La inesperada tempestad política que dio la vuelta a la legislatura de Mazón
La controvertida gestión de la dana ha dejado tocado el liderazgo de un jefe del Consell que parecía lanzado hacia la mayoría absoluta. Mazón, no obstante, resiste y traslada la responsabilidad de la catástrofe a organismos estatales al tiempo que fía su futuro a la reconstrucción
La mañana del 29 de octubre, Carlos Mazón era un hombre exultante. Había salido indemne de la ruptura del Consell PP-Vox ordenada desde Madrid; se estaba consolidando como uno de los nuevos barones de referencia, con un espacio propio dentro del PP de Feijóo, y las últimas encuestas, del Nou d’Octubre, le situaban rumbo a una mayoría absoluta en un plazo razonable de tiempo. Las fotos de esa mañana en el Palau muestran a un líder pletórico de confianza.
Todo saltó por los aires ese 29 de octubre, fruto de una gestión señalada ante una dana prevista días atrás. La ausencia del president del puente de mando las horas críticas y los fallos de comunicación sobre dónde estaba y qué hacía ese día (no trascendió hasta días después la comida con una periodista hasta casi las 6 de la tarde, con muchas poblaciones ya inundadas y la UME desplegada en Utiel desde horas antes) han dejado cuestionado el liderazgo de Carlos Mazón, que se había caracterizado hasta ese momento por su agilidad de reflejos.
La dana ha marcado un reset a la legislatura en la que el jefe del Consell, por primera vez en año y medio, ha perdido la iniciativa. El Consell ha quedado tocado. Primero, ante la opinión pública, con dos manifestaciones históricas en València, la primera cifrada en 130.000 personas. La crispación ciudadana se manifestó en su extremo en la visita de los Reyes, Pedro Sánchez y el propio Mazón a Paiporta el 3 de noviembre, con graves disturbios y lanzamientos de barro y objetos a las autoridades. Pero Mazón también ha sido cuestionado internamente, dentro del PP. A la falta de apoyos explícitos del resto de barones, se han sumado los comentarios de la dirección de Núñez Feijóo.
La dana ha marcado un reset a la legislatura en la que el jefe del Consell, por primera vez en año y medio, ha perdido la iniciativa. El Consell ha quedado tocado.
El dirigente ha dejado claro en público a Mazón que «ya no caben más equivocaciones», y que «la confianza, cuando se ha resentido, hay que volver a ganarla». Tampoco le dejaron en buen lugar las insistentes peticiones de Feijóo al Gobierno para que asumiera la dirección de la emergencia, lo que lanzaba un mensaje de desconfianza en que el gobierno autonómico pudiera hacerle frente. Ha pesado más la oposición a Pedro Sánchez que el cierre de filas con el Consell del PP.
En paralelo, la gestión de la emergencia ha ahondado en la fractura de relaciones entre la Generalitat y el Gobierno de España. El tablero quedó dispuesto 48 horas después de la tragedia, cuando las aguas aún no se habían retirado. «Los protocolos se han cumplido»; un presidente autonómico toma decisiones «en función de la información que recibe» y esta llega a partir de «organismos estatales» como Aemet o la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ). «Yo al Gobierno central no le pediría una mayor colaboración, le pediría alguna colaboración, porque información ninguna». Todo eso dijo Núñez Feijóo el 31 de octubre en el centro de emergencias de l’Eliana, minutos antes de que llegara el presidente Sánchez.
Fijado ese marco, la gestión de las horas críticas (no hay grabaciones ni transcripciones de las reuniones del Cecopi) se ha convertido en una batalla de relatos. Presidencia de la Generalitat ha abundado en la idea del «apagón informativo». Por un lado, por unas previsiones de Aemet que se quedaron cortas. Por otro, por la ausencia de correos electrónicos de la Confederación Hidrográfica del Júcar que alertaran específicamente sobre la crecida del barranco del Poyo entre las 16:13 y las 18:43 horas. Su presidente, Miguel Polo, e incluso la ya exministra de Transición Ecológica Teresa Ribera han sido señalados como responsables por el PP.
Sobre esas coordenadas el Consell ha establecido un marco en el que no se cuestiona el retraso o la imprevisión en la toma de decisiones de la Generalitat, como responsable de la dirección de la emergencia. Mazón reconoció errores en las Corts, pero eran más ajenos que propios. Otro de sus argumentos de defensa ha sido que él no tenía por qué estar en el centro de coordinación (Cecopi) porque formalmente no forma parte de este órgano.
Cae la consellera, llega un militar
Tras sacrificar a la consellera Salomé Pradas, Mazón buscó reforzarse con el fichaje del teniente general retirado Francisco Gan Pampols como vicepresidente para la reconstrucción. El president volvió a demostrar reflejos al recurrir a las Fuerzas Armadas, una de las instituciones con mayor prestigio en la sociedad española. El jefe del Consell fía su futuro a una recuperación de la iniciativa ligada a la reconstrucción del territorio afectado. En ese contexto, las batallas entre la Generalitat y el Gobierno se han sucedido a partir de multitud de cuestiones, en un clima por momentos irrespirable entre las dos administraciones. Desde la falta de infraestructuras hidráulicas que evitaran la catástrofe al montante de las ayudas directas, las inyecciones de recursos estatales a través del FLA extraordinario, que ahora corren peligro, o la responsabilidad en la retirada de los vehículos destrozados. Todo ello con la delegada del Gobierno en la C. Valenciana, Pilar Bernabé, como valor emergente en el PSPV tras esta dana y elevada por Pedro Sánchez en el escalafón del partido como secretaria de Igualdad. n
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