Gabriela Bravo
Una independiente con mucha ideología
La ofensiva contra la prostitución marca el paso por la política de una fiscal que fue una de las dirigentes con más influencia en el Botànic.

Gabriela Bravo, ayer, tras registrar su dimisión en las Corts. / Germán Caballero
La vida, en toda su amplitud, cambió para Gabriela Bravo la tarde del verano de 2015 que Ximo Puig la citó en un hotel cercano a Blanqueries, la vieja sede de los socialistas en València, para ofrecerle entrar en el Ejecutivo. La fiscal Bravo era un rostro conocido por el puesto que había ocupado como portavoz del Poder Judicial y ofrecía una imagen de conocimiento y seriedad en un gobierno con Compromís y Podemos que podía levantar suspicacias en un ambiente tan poco revolucionario como el de las togas. Convencerla necesitó más de una reunión, pero dijo sí. Así abrió una etapa de ocho años en la que se transformaría en un pilar del Govern del Botànic y una de las voces con más influencia en el president Puig. Además de él, solo Bravo y Rafael Climent inauguraron y cerraron ese ciclo, lo que demuestra las dificultades.
La ideología
La fiscal siempre se mantuvo como independiente, pero eso no quiere decir ausencia de ideología. Lo demuestran algunas de las acciones que lideró. La de más repercusión, y que abrió un debate (con diferencias también) en toda España, es la ofensiva para abolir la prostitución. Alguna otra iniciativa, en apariencia menor pero también preñada de ideología, fue la de becar a los que opositan a la judicatura, una forma de intentar democratizar un ámbito tradicionalmente endogámico y elitista. No es casual que el Gobierno central anuncie estos días una acción similar. Ni que esa medida haya quedado fuera de los planes del actual Consell.
Rigor y exigencia son los términos más habituales si se pregunta por Bravo a sus colaboradores. Una consecuencia de esos rasgos es que su departamento acumuló el mayor número de cambios, porque trabajar a su lado no es tarea fácil. Se necesita casco, dijo alguno en privado en aquellos años. Unos cuantos desistieron y a otros los cambió.
Bravo también fue el contrapunto habitual a Mónica Oltra. Quien solía aportar un punto de vista distinto al de la vicepresidenta. Sus desencuentros son historia del Botànic. Bravo ha sido una habitual en las quinielas para ministra pese a su insistencia en no alejarse de Valencia y de sus hijos y pese a que su poder también levantó alguna ampolla en el PSPV.
Diez años después, sin gobierno y con una dirección en el partido distinta a la que la acogió, sale de su último cargo (en las Corts, donde no ha tenido gran protagonismo) para regresar a la Fiscalía con ansias de hacer contra la violencia machista. Sin perder ideología.
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