El gesto de Morant y la responsabilidad
El rostro de Morant lo decía todo en un cónclave donde ha faltado responsabilidad y proyecto, pero los gestos no bastan.

Diana Morant, ayer, en el Congreso Provincial del PSPV. / J.M. López
En los congresos, pequeños teatrillos de los partidos, cuentan los gestos tanto o más que las palabras. Diría que más, porque son menos sencillos de controlar. No pasó inadvertida ayer la pose severa, dura, de Diana Morant en el rato que estuvo en Paterna. Casi ni una sonrisa. Y una actitud extremadamente en todo su discurso. ¿Casualidad? No lo creo. Creo más que intentó decir sin decir a los de su provincia que el momento no está para pequeñeces orgánicas y refriegas umbilicales. Vino a decirlo también al dedicar el 99 % de sus palabras a la situación tras la dana y la guerra arancelaria y encomendar en el 1 % restante a los mandatarios provinciales (a Carlos F. Bielsa) a salir a «ganar la calle y la sociedad con empatía y generosidad».
La pregunta es si basta con esos gestos velados y esa declaración breve. Mi respuesta es no, porque Morant es la secretaria general del PSPV y, por mucho que opere la autonomía territorial, no se entiende un partido mínimamente serio sin jerarquía. La misma que funcionó para forzar un acuerdo que evitara una guerrade recursos tras las primarias más ajustadas que se recuerdan. La integración firmada entonces ha sido interpretada de manera tan diferente por los dos aspirantes que el partido sale más roto de lo que entró al congreso.
Responsabilidad, respeto y proyecto. Son los tres conceptos dormidos en este cónclave, que corrobora la mala digestión en el PSPV de la estructura provincial.
Responsabilidad ha faltado desde el minuto cero, porque la batalla de Valencia nunca debió ser. Solo hacia falta abrir la ventana y mirar al exterior. Cuando un partido no es capaz de olfatear la obligación de pactar y guardar las armas, algo importante falla. Y la responsabilidad ha de ser ahora la de Morant para reconducir la situación.
Respeto se merecían los alcaldes de la zona arrasada y, sobre todo, su ciudadanía. Y también cualquier socialista. Desviar la atención en luchas de poder internas cuando Carlos Mazón está en situación de crisis cuesta de entender. Hacerlo justo el día después de que declaren ante la jueza dos altos cargos por su gestión en la tragedia es ya un regalo imposible de entender.
Proyecto ha quedado claro que el primero es el del poder, por mucho que los argumentarios subrayen lo del proyecto común. Más que las palabras, importan las caras y hoy el socialismo valenciano enseña la peor.
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