Análisis

El problema de Vox se agiganta para el PP con Camps a la caza

Mazón y Catalá han comprobado en menos de dos años la naturaleza inestable de la ultraderecha como socio de gobierno.

El problema de Vox se agiganta para el PP con Camps a la caza

El problema de Vox se agiganta para el PP con Camps a la caza

Alfons Garcia

Alfons Garcia

Como surgido de la nada: un par de informaciones en eso que se ha bautizado como ‘la fachosfera’, un audio escabroso, una amenaza y, en menos de 24 horas, a la calle cautelarmente y la gobernabilidad de la ciudad de València, en el aire. Es lo que ha visto la alcaldesa, María José Catalá (PP), que pasaba con su teniente de alcalde y hasta hace unos días líder municipal de Vox, Juanma Badenas.

El partido de Santiago Abascal ha vuelto a demostrar una de sus principales características: la impredecibilidad. Tenerlo como socio es una garantía de inseguridad, inestabilidad y zozobra. Se vio en julio de 2024, cuando rompió todos los pactos autonómicos con el PP, incluido el firmado en la C. Valenciana con Carlos Mazón, que desde entonces gobierna en minoría parlamentaria. Ahora le ha tocado a Catalá. Los dos grandes acuerdos de PP y Vox en las instituciones valencianas se han demostrado en menos de dos años problemáticos, a pesar de las buenas conexiones que tanto Mazón como Catalá mantienen con la órbita madrileña de Vox, donde se cuece todo en el partido ultra, en coherencia con su doctrina españolista y recentralizadora.

La izquierda sobrellevó los ocho años de gobierno en la Generalitat y en la capital valenciana con una fiabilidad muy superior a la que han exhibido los pactos en la derecha en un año y pico de experiencia. Si se comparan ambos periodos, las relaciones internas entre los socios de la derecha dan mayor apariencia de fluidez y de ausencia de disensos en el día a día, pero el marco general de los acuerdos se ha demostrado de una inestabilidad peligrosa, algo que no sucedió en la etapa anterior. Es la evidencia de que la formación de ultraderecha es la que más cómoda se encuentra jugando fuera del sistema. O entrando y saliendo.

Para situar el análisis en su sitio, los contextos son diferentes entre Consell y ayuntamiento. En la Generalitat, pese a la ruptura de julio pasado, Vox ha estado al lado de Mazón incluso en la difícil situación del president tras la riada del 29 de octubre. Se han regalado afecto mutuo en cada sesión en Corts en este tiempo. Pero ha llegado el momento de sacar adelante el proyecto de presupuestos de 2025 (retrasado en octubre por la dana) y, cuando ya se había marcado una fecha, ha habido que cambiar los planes porque no existe consenso. Vox ha vuelto a mostrarse como un factor de inestabilidad: arenas movedizas pese a los abrazos y sonrisas. En València, el golpe de inseguridad ha venido por la súbita expulsión del que ha sido principal representante de Vox en el consistorio, su cartel electoral en 2023.

Hay que tener en cuenta que estos movimientos se producen además en un momento sensible para el PP, con Mazón señalado y un ruido constante de sables desde Madrid sobre una posible sustitución del president. Catalá, para añadir más ingredientes al cóctel, está en el pañuelo de posibles candidatos por su condición (necesaria) de diputada. Y Vox sabe que es la llave para cualquier relevo. La pregunta que ha corrido por círculos políticos esta semana es si podía haber alguna conexión entre ambos escenarios. Parece difícil verla a día de hoy.

Quien aparece de forma difuminada por detrás en ambos paisajes es Francisco Camps. En València porque personas que han estado políticamente cerca del expresident en los últimos años están en el entorno ahora de Badenas. Y en la Generalitat porque Camps ha sido el primer ilustre del PP en mover ficha orgánicamente de cara al ‘posmazonismo’. Tras intensificar su gira de encuentros con militantes (ayer estuvo en Burriana), el ‘campsismo’ se destapó esta semana con un comunicado para reclamar un congreso este verano en el que redefinir liderazgos y estrategias. Lo dice claro Camps hoy en estas páginas a C. Pascual: «Desde el año 2015, el partido languidece, y un partido como el nuestro necesita de militancia, de actividad interna». Lo de Camps y sus afines puede ser una aventura hacia la nada, pero una regla valiosa en política es que quien mueve ficha primero en situaciones de vacío de poder tiene mucho a ganar. Posiblemente hay líderes actuales del partido capaces de aglutinar más apoyo popular (Catalá, Vicent Mompó, Pérez Llorca, Toni Pérez…), pero mientras se mantienen quietos por el peso de sus cargos, Camps intenta capitalizar ese vacío.

Volviendo al principio, sobre el trauma esta semana en València ciudad con Badenas, Camps deja hoy una frase sugerente : «Uno de mis objetivos en este proceso es que Vox desaparezca». Que su base social regrese al PP. Quizá alguien en Madrid ha empezado a detectar ese aroma.

Un apunte final: la semana corrobora que la continuidad de Mazón se diluye cada día.

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