Costa y cambio climático

Así ha quedado la playa de Dénia destrozada por Gloria tras el último temporal (imágenes)

Así ha quedado la playa de Dénia destrozada por Gloria tras el último temporal (imágenes) / A. P. F.

Jorge Olcina

Asisto a un debate sobre los problemas en primera línea de costa en el litoral mediterráneo español. Los efectos de los temporales ocurridos en los últimos años, y especialmente de la borrasca Gloria, han puesto de manifiesto el importante problema que hay en esta franja de contacto entre el mar y la tierra. Una franja de gran valor ecológico y alto atractivo económico. Un espacio que presenta ocupaciones con viviendas instaladas sobre playas o dunas que caen ya directamente al mar. En muchos casos son concesiones con arreglo a la ley de costas; en otros son áreas que viven en conflicto jurídico por la práctica de nuevos deslindes que las sitúan dentro de dominio público marítimo-terrestre. En todos ellos son conscientes de que el mantenimiento del estado actual supone una sentencia de deterioro ante la realidad de unos efectos ya notables del cambio climático en la franja costera mediterránea. El problema, de momento, no es tanto la subida del nivel del mar sino el impacto cada vez más frecuente de los oleajes intensos que azotan la línea de costa. La solución es compleja, pero debe abordarse ya. Una solución individualizada para cada tramo de costa afectado por esta realidad. No caben medidas generales de desalojo ni de construcción masiva de defensas para la protección de las viviendas. Cada tramo de costa debe ser tratado de forma particular, analizando los aspectos físicos y humanos que convergen en la realidad de una situación de riesgo, agravada por el impacto climático. La responsabilidad del estado de esos tramos de costa es múltiple: implantaciones casi centenarias de casas sobre playas o dunas cuando el medio ambiente no importaba, construcción de embalses que han eliminado la llegada de sedimentos a la costa necesario para la formación de playas, implantación de diques en desembocadura de ríos o en bocanas de puertos comerciales y deportivos. Todo ello ha alterado el funcionamiento natural de la costa y ha conducido a la situación actual. A lo que se ha añadido el efecto del cambio climático actual. Un abanico de factores que ponen en dificultad el propio mantenimiento de algunas viviendas existentes. Viviendas que no deberían haber ocupado esos espacios, pero que ahí están. Y ahora hay que sentarse a negociar las soluciones, con transparencia, colaboración entre administraciones implicadas y propietarios/concesionarios y soluciones posibles particularizadas para cada sector afectado. Un reto difícil pero que hay que afrontar, evitando el aprovechamiento político de la situación.

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