Garajes convertidos en ciénagas 40 días después de la dana
Los trabajos, con muchas medidas de protección, se centran en las plantas bajas de los edificios comunitarios, aún con lodo
Es necesario controlar gases que se pueden desprender por las aguas fecales, como el metano, y no encender motores, por el monóxido
Los ascensores son otro frente, al haberse inundado los fosos
Como una ciénaga. Así califican algunos vecinos de los pueblos afectados la situación en muchos garajes que, casi 40 días después del trágico 29-O, siguen por limpiar. A la vista está que razón no les falta pues la RAE califica una ciénaga como «un lugar o paraje lleno de cieno o pantanoso», siendo cieno «lodo blando que forma depósito en ríos, y sobre todo en lagunas o en sitios bajos y húmedos».
Y nada más lejos de la realidad, el lodo que permanece en los garajes es denso, apestoso, incluso de color verdoso y con moho a veces que, además, se ha mezclado, en muchos casos con las aguas fecales de cañerías rotas, con los líquidos de los coches, animales muertos, y basura o cualquier otra cosa que arrastró la corriente hace más de un mes y que quedó en los bajos de los edificios
La escasez de maquinaria capaz de retirar tanta agua, la falta de manos o la urgencia de limpiar hogares y pequeños negocios centraron la atención los primeros días, causando un problema que ahora ya tiene, también, una vertiente sanitaria.
Desde el Cecopi insisten en el peligro de entrar en sótanos y garajes sin equipos de protección, dejando este trabajo a profesionales de empresas —que contratan a precio de oro muchas comunidades de vecinos y que también han puesto a disposición la Diputación— o a los diferentes organismos que se han puesto a ello, como militares o bomberos.
Asimismo, la Delegación del Gobierno ha anunciado esta semana que el CSIC está probando un producto traído desde Francia que espesaría el lodo y facilitaría su extracción de los garajes. Además del desnivel, muchos tienen cuestas empinadas, curvas o varios niveles, que las convirtieron en ‘ratoneras’ y que no los hace accesibles para su limpieza.
Como explican vecinos de Albal, las labores se centran «en los garajes comunitarios, donde hay más problemas, y donde han empezado a intervenir, pero solo personas bien equipadas, como militares y bomberos». En Benetússer y Alfafar, también se ve cómo «aún están sacando coches y objetos de los trasteros» que muchos edificios también tienen en las plantas bajas.
Difícil acceso
Un bombero de Alfafar apunta que muchos garajes tienen un difícil acceso «y debe hacerse un trabajo manual», al no poder acceder máquinas ni camiones. «Es duro, porque es complicado sacarlo», afirma, al tiempo que confía en el líquido solidificante que prueba el CSIC. Además, también hay que tener en cuenta que cuando hay varias plantas subterráneas, suele haber filtraciones de unas a otras.
Sobre los peligros, recuerda que con la inundación y la fuerza del agua «se rompieron las bajantes y es peligroso estar ahí, hay que controlar gases como el metano y no trabajar con motores de explosión, porque se acumula el monóxido», explica a este diario. Cabe recordar que en Cheste hubo un incidente con una veintena de personas intoxicadas por este motivo.
«Cuando se limpie habrá que secar, pintar y desinfectar, va a llevar tiempo...», asegura. Hay, además, cierta preocupación por posibles daños estructurales en los edificios, que afloren una vez se limpien estos espacios.
Viendo que la situación se podía complicar, algunas comunidades de vecinos no esperaron a la ayuda. La de Juan, de Aldaia, pudo contratar al primera semana una empresa que les sacó el agua del garaje, unos ocho millones de litros, calcularon.
Luego, «los vecinos con los voluntarios conseguimos acabar de limpiarlo, porque quedó el barro. En otros casos, sabemos que se están limpiando gratis, pero no sabes cuándo lo harán y, en nuestro caso, preferimos hacerlo cuanto antes. Ya la primera semana, había moho...», recuerda.
Ahora, esperan la llegada de una empresa de limpieza, que hará un trabajo más a fondo en suelos, paredes y trasteros, «con máquinas y donde no llegamos los vecinos». En total, unos 6.000 euros a repartir entre los vecinos, «una derrama hasta que el Consorcio de Seguros pague».
Los ascensores, otro frente
También dan trabajo los trasteros, que tras forzarlos para abrirlos —porque a veces no hay otra opción— siguen expulsando lodo; además de los ascensores. El barro y el agua también se quedaron en los fosos, lo que ha dejado más de 6.000 elevadores sin funcionamiento, calcula la patronal valenciana Ascencoval.
Según Emilio Carbonell, en las zonas afectadas por el barranco del Poyo y el río Magre, se dañaron unos 10.000 ascensores, de los que dos tercios siguen sin funcionar, con consecuencias para las personas con problemas de movilidad, como ya publicó este diario.
En estos casos, más allá de restablecer el suministro eléctrico, antes hay que limpiar los fosos llenos de agua y barro y restituir los elementos dañados, como las puertas arrancadas o las cabinas, además de la electrónica o el motor, detalla Efe. Los gastos pueden oscilar entre los 1.000 y los 60.000 euros.
Al tercio de elevadores que ya se han recuperado —donde el agua y barro entró menos de un metro sin alcanzar la cabina —, Ascencoval calcula que se podrá sumar otro tercio «en un plazo razonable de tiempo», mientras que los restantes tardarán hasta medio año. Se trata de los elevadores en los que se han mojado la cabina y elementos de seguridad, a menudo con destrozos muy visibles en la estructura.
A estos también se suman los montacoches hidráulicos que, según Carbonell, por normativa tienen la maquinaria, bombas, pistones, manguitos y electrónica en el sótano. En este caso es cuando la reparación podría llegar a los 60.000 euros.
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