Dolor y lágrimas por las víctimas
Los reyes presiden el funeral en la Catedral con familiares de los fallecidos, tres ministros, cinco presidentes autonómicos, el Consell y centenares de valencianos que acuden a mostrar su solidaridad
Familiares de las víctimas, autoridades y vecinos y vecinas de València se unieron ayer al dolor que dejó la tragedia a causa de la dana del pasado 29 de octubre y en recuerdo de los 222 muertos a consecuencia de la riada y los cuatro desaparecidos que aún siguen en paradero desconocido. Lo hicieron en una misa en la Catedral de Valencia, un acto que no fue un funeral de Estado, pero que contó con la presencia de muchas autoridades.
A la ceremonia asistió una amplia representación institucional, presidida por los reyes, Felipe VI y Letizia, sentados a un lado del altar de la Seu. La vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Hacienda, María Jesús Montero; el ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres; la ministra de Ciencia, Innovación y Universidades, Diana Morant; la delegada del Gobierno en la Comunitat Valenciana, Pilar Bernabé; el president de la Generalitat, Carlos Mazón, el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo; otros presidentes autonómicos como el andaluz Juanma Moreno Bonilla, el de Aragón, Jorge Azcón, y la madrileña Isabel Díaz Ayuso, así como los alcaldes de las localidades afectadas no faltaron a la misa funeral.
También acudieron la presidenta de las Corts, Llanos Massó; el presidente de la Diputación de Valencia, Vicent Mompó; la alcaldesa de València, María José Catalá y la presidenta del TSJCV, Pilar de la Oliva, entre otras personalidades.
Todas las autoridades a excepción de los reyes se sentaron en uno de los brazos de la nave lateral derecha de la Catedral. Los monarcas lo hicieron en el presbiterio, frente al altar, mientras que los familiares de las víctimas, a los que finalmente sí invitó elarzobispado, que aseguró que esa siempre había sido su intención pese a las dificultades para localizarlos, ocuparon la nave central. Fueron alrededor de 400.
A su llegada, los reyes fueron recibidos por el arzobispo de Valencia y por los aplausos de los centenares de asistentes a la misa. Tras el fin de la ceremonia, hicieron un recorrido por los bancos de la zona central para saludar a las familias. Estrecharon manos, dieron abrazos y, en algunos casos, fueron recibidos con lágrimas y con historias sobre la vida de los desaparecidos.
También, de cuando en cuando, con «vivas» y aplausos. El president de la Generalitat, Carlos Mazón, y la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, los acompañaron solo en los primeros pasos de este recorrido, con los primeros saludos.
La reina se detuvo a arropar a varios familiares, que en algún caso llevaban una foto de su difunto, y a don Felipe le entregaron asimismo algún escrito, en un recorrido lento y sentido de los monarcas para expresar su cercanía a las víctimas. De hecho, este recorrido duró casi media hora y los reyes saludaron casi individualmente a cada una de las personas que habían acudido a honrar la memoria de sus familiares.
Mientras tanto, las autoridades aguardaron en la nave lateral. En ese momento, algunos familiares de fallecidos se acercaron a increpar al president Mazón al grito de «cobarde». Uno de ellos llevaba, y quiso entregar a los representantes del Consell, una foto de un familiar fallecido. Otra de ellas, Lidia, de Benetússer, reconoció a la prensa haber llamado «cobarde» y «asesino» al president por el fallecimiento de su suegro.
Fueron unos momentos bastante tensos hasta que la vecina de Benetússer escuchó del jefe del Gobierno valenciano que «lo sentía» y que «no tenían información» suficiente para tomar decisiones el día de la riada, según relató a los medios después de su encuentro con Mazón, en el que, añadió, le dijo «de todo».
Sacerdotes de la zona cero
Con gran importancia simbólica, la misa se ha convertido en lo más parecido a un funeral de Estado por el momento, al no haberse celebrado aún actos organizados ni por la Generalitat ni por el Gobierno. Tuvo lugar ante la imagen de la Virgen de los Desamparados peregrina, trasladada por la mañana desde la Basílica y colocada con el manto morado en señal de duelo pero, sobre todo, ante 700 personas, 400 de ellas familiares.
En el exterior de la Catedral, durante toda la ceremonia, aguardaron decenas de personas que no pudieron entrar en la Seu por falta de espacio. De hecho, se tuvieron que encender las pantallas situadas en el interior de las naves del templo valenciano para que todas las personas congregadas en el interior pudieran seguir la ceremonia desde todas partes.
El acto litúrgico fue concelebrado por los párrocos y sacerdotes de las localidades «zona cero», obispos valencianos, el Consejo Episcopal y el cabildo de la Seu, y fue cantada. La lectura del Evangelio, además, la hizo un hombre, trabajador en la Catedral, que vivía en Catarroja y perdió su vivienda en el municipio a consecuencia de la riada del pasado 29 de octubre.
Mientras concluía la misa y los saludos posteriores, una multitud de curiosos resistía a las bajas temperaturas que se registraron ayer por la tarde en la capital para ver a la salida de los monarcas.
Pero también a la salida, igual que había ocurrido a la entrada, unas pocas personas, algunas de ellas con familiares fallecidos por la dana, increparon al president de la Generalitat, Carlos Mazón. Algunos de ellos vocearon consignas contra el Gobierno de España, la Generalitat e incluso organizaciones no gubernamentales.
Los gritos, sobre todo, procedían de un grupo reducido de personas entre las que se encontraba la hija de una de las víctimas de las inundaciones del pasado 29 de octubre que, aseguraba, no había sido invitada al sepelio. Llevaban carteles y pancartas contra los gobiernos y fotos de sus familiares.
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