La barrancada del Poyo formó un mar fangoso de 2,2 metros de altura en el Pla de Quart
La Guardia Civil mantendrá la búsqueda de los tres desaparecidos de la dana, Eli, Javi y Paco, «en los cinco puntos activos hasta el final, hasta que los encontremos»

Germán Caballero
Un día más de búsqueda. Desde el 29 de octubre, cuando la dana vació un diluvio sobre el este y sur de València desparramando millones de litros de agua desde barrancos y ríos, la Guardia Civil, igual que el Ejército con la UME, los efectivos de Tierra y, aún hoy, los del Aire y el Espacio, saca cada día a todas sus especialidades para seguir peinando los cinco puntos calientes en los que queda una tarea pendiente: encontrar a las tres personas que aún hoy, a tres meses de esa catástrofe sin precedentes, continúan en paradero desconocido.
A partir del 29 de enero, una vez pasados esos tres meses, tal como contempla el Código Civil, las familias de Elisabet Gil Martínez, Eli, de 38 años y madre de dos hijos, desaparecida en Cheste; Francisco Ruiz Martínez, Paco, de 64, arrastrado por las aguas en Montserrat; y Francisco Javier Vicent Fas, Javi, de 56, visto por última vez en Pedralba, podrán iniciar los trámites para darlos por fallecidos, lo que abre las puertas a las ayudas económicas no solo por las muertes como consecuencia de la dana, sino también por orfandad y/o viudedad. Eso no cierra las heridas, pero les permitirá afrontar con más garantías el día a día.

Elisabet Gil Martínez (dcha.) y su madre Elvira Martínez Alfaro, en las fotos distribuidas por SOS Desaparecidos tras el paso de la DANA / ED
"Vamos a seguir hasta que los encontremos"
Tampoco replegará a los dispositivos de búsqueda. "La posibilidad de encontrarlos se ha reducido en tres meses, pero está muy lejos de ser cero, así que seguiremos buscándolos hasta que los encontremos. Ese es el límite". Es la tajante afirmación del capitán de la Guardia Civil Carlos Domínguez, jefe del servicio de protección a la naturaleza (Seprona) y máximo responsable de diseñar los operativos de rastreo y coordinar a todas las especialidades del Cuerpo que salen cada día desde hace casi 90 para "encontrar a los tres que faltan y devolvérselos a sus familias".
La de hoy se desarrolla, de nuevo, en el área que Domínguez denomina Poyo-Loriguilla "para que no se confunda con la del barranco en la zona de Paiporta". Es justo donde hace una semana Levante-EMV fue testigo en exclusiva de uno de esos rastreos para dar con Elisabet Gil Martínez. Ella es la única de los siete desaparecidos en el área de Cheste que aún no ha sido localizada.

Francisco Ruiz Martínez, en una foto tomada en abril pasado con sus nietos, Ruth y Alejandro, en la Cueva del Turche de Buñol / ED
Un inmenso lago profundo y embarrado
Aquí, en estos campos de naranjos que cubren el Pla de Quart desde la A3, a la altura del circuito Ricardo Tormo y el polígono de Loriguilla, hasta la A7, en las estribaciones de la sierra de Calicanto, la barrancada provocada por las lluvias torrenciales sobre Chiva, cabecera de las tres ramblas que a la entrada de Cheste se unen en una sola para formar el barranco del Poyo, convirtió el área en un extenso lago de aguas furibundas y enlodadas de más de 2,2 metros de altura y varios kilómetros cuadrados de extensión. Lo atestiguan las marcas en las paredes de las casetas de riego y en vallas y muros. "Y no solo eso. Hay que sumarle la brutal velocidad del agua en ese momento, y las toneladas de cañas arrancadas y barro que arrastró. La piedra del lecho está totalmente descarnada en los tramos altos de los cauces", explica Domínguez.
Una mirada alrededor no deja lugar a dudas. Hay explanadas enteras, eriales de barro reseco, que apenas dejan asomar los tocones, minúsculos, de los naranjos que han tenido que arrancar para poder buscar. "Antes, todo esto eran campos de cultivo. Hemos tenido que pedir permiso a los dueños para entrar con las máquinas y arrancarlo todo". Los cuerpos de esas seis víctimas mortales, entre ellos los de los cuatro empresarios que venían de comer en un restaurante de Chiva, la madre de Eli, Elvira Martínez Alfaro, y otra mujer cuya identidad no ha trascendido fueron encontrados dentro de las tres primeras semanas en estos campos, atrapados entres los troncos de los frutales y las montañas de cañas, junto a decenas de coches convertidos en masas informes de chatarra y cables cortados.

