La gran riada, un mes después | Sergio Vicente Serrano Geógrafo y Premio Jaime I de Protección Medio Ambiente
«La inundación no habría sorprendido a la gente si se hubiera dado la alarma»
El geógrafo analiza lo ocurrido el 29-O en Valencia y asegura que los datos confirman que en la Comunitat Valenciana existe una amplia experiencia en la ocurrencia de este tipo de eventos meteorológicos extremos: dana en otoño muy frecuentes, muy violentas, y que producen precipitaciones torrenciales, muy, muy, muy extremas.
El Premio Jaume I a la Protección del Medio Ambiente de este año, el geógrafo Sergio Vicente Serrano, está considerado como uno de los científicos más influyentes del mundo en cambio climático. Como miembro del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) de la ONU es el autor principal del capítulo del sexto informe del IPCC sobre las bases físicas del cambio climático que evalúa el impacto del calentamiento global en las sequías meteorológicas e hidrológicas.
Profesor de investigación en el grupo de Hidrología ambiental del Instituto Pirenaico de Ecología (IPE) de Zaragoza, un centro de investigación en recursos naturales del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), este doctor en Geografía Física por la Universidad de Zaragoza (Unizar) es el científico español con un mayor impacto en el ámbito de la meteorología y las ciencias de la atmósfera.
Sus estudios se centran en la variabilidad y el cambio del clima, y abordan eventos meteorológicos extremos, la sequía y el cambio climático. En concreto, investiga la influencia de los mecanismos de circulación atmosférica en la disponibilidad de recursos hídricos así como las sequías desde diferentes perspectivas, incluyendo el desarrollo de índices de sequía para mejorar la cuantificación de este complejo fenómeno y su impacto sobre el medio ambiente y los recursos hídricos.
Además, es uno de los veinte expertos mundiales la Interface Ciencia-Política de la Convención para la Lucha contra la Desertificación (Unccd) de las Naciones Unidas. De hecho, atiende a Levante-EMV en la víspera de partir hacia Arabia Saudita para participar en la COP16 que acogerá Riad del 2 al 13 de diciembre próximo bajo el lema Nuestra tierra. Nuestro futuro y que girará alrededor la sequía y la desertización, una de las causas principales de las crisis alimentarias y las migraciones forzadas en el mundo.
¿Ha influido el cambio climático en las devastadoras inundaciones de hace un mes?
Es probable que haya habido algún efecto termodinámico asociado al cambio climático, sobre todo porque las temperaturas del mar han estado por encima de lo normal y porque nuestra atmósfera ahora está más cálida debido a ese efecto antropogénico relacionado con las emisiones de gases de efecto invernadero, responsables de que las precipitaciones hayan sido muy intensas. Pero, no se puede asociar el que se produzca una dana y unas precipitaciones torrenciales exclusivamente a los efectos del cambio climático pues en el Mediterráneo español es un fenómeno característico del clima de esta región, sobre todo durante el otoño.
¿Qué lecciones nos deja la dana del pasado 29 de octubre?
En primer lugar que el agua va a fluir por sus cursos, pongamos allí lo que pongamos. Si construimos en zonas inundables es bastante obvio que, con una frecuencia determinada, acabarán inundándose. Esto es mucho más evidente en la Comunitat Valenciana, con una amplia experiencia en la ocurrencia de este tipo de eventos meteorológicos extremos, pues las dana en otoño son muy frecuentes, muy violentas, y producen precipitaciones torrenciales, muy, muy, muy extremas. Por tanto, si en una región donde se conoce desde hace mucho tiempo que existen estos problemas relacionados con sus características climáticas se construye en cualquier lugar que sea inundable, pues pueden pasar estos desastres.
No tomarse en serio un aviso de Aemet de lluvia torrencial en Valencia es como irse a Noruega y no llevar un abrigo
¿Se podían haber evitado muertes?
