Mazón en Madrid: una declaración de guerra desde la plaza de la Lealtad
El president de la Generalitat se presenta en la capital con un mensaje que intenta disipar responsabilidades, también las judiciales, tras la dana y profundiza el clima de frentismo y crispación

Carlos Mazón, durante su intervención en Madrid / José Luis Roca

Y Carlos Mazón se presentaba en Madrid después de la gran riada. Y ha aparecido como el político que se siente atacado por demasiados flancos y siente la oportunidad de revolverse y devolver algún golpe. Defenderse o morir. Esas eran las opciones, dicen sus cercanos. Y ha sacado los colmillos hasta dejar tocados a los propios, porque la defensa de lo innecesario de la emergencia nacional ha sonado desde el momento que la pronunciaba como un feo al presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, que se ha pasado semanas predicando sobre la oportunidad de esa emergencia nacional. Puede que sea uno de esos mensajes que uno y otro se van lanzando casi como si no pasara nada. ¿No dijo el gran líder que lo vio “noqueado” tras las inundaciones?
El hotel madrileño donde se ha celebrado el acto (uno de esos de alto copete donde, apagados los focos, a los periodistas se les invita a salir por una puerta lateral) está en la plaza de la Lealtad. ¡Qué cosas tiene el destino! Lealtad, uno de esos grandes conceptos muy repetidos en la jerga política que se va perdiendo por el sumidero de la posverdad y el populismo. No hay lealtad cuando lo fundamental es salvar la piel política.
Lo de esta mañana ha sido, sobre todo, otra muestra más del grado de división, desconexión, frentismo y crispación que van descomponiendo la política valenciana desde hace cuatro meses. Desde un 29 de octubre que continúa tan presente como si fuera hoy, a pesar de los 118 días transcurridos. Y no porque no sea trascendente (histórico) lo que aquel día sucedió, sino porque la conversación pública continúa sobre la culpa de la gestión de una emergencia que deja 227 muertes. De eso va todo y también lo de este ‘desayuno informativo’ en la gran capital, con toda la atención delante.
Puede que fuera la oportunidad de Mazón de mostrar sus cartas de defensa (“la verdad, no mi verdad”, ha dicho), pero uno observaba los rostros de estupor en la sala de prensa (la principal se ha llenado) y sentía un latigazo de incomodidad en la boca del estómago. No es para estar orgullosos como valencianos. No es para estarlo que el 29O haya derivado en un gran espectáculo político, con grandes culpas y acusaciones gruesas de una administración a otra. No lo es que ese haya sido el centro de la intervención de Mazón y que no se hable de futuro ni de colaboración y comprensión para acompañar a la ciudadanía en el momento más difícil que ha pasado. El resumen en pocas palabras de la conferencia es: yo lo he hecho bien y tú no solo lo has hecho mal, sino que has intentado sobre todo que yo lo hiciera mal y que todo el mundo viera que lo he hecho mal. Más fuego a la caldera donde aún no hay cenizas.
La verdad (la de Mazón) contra los bulos de los otros (el Gobierno de Pedro Sánchez). Ese ha sido el objetivo de esta presentación en Nueva Economía Fórum, que es algo así como el intento desesperado de quien ve que, cuatro meses después, su discurso no cuaja. Lo ha venido a admitir en una respuesta a las preguntas posteriores al discurso: “Me funciona mejor la recuperación que el relato”. La frase la ha envuelto en el tono de toda la mañana, el que le ha llevado a autocalificarse de “daño colateral” de la estrategia de Moncloa para tapar su mal hacer: prefiere eso a no estar en la reconstrucción, ha dicho. “No me he defendido para centrarme en defender a los valencianos”.
Ha estado, por tanto, en lo que no le funciona: lo que hizo y lo que pasó el día D de la riada. De eso ha ido el 80 % de una intervención medida que deja fuera al president de una posible responsabilidad judicial. Porque se ha centrado en contrarrestar el “mantra criminal de la izquierda” de que no se envió la alerta masiva a la población hasta demasiado tarde (así lo dice la jueza que lleva el caso) porque le esperaron a él. ¿Esperar a quien no forma parte del Cecopi?, se ha preguntado. Ese mantra y el de que estuvo incomunicado por la famosa comida con la periodista, aunque para defenderse ha dejado ver que llama por primera vez a la consellera Salomé Pradas a las 17:37 y que no llega al centro de emergencia antes de las 19:43 (a esa hora es la última llamada a la consellera).
Para ver cómo están las cosas en estos tiempos de los relatos y contrarrelatos, basta con fijarse en lo dicho sobre la UVE (la unidad autonómica de emergencias) y la tasa turística. La primera no la desmontó (como le han acusado) porque no había llegado a funcionar. Eso ha afirmado el president. De la segunda, el presentador, el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, ha puesto en valor que Mazón la tumbara al llegar al poder. Pero como la UVE, tampoco había entrado en vigor, porque operaba una moratoria. Eso no se ha dicho. Así van las cosas en estos tiempos.
Y estos actos, y más en el contexto en que se producía este, tienen mucho de escenificación. Y Mazón no ha estado solo. Le han acompañado casi todos los diputados y senadores valencianos del PP (Alberto Fabra, Macarena Montesinos, Belén Hoyo, Sandra Pascual, Luis Santamaría…), una buena representación del Consell encabezada por Susana Camarero (también José Antonio Rovira, Marciano Gómez y Juan Carlos Valderrama), el eurodiputado Esteban González Pons y los cargos principales en Alicante (el presidente de la diputación, Toni Pérez, y el alcalde, Luis Barcala) y otros notables del PP nacional, con Cuca Gamarra y Miguel Tellado a la cabeza, sin faltar Cayetana Álvarez de Toledo. Pero no ha sido un desembarco ni una manifestación de apoyo en bloque. No estaba el líder del PP, Alberto Nuñez Feijóo, como ya se ha dicho, ni la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, ni ningún otro barón autonómico, ni los mandatarios valencianos (ni la alcaldesa Catalá ni el presidente de la diputación, Vicent Mompó). No estaba tampoco la cúpula empresarial. Ni española ni la valenciana. Ha estado el presidente de la Cámara de Comercio y el secretario general de AVE, pero no los más altos representantes.
No sé si esta tarea de reconstrucción es “la obra de la vida” de Mazón, pero sí que es, como ha dicho, la labor “más hercúlea” desarrollada por una autonomía en esta democracia. Lo que parece difícil de explicar es encarar una misión así desde una declaración de guerra diaria.
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