Francisco Javier Vicent Fas, con su hija Susana, en una foto reciente / ED
Vigilancia desde el aire
"Esto, ahora, es un paseo, pero en los primeros días, era casi imposible avanzar. El barro que era fango aún, te cubría hasta las rodillas y los caminos estaban sin abrir", explica el capitán Domínguez, mientras decenas de agentes del grupo de reserva y seguridad (GRS) de València, armados con pinchas y cubiertos con cascos, peinan en perfecta formación, a un metro de distancia de cada compañero, campo a campo. Si no hay cañas, avanzan rápido, pero cuando se topan con la maraña, el rastreo se hace lento y tedioso. Nadie se queja, haga buen tiempo, como este viernes, o caiga la lluvia en plena ola de frío, como hace una semana.
Desde el cielo, uno de los drones de última generación comprados por la Guardia Civil y asignados en este caso al GRS3, el de València, vigila con sus seis cámaras, una de ellas térmica, lo que hay ahí abajo con una precisión impresionante. El operador puede trabajar hasta a tres kilómetros de distancia. No han encontrado a ninguno de los 221 cadáveres hallados en casas, bajos, sótanos, campos, barrancos, en l'Albufera o en las playas -a ellos hay que sumarles tres personas fallecidas en hospitales y tres más aún desaparecidas-, pero estos ‘pájaros electrónicos’ han sido cruciales para trazar un mapa de búsqueda y explorar áreas inmensas e impracticables mucho antes de que llegasen los efectivos por tierra

Guardia Civil
Los perros, un 'arma' fundamental
Hoy, además del GRS con sus agentes y su dron, también están, como cada día, los del grupo de rescate especial de intervención en montaña (Greim), con base en Ontinyent, que participan en todos los dispositivos por su enorme experiencia en el trabajo en el monte, y dos perros adiestrados en la detección de restos cadavéricos de la unidad cinológica central, que cada semana desplaza a dos de los animales con sus guías a València desde su sede, en El Pardo (Madrid), para colaborar en la búsqueda de Eli, Javi y Paco. Su olfato es, desde el primer día, el mejor aliado para trabajar en áreas tan extensas y complicadas como esta.
"En los pueblos y en las ciudades, se cuenta con la ventaja de que mucha gente grabó vídeos, y eso es otra de las herramientas que nos orienta extraordinariamente a la hora de mapear las búsquedas, pero aquí, en campo abierto, no contamos con ese soporte", lamenta el responsable de los rastreos.