Tenemos sistemas de predicción meteorológica en condiciones. Tenemos sistemas de monitoreo de caudales en tiempo real, en condiciones. Tenemos protocolos de alarma que se han visto que han funcionado. Por tanto, los gestores tienen que estar preparados para este tipo de situaciones. Es decir, si la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) te está diciendo cuatro días antes que se está preparando una dana de una elevada intensidad. Pues bueno, esto no es algo nuevo en la Comunitat Valenciana y, por tanto, se debería haber valorado por lo menos estar alerta. Si, además, las predicciones se van afinando y el día que tienes el evento te están diciendo que se va a producir una precipitación muy extrema, no estamos en un lugar donde podamos decir que esto no ha pasado nunca y nos ha pillado de sorpresa. Es que estamos hablando de Valencia, donde cada muy pocos años tenemos una precipitación por encima de 300 o 400 litros por metro cuadrado (l/m²) en un día. Por tanto, este tipo de avisos se tienen que tomar en serio, pues hay tantísimas evidencias de eventos de este tipo que nadie puede decir que esto ha sido algo para lo que no estábamos preparados o que esto no se sabía. Es como irte a Noruega y no llevar un abrigo. En definitiva en una región donde se sabe que llueve torrencialmente y, además, con los avisos meteorológicos que había del evento, yo creo que probablemente hubiera habido gente que se hubiera visto muy afectada porque siempre existe la falsa seguridad de que dentro de casa por mucho que suba el río no te va a llevar la corriente, pero a otra gente que salió de compras o a hacer deporte o volvía del trabajo igual no le hubiera sorprendido la inundación si las alarmas se hubieran dado de forma más eficiente o de alguna forma, diría yo.
¿Fallaron entonces los protocolos?
Todo es mejorable, las alertas, los protocolos... Pero, yo creo que ahora mismo la información está disponible en tiempo real. Tenemos datos al instante que se van actualizando de forma automática de estaciones de aforo de caudales, de pluviómetros, de todo. Entonces lo que tiene que haber es gente que sepa dónde vive y que sea consciente de cómo se gestiona una cosa de estas y de las implicaciones que tiene. Hay una responsabilidad tanto de la gestión como también de la población, que tiene que ser consciente del riesgo que supone vivir en una zona donde se producen fenómenos de este tipo con una elevada frecuencia y con una muy importante incertidumbre desde un punto de vista espacial, pues si a lo mejor las precipitaciones tan intensas se hubieran dado 20 kilómetros más al sur estaríamos hablando de unas consecuencias muy distintas.
Lo que tiene que haber es gente que sepa dónde vive y que sea consciente de cómo se gestiona una cosa de estas y de las implicaciones que tiene. Hay una responsabilidad tanto de la gestión como también de la población
¿Qué podemos hacer para reducir nuestra vulnerabilidad ante las inundaciones?
Primero preparación, sobre todo los gestores, pero también de la población general. Todo el mundo debe ser consciente de lo que implican las alertas y de cómo actuar ante las mismas. Luego, ya desde un punto de vista de la planificación territorial, aunque no soy un especialista en ese campo, pediría un poco de sentido común a los gestores del territorio a la hora de decidir donde se puede o no construir. Autorizar el mayor centro comercial de la zona en un medio de un barranco, que no lleva agua hasta que la lleva, igual no es muy adecuado. Hay muchos geógrafos que se dedican a la planificación territorial y que podrían ayudar a tomar este tipo de decisiones.
¿Por qué vamos en el Mediterráneo hacia un clima con sequías cada vez más intensas, pero con precipitaciones extremas en las que en pocos días se concentra la lluvia de prácticamente todo un año?
Las precipitaciones en la región mediterránea, aunque se caracterizan por su elevada variabilidad temporal, no están descendiendo. Lo que sí se produce debido al calentamiento global, que está siendo muy, muy intenso, y el Mediterráneo es una de las regiones del mundo donde las temperaturas se están incrementando en mayor medida, es que aumenta la demanda de agua por parte de la atmósfera. Es decir, nuestra atmósfera puede albergar una mayor cantidad de vapor de agua porque está más cálida y debido a ello tiene un mayor poder desecante, con lo cual hay mayor evaporación y la vegetación está afectada por un mayor estrés. Por ello, cuando se produce un período de bajas precipitaciones debido a la dinámica natural de nuestro clima vemos que con el calentamiento global las sequías son aún más intensas.
