La era de la extrema derecha: llega la “Guerra Fría 2.0”

La politóloga valenciana Anna López publica ‘La extrema derecha en Europa’, un ensayo de urgencia, sin academicismos, que se ofrece como manual para entender un cambio de época tras constatar que los ultras ya han acampado en las democracias europeas

Santiago Abascal, la semana pasada en Valencia.

Santiago Abascal, la semana pasada en Valencia. / Manuel Bruque/Efe

José Luis García Nieves

José Luis García Nieves

València

“Europa es el lugar donde el jardín de Goethe colinda con el campo de concentración de Mauthausen”. Con esta cita de Timothy Garton Ash arranca el ensayo La extrema derecha en Europa, publicado esta semana por la politóloga Anna López para abordar, lejos de academicismos, el cambio de agujas histórico al que se enfrenta Europa (y el mundo), casi un “cambio de época”, en palabras de la autora.

En la última década, la extrema derecha ha duplicado votos, se ha hecho con uno de cada cuatro escaños en parlamentos estatales, participa en doce ejecutivos nacionales y cientos de regiones y ayuntamientos. Un 28 % de europeos viven en sociedades gobernadas por esta miríada de fuerzas dispares, desde los que reivindican abiertamente el fascismo a tradicionalistas, ultraconservadores o populistas antisistema. Una constelación de fuerzas dispares que comparten referencias, como un nacionalismo beligerante, un antiglobalismo que casa con ese repliegue nacional y la implantación de aranceles, la xenofobia y “un desacomplejado anti-intelectualismo”. Un movimiento que busca, en definitiva, “dinamitar la democracia desde dentro”.  

Anna López, politóloga y autora del libro.

Anna López, politóloga y autora del libro. / Miguel Angel Montesinos

Para López, nos encontramos en un punto de inflexión, un cambio de era que sustancia un término: “Guerra Fría 2.0”. En este caso, no son dos bloques económicos que se reparten el territorio mundial en áreas de influencia. 80 años después de la segunda guerra mundial, se trata de una confrontación ideológica dentro de cada sociedad, donde se contraponen dos modelos de vida y dos sistemas de gobierno: el pluralismo y la tolerancia democrática frente a un “autoritarismo electoral”.

Votos de malestar

¿Donde están las causas de esta deriva? El ensayo, entregado a la imprenta semanas antes del ruidoso aterrizaje de Trump, aborda las bases de la frustración y la nostalgia de una parte de la sociedad respecto a los valores tradicionales, la desconfianza hacia partidos e instituciones tradicionales por la falta de respuesta ante las crisis. También constata la avería del ascensor social, ese deterioro del empleo que rompe el pacto tácito de la democracia capitalista (si te esfuerzas, progresas)... Todo aquello, en definitiva, que alimenta un voto de malestar que capitalizan estas fuerzas, todo ello en un tiempo marcado por la velocidad de los cambios y formas de comunicación (redes sociales) que propicia la polarización y segmentación de públicos. En ese contexto, se ha declarado una guerra a los nuevos valores compartidos en las sociedades occidentales en el contexto de la globalización, sostiene.

Santiago Abascal, en un mitin en Feria Valencia, este mes.

Santiago Abascal, en un mitin en Feria Valencia, este mes. / Eduardo Ripoll

Llegados a ese punto, la pregunta que trata de responder López es qué ha pasado para que esas ideas pasen de marginales a seducir a tanto votante en dos décadas. La conclusión no es complaciente. Y tiene bases económicas. La autora se remonta a los 70, cuando Milton Friedman cambió la piel del capitalismo, con una globalización que movió los cimientos del mercado de trabajo. El matrimonio de conveniencia entre democracia y un capitalismo regulado al servicio de la sociedad cambió por una economía sin límites (neoliberalismo) cuyas debilidades exprime hoy la extrema derecha.

La responsabilidad de los partidos tradicionales

López no esconde su pesimismo, pero ofrece alguna vía de salida. Ante el desafío trumpista -una “nueva autarquía capitalista”, dice-, la única resistencia que hoy se vislumbra en EE UU está en los movimientos ciudadanos y los jueces que ejercen de “cortafuegos” ante las extralimitaciones antidemocráticas. En Europa, además de esos factores -la justicia ya frenó el intento de Italia de externalizar a Albania la acogida de inmigrantes-, añade un tercer elemento: los partidos políticos que no compren esos dogmas. Es decir, los liberales, socialdemócratas o democracia cristiana que alumbraron esta Europa y que pueden dar respuesta a los malestares que alimentan la hoguera. Ya no será una cuestión de resistir, de ganar tiempo elección tras elección, concluye López, sino de recuperar la centralidad de la política, porque los extremistas ya han saltado el muro de las democracias liberales que estaban asediando. “Ahora ya los tenemos dentro de nuestras murallas. Acampados en el mismo centro de la ciudadela europea”, concluye.

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