Análisis

Morant y Bielsa quieren ser Sánchez y Page

La dana ha sido la gran capa que ha cubierto el congreso, pero se han visto los bordes de un larvado desencuentro interno.

Morant y Bielsa quieren ser Sánchez y Page

Morant y Bielsa quieren ser Sánchez y Page

Alfons Garcia

Alfons Garcia

Este ha sido un congreso de capas, con distintos estratos de realidad, como suele pasar en estas citas, lo que da pie a distintas apariencias (relatos, en fin). Es así porque ninguna de esas capas es incierta o ficticia, pero ninguna es completa por sí sola. Y el conjunto resultante de esa fusión es complejo, lo que puede espantar en momentos más de lecturas rápidas y ligeras. «Los socialistas lo son para complicarse la vida», dijo ayer precisamente el ministro Óscar Puente.

La primera capa solo puede ser la del gran líder. Los que llevamos unos cuantos mítines y arengas de Pedro Sánchez en tierras valencianas sabemos que el del sábado sonó diferente. El presidente del Gobierno demostró una implicación y un conocimiento de la situación valenciana que no ha exhibido en el pasado. O es por la dana o es porque baja la vista del escenario y encuentra un entorno más suyo. La mayor parte del discurso giró en torno a la realidad valenciana y el pellizco fue para el famoso decreto ómnibus de la semana con la vista en las televisiones nacionales. Es verdad que el contexto local está muy despierto por la gestión de la inundación, pero lo normal hasta ahora con el gran líder era que esa proporción de temas fuera la contraria. Sánchez, por tanto, va lanzado con la Comunitat Valenciana.

En una capa inferior queda el objetivo principal del congreso: la proclamación por segunda vez en menos de un año de Diana Morant como líder del PSPV. Si observamos la superficie, la ponencia política de la dirección ha salido adelante sin mácula y la ejecutiva, pese a la renovación casi completa en su zona noble (se salva Vicent Mascarell, el escudero de la ministra y pieza esencial en todo lo que pasa hoy en el partido), ha tenido el mismo respaldo que en el congreso extraordinario de Benicàssim.

La imagen externa que emana del congreso es así de estabilidad. Todos (una amplia mayoría, el 81 %), con Morant en el objetivo de recuperar la Generalitat. Nada que cuestione por ahí el final exultante y emocionado que tuvo la jornada, con la líder y Óscar Puente como estrellas del pop abrazados por la multitud.

¿Es esa imagen enteramente real? Diría que hay una capa inferior, profunda, donde reflotan con fuerza tensiones que parecían dejadas atrás, que traspasan incluso la línea política y que presagian que la imagen de unidad puede durar poco, horas quizá.

Diría que se ha producido un cambio de modelo un año después. La imagen de la ejecutiva es nítida: de una con un núcleo duro próximo pero en la que había un equilibrio entre sensibilidades se pasa a otra a medida de Morant, donde los que han ejercido cierta disidencia interna quedan relegados. Hablo de la provincia de Valencia y de su secretario general desde 2022, Carlos Fernández Bielsa, que es donde está el foco de conflicto, porque Alicante está un año después al lado de la dirección. Es verdad que Bielsa ha rechazado estar en la ejecutiva, pero es verdad también que el diálogo ha sido en el último minuto. Da igual quién ha hecho más por la distancia, el hecho es que el desencuentro larvado desde hace un año no ha sido reconducido y que, llegados a este punto, Morant ha optado para dirigir la federación por el modelo que viene de arriba: rodearse de los de más confianza e intentar tener unos órganos inferiores en el partido totalmente alineados con su manera de hacer socialismo. Es el modelo que a Sánchez le ha funcionado.

Dicho de una manera más visible. Diría que Morant quiere ser Sánchez y Bielsa quiere ser Page (Emiliano García-Page, el presidente socialista de Castilla-La Mancha), el símbolo del espíritu crítico interno al ‘sanchismo’ (al ‘morantismo’ en el caso valenciano). Diría que esas cartas han jugado en este congreso. Pero la ministra no es el presidente, porque no gobernar sitúa a cualquier dirigente en una posición menos fuerte, y no ha podido alumbrar una solución de consenso (la que sí se dio para la dirección ‘de país’ con el empuje de Ferraz). Y Bielsa no es Page, no tiene el gobierno provincial (la diputación) que le hubiera podido servir de escudo frente a rivales internos y la instancia superior.

Volviendo al principio. La dana ha sido la gran capa que ha cubierto este congreso. Debía ser así ante la mayor catástrofe en décadas en España. Pero por debajo ha dejado ver los bordes de una disputa interna (primarias es el nombre oficial) que va a obligar a los alcaldes homenajeados a gastar energías en otros frentes que no son el de la reconstrucción y va a trasladar una imagen poco constructiva.

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