Y respecto al aumento de la torrencialidad, ¿se está constatando dicha tendencia?
De momento, los datos de precipitaciones a escala diaria que viene registrando la Aemet desde hace muchas décadas no muestran un incremento de la intensidad. No digo que a escala subdiaria, es decir, de precipitaciones que se puedan registrar en minutos u horas, no se estén produciendo cambios, pero ese tipo de valoraciones presentan una importante incertidumbre porque no tenemos series largas de datos históricos para una resolución inferior a la diaria. No obstante, nuestra atmósfera tiene cada vez más sed debido al calentamiento global que provocan las emisiones de gases de efecto invernadero, pues puede acumular más vapor de agua al estar más caliente y eso es más energía. En ese sentido, sin duda, por una simple cuestión de termodinámica, sería esperable encontrar eventos más extremos al haber una mayor energía dentro del sistema pero, repito: los datos de las series de precipitaciones a escala diaria en España no arrojan cambios muy notables en cuanto a la intensidad de los eventos de lluvia.
¿Estamos haciendo los suficientes esfuerzos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero con el fin de mitigar el calentamiento global?
No, la respuesta es no. No solo no estamos reduciendo, si no que estamos emitiendo cada vez más. Soy bastante pesimista en cuanto al recorte de emisiones, porque en primer lugar tendríamos que plantear un cambio en nuestro modelo socioeconómico. No puede ser que en un planeta de recursos limitados crecer menos de un 2 % cada año sea una catástrofe desde un punto de vista económico. ¿Es necesario que consumamos tanto? ¿Hace falta que cambiemos de ropa o de coche cada tan poco tiempo?. El problema es que si dejamos de consumir la economía se paraliza y se incrementa el desempleo. Eso no va a haber ningún Gobierno que lo soporte.
¿Qué solución propone?
Apuntar a sectores económicos verdes que mantengan la actividad económica, pero sin incrementar los gases de efecto invernadero, fundamentalmente mediante la electrificación del sistema socioeconómico. No obstante, yo tengo dudas de que eso vaya a ser suficiente y sobretodo con el recorrido de crecimiento que queda en la mayor parte de países en desarrollo. Con qué ética nos vamos a a África a decir a un país que no emita gases de efecto invernadero porque va a contribuir al calentamiento global, cuando nosotros lo hemos hecho antes. Además, ¿van a poder esos países basándose solo en energías renovables alcanzar un nivel de desarrollo como el que podamos tener en aquí? Soy bastante escéptico. La población mundial sigue incrementándose y es probable que siga quemando combustibles fósiles.
¿Cómo debemos adaptar nuestra sociedad a la nueva realidad que está imponiendo el cambio climático?
De muchísimas maneras. Por ejemplo, una adaptación sería no construir en cauces fluviales. Ante la intensificación de las sequías, con el fin de aumentar la disponibilidad de agua, habría que apostar por gestionar mejor los bosques, reduciendo su densidad para que no consuman tanta agua, por ejemplo. El ser humano siempre se ha adaptado al clima, pero el reto que tenemos ahora por delante es que esa adaptación debemos hacerla de forma más rápida porque el calentamiento global está avanzando a mucha velocidad. Además, en un país como España, donde la disponibilidad de recursos hídricos es uno de los principales factores limitantes, no nos va a quedar otra opción que buscar alternativas para mejorar la eficiencia del uso del agua. Entre ellas, pues plantear, si probablemente tenemos un sistema de un sector de regadío demasiado sobredimensionado, o mejorar la producción de escorrentía en las cabeceras de los ríos mediante una mejor gestión forestal.
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