Ciudades resilientes

Necesitamos adaptar nuestras ciudades a los eventos atmosféricos extremos, cada vez más presentes.

Necesitamos adaptar nuestras ciudades a los eventos atmosféricos extremos, cada vez más presentes. / A. S.

Jorge Olcina

Asisto a un seminario sobre ciudades resilientes y adaptadas a los eventos atmosféricos extremos que organiza el Ministerio de Vivienda y Agenda Urbana en Madrid. Se presentan ejemplos europeos y españoles de adaptación al cambio climático, en una coyuntura muy marcada por el efecto de la DANA ocurrida a finales de octubre en Valencia. En el ámbito europeo se comentan los casos de Copenhague y especialmente de los Países Bajos con su proyecto Room for Rivers, que va por su versión 2.0. 

Cuando uno escucha que el suelo y el agua son elementos fundamentales en la planificación del territorio de ese país y que por acuerdo de los partidos políticos tienen tratamiento prioritario y especial a la hora de la asignación de nuevos usos en el suelo, piensa el largo camino que todavía nos queda por recorrer en nuestro país, donde esos dos elementos del medio natural se siguen teniendo como argumento de lucha política y, lo peor, como recurso para el crecimiento inmobiliario y su correspondiente dotación de agua. 

En la tragedia de la DANA de Valencia nos hemos dado cuenta del maltrato que ha sufrido nuestro territorio por la desmesurada ocupación de espacios inundables. Asistimos, además, al desmembramiento de normativas de protección ambiental y de facilitación de la nueva promoción residencial incluso en zonas inundables, con el argumento de la reconstrucción. Y asistimos, lamentablemente también, a la puesta en cuestión de la cartografía oficial de riesgo de inundación en algunos territorios del litoral mediterráneo que mantienen intactas sus expectativas de crecimiento residencial a cualquier precio. 

Con estos mimbres poca construcción de territorios resilientes y adaptados al cambio climático vamos a desarrollar en nuestro país. El ilusionante proyecto del país europeo que apuesta por las soluciones basadas en la naturaleza en un país claramente inundable afectado con frecuencia por crecidas fluviales que ocasionan graves daños económicos. Desafortunadamente no estamos preparados aún para desarrollar programas ambiciosos de planificación territorial para la reducción del riesgo y para la adaptación al cambio climático. Una planificación que debe partir de un principio esencial: el territorio, con su comportamiento a veces extremo, debe comprenderse y respetarse sin pretender rebasar sus límites, si queremos vivir en espacios que garanticen la seguridad de la vida humana. 

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