Guardia Civil
Leer las señales que dejó la barrancada
Tras la retirada de los cuerpos más visibles, en los cinco primeros días, cuando fueron recuperados la inmensa mayoría de las víctimas mortales, llegó el momento de afinar. Han usado todo tipo de herramientas. Las mismas que se emplean en cualquier investigación criminal. Por ejemplo, el rastro electrónico que dejan móviles, GPS de vehículos, relojes inteligentes o cualquier otro dispositivo que precise de una conexión a una antena para funcionar. Eso acota un área "pero amplia, no permite conocer con precisión la ubicación". Y en todo caso, lo que sitúa es el dispositivo, pero no a la persona: puede seguir llevándolo encima, haberlo perdido o haber dejado de emitir mientras el cuerpo continuó el arrastre.
Así que hay que tirar de otros elementos más sutiles. Y para eso, nada como los ojos del Greim, del Seprona y de los equipos Roca, las tres especialidades acostumbradas al mundo rural, a leer el terreno y las señales que dejan el viento, el agua o la mano del hombre. "Hicimos estudios de corrientes a partir de distintos datos: dónde había más acúmulo de cañas, hacia qué dirección fluyó el agua fijándonos en los daños causados en ciertos elementos [árboles, casetas, postes, tendidos eléctricos, carreteras y senderos, muros y vallas de cerramiento...], a cuánta distancia aparecían restos de edificaciones conocidas... Cualquier señal que permita reconstruir los embates salvajes de la barrancada, en este punto, y de las riadas, en los casos de Javi y Paco.
Una búsqueda en cinco frentes
El primero desapareció en una caseta que tenía, ubicada cerca del barranco de Cuchilla, que nace también en Chiva, pero viaja hacia el nordeste hasta desembocar en el Túria a la salida de Pedralba. A Javi y a su hija, Susana, una joven de 30 años con síndrome de Down, los pilló la riada en esa casa, a cuatro kilómetros de que vierta en el Túria. El cuerpo de Susana fue encontrado el 31 de octubre, dos días después de la dana, en la playa del Mareny Blau (Sueca), a casi 90 kilómetros de la vivienda en la que pasaba unos días con sus padres (la madre había vuelto a València el domingo por la noche porque tenía que trabajar). Del padre aún no se sabe nada. Por eso, el mismo dispositivo que hay hoy, viernes, 24 de enero de 2025, en el Pla de Quart, tiene su réplica en otros dos escenarios de búsqueda. "El primero, en el punto que llamamos Cuchilla-Pedralba-Túria, y el otro, en las playas y costas".
Paco fue visto por última vez por su nieto de 10 años, mientras el niño, Alejandro, mantenía abrazada y sujeta a su hermana Ruth, de 5 años, en el techo del coche de su abuelo. El hombre cayó al agua pasada la tardía alarma del Consell, esto es, más allá de las 20.11 horas de ese 29 de octubre, y el crío lo vio alejarse braceando e intentando dominar la corriente. Estaban en el polígono de Montserrat, así que su cuerpo está siendo buscado desde el día siguiente en el curso del río Magro, al que habría llegado desde la calle convertida en afluente.
El cauce, habitualmente seco, está siendo batido desde ese punto hasta su desembocadura en el río Xúquer, a la salida de Algemesí, y desde allí siguiendo el curso fluvial, hasta su llegada al mar. Así que esos son los otros dos focos de búsqueda que detalla el jefe del Seprona: "El Magro desde Montserrat hasta Algemesí y luego el Xúquer hasta el mar, y nuevamente la costa mar adentro, donde trabaja nuestro servicio marítimo, y las playas, con unidades a pie que también rastrean ese punto".
El rastreo en l'Albufera sigue activo
La quinta zona es l'Albufera. Es cierto que parece "bastante improbable", admite el capitán Domínguez, que Eli esté en el parque natural, porque se rastrea tanto el agua -"los buzos del GEAS y también el servicio marítimo", especifica el oficial- como el marjal, "pero no totalmente descartable", ya que el barranco del Poyo acaba desembocando en el Tancat de la Pipa, dentro de la laguna protegida.
Allí, en l'Albufera, fueron encontrados dos de los fallecidos, uno en término de Catarroja, el 9 de noviembre, y otro, tres días más tarde, en el puerto de Silla. Por eso, porque no pueden desechar esa posibilidad, siguen las búsquedas activas en el lago, aunque, reconoce, lo más probable es que esté donde se está concentrando la búsqueda, en el Pla de Quart, en alguno de esos acúmulos de "más de dos metros de barro y arena que siguen depositados sobre la superficie original".
Por eso, los soldados del Ejército de Tierra, en las riberas, y los trabajadores de Tragsa y la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ), dentro del cauce del Poyo, continúan retirando, los primeros, y dragando, los segundos esas toneladas de barro y cieno. Lo hacen como parte de la reconstrucción pero también, en coordinación con la Guardia Civil, para tratar de encontrar el cuerpo sin vida de Eli, de ahí la delicadeza con la que realizan su trabajo, que ralentiza su faena de limpieza, pero toda ayuda es poco para devolvérsela a sus hijos, a sus hermanos y a sus tíos. "Es es nuestro objetivo, que puedan descansar en paz", sentencia Domínguez.
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