Si sucedió una vez...

Embalse de Forata, con enormes daños tras la dana del 29 de octubre. / Germán Caballero
Enrique Moltó
Hace años que insisto en lo absurdo de los periodos de retorno a los que se acogen algunos técnicos y, sobre todo, políticos en el tema de los riesgos naturales. A título interno y por justificar ciertas obras públicas o la falta de ellas puedo entender que se hagan cálculos y, sobre todo, mapas en los que se calculen para inundaciones calados máximos y periodos de retorno de 25, 100, 200, 500 y 1.000 años, por ejemplo. No obstante, el técnico y, sobre todo, el político que aplica lo que dice el técnico debe tener claro que todo eso se hace según unos modelos a los que alimentamos con nuestros datos y que pretenden reproducir condiciones reales, pero no son la realidad. Es imposible modelizar por completo los obstáculos con los que se va a encontrar el agua en su discurrir y debemos entender que esos datos de partida se deben actualizar en función de la evolución natural y sobre todo artificial de las cuencas. Tal y como hemos podido comprobar en la riada del 29 de octubre nada sucedió exactamente como decían los modelos. Las zonas afectadas tuvieron calados muy diferentes a pocos metros de distancia y, por supuesto, no tenemos ni idea de cuándo puede volver a pasar un evento similar. Eso no quiere decir que la cartografía de zonas inundables no sirviera para nada, ha sido útil de forma genérica. De hecho, las zonas marcadas como inundables fueron, en su mayoría, las que se inundaron, si nos olvidamos de la especificidad de los calados y de los absurdos años de retorno. También lo hicieron otras no marcadas, pero anejas a las anteriores. Como me comentaba mi colega Philipp Schmidt, en riesgos naturales debemos aplicar la máxima del mayor alcance conocido o registrado en la historia documental o geológica en un lugar dado como la referencia básica en la planificación que debe prevenir los riesgos. Ese es el mejor modelo y, atención, solo contando con que siempre puede haber eventos inéditos, tanto por los peligros naturales que los originarán como por la variable exposición y vulnerabilidad de las sociedades afectadas. Tengamos, pues claro que, si algo ha pasado ya, como mínimo, puede volver a pasar con la misma intensidad, aprendamos de cada evento y planifiquemos con esa enseñanza.
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