Convivir con un territorio de alto riesgo
Los científicos reclaman urbes adaptadas a los eventos extremos, una ordenación territorial rigurosa que contemple las inundaciones severas y promover el conocimiento ciudadano sobre los efectos del cambio climático

Barranco del Poyo en Paiporta. / A.P.
De la evidencia científica a la estrategia inaplazable. Los expertos coinciden en que el desastre del 29-O marca un antes y un después en cuanto a la necesidad de activar, ya, medidas de adaptación concretas a escala local para los eventos extremos. La reconstrucción, además, ha de plantearse desde la resiliencia y el respeto al territorio. Para Ana Camarasa, catedrática de Geografía Física de la Universitat de València, la dana ha supuesto «un crudo choque con la realidad» de lo que son los riesgos naturales, amplificados por los efectos del calentamiento global.
El impacto de un fenómeno de estas características, señala quien ha estudiado a fondo desde hace años la rambla del Poyo, «ha tambaleado los principios de confianza y de seguridad de la ciudadanía en relación al territorio que habita». «Ha puesto de manifiesto muchos aspectos que deben ser repensados para convivir con dos de las manifestaciones más evidentes del cambio climático en nuestro entorno, las inundaciones y las sequías», remarca Camarasa. Recuperarse de episodios de la magnitud de este requiere, en su opinión, «de la participación de toda la sociedad: gobiernos y poderes públicos, entidades privadas y ciudadanos en general».
Camarasa insiste en la necesidad de promover el conocimiento ciudadano sobre los efectos de la crisis ambiental en el municipio de cada uno. «Eso generará una mayor cultura del riesgo, de cómo actuar ante episodios de riesgo y de cómo contribuir a la reducción de las catástrofes», razona. Las consecuencias del aumento de la temperatura del mar, incide, «están poniendo en jaque el sistema». De ahí que Joan Romero, catedrático emérito de Geografía Humana, advierta de que ahora se impone «buscar soluciones interdisciplinares, fruto de la reflexión conjunta y madura de un gran número de expertos en la materia».
La dana, con un impacto superior a los 17.000 millones según el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE), muestra la relación entre el cambio climático, los usos y la gestión que se haga del territorio en la zona mediterránea. Un punto especialmente vulnerable a los estragos del ascenso de las temperaturas. Con la fase de emergencia en plena desescalada -solo 28 municipios siguen en nivel 2-, se abre el interrogante de cuál ha de ser la apuesta para la reconstrucción.
En ese contexto, la Universitat de València ha organizado un cónclave con los mejores académicos e investigadores para abordar las lecciones que deja el mayor desastre natural de España en las últimas décadas.
Las recomendaciones que de ahí salgan las remitirá la rectora Mavi Mestre después a las Corts Valencianes así como a los parlamentos de Cataluña, Baleares, Murcia y Andalucía. También al Congreso y el Senado, como señala Romero, director de la conferencia junto a Camarasa. Los países ribereños de la Unión Europea y de la ribera sur afrontan «desafíos similares», subrayan, por lo que la UV propondrá que en próximas ediciones investigadores de universidades y centros de investigación del conjunto de la cuenca mediterránea puedan sumar también sus conocimientos.

