos metros, se convierte en nuestra guía para saber cuánto cubre el agua, que sigue subiendo y se adentra con fuerza en el edificio, cubriendo por completo el rellano y los cuatro bajos situados en la planta baja.
Estamos todos los vecinos juntos entre el tercer y cuarto piso, intentando buscar soluciones en una situación desesperada. Los vecinos de los bajos son los que más ansiosos están, no lo saben con certeza, pero desde ese momento lo han perdido todo. Aunque en ese momento lo más importante era estar. Estar juntos. Y los que salieron fuera, con escasa cobertura, nos hacen saber que están bien, que han conseguido dejar los coches en otras partes más altas del pueblo y que personas de otros edificios les han dado cobijo. Estar vivos es lo único importante. Ese mantra nos seguimos repitiendo seis días después.

Voluntarios sacando barro en Benetússer. / Germán Caballero
No para de subir el agua
Nueve, diez, once, doce de la noche… sigue subiendo el agua. Y con ella el ruido. Un ruido que cierras los ojos y sigues escuchado, como si tuviéramos la marea del mar en nuestra propia calle. Y las sirenas. Y los avisos del móvil, que llegaron a partir de las 20 horas cuando la tragedia ya convivía con nosotros. Y los gritos y llantos. Ese es el ruido de esta catástrofe. Los familiares que salieron todavía no han vuelto. Empezamos a entrar en nuestras casas, los vecinos de los bajos pasan la noche en otras casas. Es a partir de la una de la mañana cuando el agua empieza a bajar y vemos a vecinos por la calle, caminando con dificultad. Ya se ven algunos coches. Todos ellos destrozados y apilados. Y el barro. No lo sabíamos, pero este es el nuevo paisaje que ha traído la DANA a l’Horta Sud y que habita en todos nuestros pueblos vecinos, la conocida ‘contornà’. Cuánto os pienso a todos.
A la una y media de la madrugada abren la puerta de casa. Ya está mi padre. Nuestra respiración cambia. Estamos aliviados. Todos en casa y sabemos que nuestros familiares están bien. Pero, en realidad, sabemos que nada está bien, que muchas personas no van a correr nuestra suerte y no van a llegar a sus casas.
Nueva realidad
Amanece en nuestra nueva realidad. Ya se puede ver con claridad el caos y destrucción que ha dejado la DANA en su paso por Benetússer, así como en el resto de pueblos, pero que no tenemos constancia al no poder acceder a la información. Empezamos a ver las calles de nuestro pueblo a encontrarnos con conocidos y preguntar si “están todos bien”. Se repite la idea de que todo lo que hemos perdido es material, que lo importante es que estamos vivos, pero pronto empiezas a conocer de gente, vecinos, compañeros, personas que tienen su negocio aquí, que no están, que están desaparecidas y, en muchos casos, fallecidas. Personas que no volvieron del garaje. Otras que no llegaron del trabajo. Otras que intentando ayudar a vecinos encerrados en el garaje, se quedaron por el camino.
No soy consciente del número total de fallecidos, apenas he tenido acceso a las noticias, tanto por falta de cobertura como por falta de tiempo. Tiempo 100 % destinado a quitar el fango y limpiar en las horas de luz. Pero espero que se les haga justicia a cada uno de ellos. Que salgan todas las cifras. Todavía hay muchos desaparecidos y las cifras crecerán. Es ya la mayor catástrofe en décadas, para la mayoría la catástrofe de nuestra vida. La que lo va a cambiar todo. Y aún no somos conscientes porque el ansia por salvar nuestro pueblo nos ha podido y hemos resurgido unidos. Pero pasará el tiempo y aquí seguiremos, intentando adaptarnos a una nueva realidad en la contornà. Solo los que estamos vivos, faltan muchos vecinos con nosotros.
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