Reproducción asistida
«Nadie creía en congelar óvulos, lo conseguimos y ahora lo hacen todos»
El Instituto Valenciano de Infertilidad (IVI) cumple 35 años de trayectoria y expansión internacional con 100.000 nacimiento en el último año, lo que equivale a un "bebé con apellido IVI" cada cinco minutos

Ernest Lluch, director de IVI Valencia, y José Remohí, cofundador de IVI. / L-EMV

"Cuando comenzamos con la vitrificación de óvulos, nadie nos creía. Ahora lo hace todo el mundo". El hito lo consiguió el Instituto Valenciano de Infertilidad (IVI) en el año 2007, fueron los primeros con la dedicación de la doctora Ana Cobo. Para José Remohí, cofundador de IVI junto a Antonio Pellicer, la posibilidad de congelar óvulos ha sido la segunda gran revolución para las mujeres en el campo de la maternidad y la fertilidad porque "les ha permitido separarla de su edad". La primera fue la píldora, en los años 60, cuando desligaron la sexualidad de la maternidad y consiguieron "libertad e independencia sexual".
Fueron los primeros en la vitrificación de óvulos y, pese a que Remohí asegura que es imposible "conseguir un hito cada año" en el ámbito científico, cosechan una larga lista de hitos desde la inauguración de la primera clínica en València en 1990; ahora cuentan con más de 30 clínicas en España y han llevado a cabo una intensa expansión internacional, con presencia en Italia, Reino Unido o Estados Unidos, entre otros países. Entre ellos, el primer embarazo en España en el que el padre se había sometido a una vasectomía anteriormente, en 1993; el primer embarazo del mundo con esperma congelado de esperma de un hombre estéril, en 1995; o el primer nacimiento de un hijo sano de una pareja con sida, en 2002.
Todo eso ha sido posible al trabajo de un equipo comprometido "sin personalismos" donde cada profesional pueda crecer profesional y personalmente. Y, sobre todo, gracias a la investigación porque, pese a ser un centro privado, siempre han creído en ella desde sus inicios. "Durante los primeros tres años, cuando no nos llevábamos ni una peseta a casa, no renunciamos a invertir un 5 % de los ingresos a la investigación", explica Remohí, quien señala otro hito: ser el primer centro privado adscrito como instituto universitario a la Universitat de València (UV).
Su trabajo y trayectoria les ha permitido consolidarse como una clínica y un grupo de referencia. Tanto es así que cada cinco minutos nace un "niño con el apellido IVI" en el mundo. Cerraron el año 2024 con 100.000 nacimientos, 13 por hora, y más de 200.000 tratamientos, con un aumento de su actividad año tras año. En la clínica de València, dirigida por el doctor Ernesto Lluch, tuvieron un incremento de un 5 % en el número de tratamientos -en la línea del conjunto del grupo- y con un aumento del 15 % en el número de pacientes locales, aunque un tercio de ellos sigue teniendo procedencia extranjera, quienes vienen buscando la excelencia médica y la eficiencia. En los últimos años, han registrado también un aumento del número de mujeres que decide congelar sus óvulos. En el centro valenciano, se ha duplicado su número solo en 2024 y, a lo largo de la última década, las cifras se han multiplicado por mil.
Cambios sociales
En sus 35 años de historia, ha cambiado también el perfil de sus pacientes, con la irrupción de las mujeres que emprenden la fecundación en solitario o las parejas homosexuales. Pese a este cambio, hay dos factores inmutables: el aumento de la edad de las mujeres en tratamientos, que se ha elevado hasta los 37 o 38 años cuando era de 33 años hace dos décadas; y las tasas de infertilidad de las personas, que siguen estables entre un 15 y un 18 % de la población. "Serían cifras alarmantes si habláramos de cáncer", asegura Remohí.
El retraso en la edad de gestación es consecuencia de los cambios sociales: la formación universitaria, el deseo de vivir ciertas experiencias antes de querer ser madre, la demora en conseguir estabilidad laboral y su precariedad... Lo importante, como han remarcado los expertos en varias ocasiones, es contar con óvulos propios jóvenes -lo recomendable es hacerlo antes de los 35 años- porque la ciencia ha conseguido que sea posible ser madre incluso a los 60 años. No obstante, se añaden ahí componentes éticos en la edad límite para implantar un embrión: "No vamos más allá de los 50 años por una cuestión de orfandad de los descendientes -, explica Lluch-. Hacemos un análisis caso a caso basándonos en criterios médicos, pero somos partidarios del autocontrol.

El doctor Ernesto Lluch y el doctor José Remohí durante la rueda de prensa. / ED
El gran reto sigue estando en mejorar la implantación del embrión en el útero; la tasa de éxito es del 60 %. "Es el punto crítico, pero hemos avanzado mucho". Lo han conseguido con mayor notoriedad en la reducción de embarazos gemelares -ahora solo representan el 3 % del total frente al 30 % de hace tres décadas-, en la reducción de los riesgos de la estimulación ovárica y en la tasa de éxito de fecundidad que era del 19 % por ciclo en los años 80 y, ahora, alcanza el 70 %. "Tenemos aún campo para avanzar", ha reconocido Remohí.
También ha habido un trabajo para reducir el coste económico de un tratamiento de fertilidad. Según explica Lluch, en 1990, el precio equivalía a 3,5 salarios medios y se necesitaban entre cinco y seis procesos para conseguir la fecundación. En 2025, un tratamiento básico cuesto lo mismo que 2,5 salarios medios, pero se consiguen resultados solo con un par de intentos.
La revolución de la inteligencia artificial
La optimización de las tasas de éxito tendrá como responsable a la inteligencia artificial (IA). Su uso está extendido en los procesos de laboratorio, como por ejemplo para procesar las imágenes en el momento de la elección del embrión con un método "más preciso y consistente", según Lluch; pero el futuro pasa por el análisis de la calidad de los óvulos, el análisis de datos para detectar el mejor tratamiento para cada paciente, con a personalización del proceso, o contribuir a simplificar los procesos, sin renunciar a seguir haciendo el proceso más seguro. "Seremos más eficaces en el uso de recursos y en la ocupación del tiempo de las pacientes para hacerles la vida más fácil", ha explicado. Con mayor eficiencia y efectividad, será posible completar con éxito un embarazo "de la forma más sencilla posible"; la máxima de "maximizar los resultados con la menor inversión".
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