El pueblo salva al pueblo

Una calle de Aldaia los primeros días después de la riada / L-EMV
Jorge Olcina
Viaje a Aldaia. Un antiguo alumno, de los mejores que he tenido, me invita a dar una charla a los alumnos de bachillerato en su centro. Es mi primera visita a la zona cero de la DANA. Y vuelvo triste e indignado. Veo cómo ha quedado su Instituto de Secundaria tras la riada y me conmueve la situación. Más de un metro de agua circuló por la planta baja y anegó las aulas del sótano. Se han perdido libros, paneles de madera, cables eléctricos, sillas, pupitres. En algunas zonas el centro parece un edificio en construcción, con los ladrillos descarnados, con andamios, con cables sueltos. Varios profesores me cuentan cómo vivieron esa jornada del 29 de octubre. Nadie avisó de nada en un centro con más de mil alumnos. Una gestión de la emergencia lamentable, a pesar de haber un aviso meteorológico de color rojo desde primera hora de la mañana. Y llegó la avenida del barranco y el desastre, afortunadamente aquí sin víctimas mortales. Y luego a limpiar todo. Sin ayuda de nadie. Con sus escobas, sus botas, sus trapos, sus karchers. Profesores, alumnos, padres de alumnos formaron cuadrillas que trabajaron durante días, durante semanas. Todos a una para recuperar lo antes posible la actividad escolar. Me comentan que se les ha quedado el recuerdo del olor de la podredumbre causada por el agua. El “olor de la DANA” le llaman. Y la absoluta soledad en la que transcurrió toda esta labor. Tan solo con la ayuda del ejército. Ni una autoridad estatal, ni autonómica ha ido a visitarles. Una vergüenza. Falta de corazón. Y en medio del desastre, una vez recuperadas las clases, surge una iniciativa brillante del alumnado. Una exposición de fotos y paneles explicativos sobre la DANA y sus efectos en Aldaia. Algunas fotos son tremendas. Uno de los paneles contiene la frase que puede resumir perfectamente la gestión de la post-emergencia: el pueblo salva al pueblo. Porque así ha sido. Así está siendo. Con un pueblo, eso sí, indignado, despreciado. Les molesta que nadie pida perdón, que nadie les dé explicación cierta de lo ocurrido. Que nadie, salvo los Reyes, muestre un poco de afecto por la gente. Me abochorno de mi condición de ser humano, si la respuesta a una tragedia es la que se está produciendo. El pueblo salva al pueblo. Y a la política, ¿esto no le dice nada?, porque es un mensaje demoledor.
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