Trabajos de refuerzo del barranco del Poyo ejecutados por el ayuntamiento / L-EMV
Un cauce transfigurado
Lo cierto es que aunque ahora apremie cierta urgencia por volver a la normalidad una duda se impone: ¿Se puede reconstruir en la misma zona arrasada con la concepción de antes? El agua que bajaba por el Poyo ese fatídico día, unos 2.282,904 metros cúbicos por segundo, buscaban un cauce transfigurado desde hace décadas por un desarrollismo que se ha revelado letal. Construcciones casi en lechos fluviales, polígonos industriales solapados entre sí, áreas comerciales sin solución de continuidad y una tasa de urbanización del 90 % componen la radiografía de la llamada conurbación de l’Horta Sud. Una planicie inundable altamente impermeabilizada y llena de barreras.
José Vicente Sánchez, profesor de Geografía Humana en la Universitat de València, advierte que aunque las obras de ingeniería civil son necesarias, vista la devastación que provocó aquella lengua de agua y barro, «no van a ser suficiente». «Hay que revalorizar la ordenación territorial y hacer que el urbanismo local dependa de un marco genérico superior, repensarlo todo», razona. Y echa la vista atrás para poner como ejemplo la génesis del Plan de Acción Territorial Metropolitano de Valencia impulsado en la legislatura del Botànic, pero que se quedó en un cajón. «No estamos entendiendo el territorio», subraya Sánchez, para insistir en que no se puede volver a caer en el error de la ocupación indiscriminada.
La recurrencia de los fenómenos extremos y el aumento exponencial de los mismos obligan a una normativa exigente, sin la laxitud imperante hasta ahora, para que no se pierdan garantías de calidad ambiental, recalca.
La visión de Jorge Olcina, catedrático de Análisis Geográfico Regional en la Universidad de Alicante, va en la misma línea. Para este experto en Ordenación del Territorio, Climatología y Riesgos Naturales habría que delimitar las localidades afectadas y elaborar un plan por via de urgencia, de escala amplia y supramunicipal. Algo como lo que se hizo en su día tras la dana de la Vega Baja de 2019, que se aprobó relativamente rápido aunque sin la armadura legal necesaria, admite Olcina. «Todo esto tiene que estar muy bien pactado con las zonas afectadas y los colectivos ciudadanos, porque si no se hace así va a estar condenado al fracaso», remarca. «La reconstrucción ha de hacerse de abajo a arriba, desde los vecinos a los ayuntamientos y la Generalitat», argumenta Olcina. Entre sus recomendaciones: adaptar el diseño urbanístico, los equipamientos y el mobiliario de calle al tipo de lluvia que está cayendo, así como a las elevadas temperaturas que contribuyen a la pérdida de confort térmico en verano. «Por ahí han de ir las cosas y si no se hace así se van a perder años decisivos», remarca Olcina. La ley de cambio climático nacional y la autonómica obligan a ello. La Conselleria de Sanidad ya ha dado un primer paso esta misma semana al anunciar una partida de cincuenta millones para revisar las futuras dotaciones sanitarias previstas en zonas de riesgo.

Escombros y restos de enseres aún por retirar este miércoles en Paiporta, junto al barranco del Poyo. / Francisco Calabuig
Probabilidades en aumento
«El cambio climático es esto, lo que ha ocurrido con la dana no es más que el recordatorio de lo que venimos advirtiendo hace tiempo», remarca Samira Khodayar, directora del Área de Meteorología del Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo. «No quiere decir que todos los años ocurrirá algo así, pero volverá o será de otra forma, porque las probabilidades estamos viendo que van en aumento», asevera. Khodayar, doctora en Física y premio Levante-EMVde Medio Ambiente 2022, opina que hay que dejar de lado las discusiones estériles, analizar todo lo que falló y actuar sin demora. Aunque es «entendible» la urgencia por recuperar la actividad económica alerta de que tras el 29-O hay que «ser consecuente y tomar decisiones valientes». «La población debe exigir una protección mayor», enfatiza.
I Conferencia de Expertos sobre el Cambio Climático y Territorio: 30 y 31 de enero en el Aula Magna de la Universitat de València
El Aula Magna del Centre Cultural La Nau de la Universitat de València acogerá la I Conferencia de Expertos sobre el Cambio Climático y Territorio en el Mediterráneo Ibérico los días 30 y 31 de enero. Dos jornadas completas en las que se pondrán sobre la mesa las evidencias científicas, los efectos, las estrategias y las recomendaciones para hacer frente al calentamiento global y paliar sus consecuencias. Los recursos hídricos, los usos del suelo, las infraestructuras, las políticas públicas o la gestión de los eventos extremos serán algunos de los aspectos a tratar.
En concreto, el jueves 30 de enero inaugurará la conferencia la intervención de la rectora de la Universitat de València, Mavi Mestre, a las 9.30 horas. Después, se abrirá el bloque en el que se tratarán las evidencias científicas del cambio climático en el Mediterráneo.
Así pues, en una primera mesa de debate, se tratará el estado de la cuestión (temperatura del mar, sequías, precipitaciones, incendios, olas de calor...). También se hablará sobre la intensificación del ciclo hidrológico, así como de la desertificación y la pérdida de vitalidad del territorio y de los incendios y la evolución de las superficies forestales.
El mismo jueves, se tratarán, a partir de las 16 horas, los efectos del calentamiento global. En este sentido, habrá cuatro ejes temáticos: Turismo; Agricultura, territorios rurales, regadíos y ecosistemas; Ciudades, salud, bienestar y vulnerabilidad social; y Eventos extremos y gestión integral del riesgo.
Por su parte, el viernes 31 de enero arrancará con el bloque sobre las estrategias para hacer frente al cambio climático, un apartado que ha demostrado ser fundamental tras la dana que arrasó la provincia de Valencia el pasado 29 de octubre. Así pues, se expondrán las claves sobre los usos del territorio, la gestión de los recursos hídricos, las infraestructuras, el transporte y la movilidad, la comunicación, educación, participación y resiliencia, y la gobernanza y las políticas públicas.
Para cerrar esta I Conferencia de Expertos se dejará un espacio para el diálogo abierto y, tras ello, se expondrán algunas recomendaciones. n
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