La indignación limita la agenda política

Las expresiones de protesta en seis meses se diversifican: desde la manifestación mensual contra Mazón que no baja de las 20.000 personas a los reproches espontáneos que persiguen al ‘president’ en sus actos

Diego Aitor San José

Diego Aitor San José

València

El 31 de octubre, 48 horas después de la tragedia, la indignación ciudadana por la gestión política ya se había transformado en convocatoria de manifestación para el 9 de noviembre. Casi seis meses después, las mismas entidades vuelven a citar este lunes a la población en el centro de València para la que será la séptima protesta bajo el lema «Mazón dimisión» y tratando de canalizar un descontento no siempre controlable, que ha ido tomando distintas vías e influyendo en el desarrollo de la agenda institucional desde entonces.

Dónde van y qué han los representantes políticos ha estado muy marcado por estas expresiones de enfado y protesta. Especialmente las espontáneas. La imagen más representativa se vio el 3 de noviembre en Paiporta. La visita de las autoridades, con los reyes al frente, terminó en lanzamiento de barro a la comitiva, disturbios y la suspensión del paso posterior por Chiva y Utiel, con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, yéndose antes de tiempo tras recibir una agresión en forma de palazo.

Vídeo: Abucheos y gritos contra Mazón en su visita a Castelló durante la Magdalena

Gabriel Utiel

Aquella salida precipitada de Sánchez —que no ha vuelto a pisar la zona cero desde entonces— cojeando no ha sido la única ocasión en la que un político ha tenido que condicionar su actividad ante las posibles quejas de la ciudadanía, como la visita sin avisar de Alberto Núñez Feijóo, la falta de estas de otros dirigentes estatales como Santiago Abascal o Yolanda Díaz; el episodio de Margarita Robles, ministra de Defensa, abroncando a unos vecinos o las dificultades de Salomé Pradas y Emilio Argüeso para entrar en los juzgados el día de su declaración en los juzgados.

Pero quien más lo ha notado ha sido Mazón. A las manifestaciones mensuales pidiendo su dimisión, que no han bajado de 20.000 personas pero han reducido su tensión después de los disturbios vistos en la primera, se une la banda sonora de reproches anónimos que ha acompañado al president de Orihuela a Castelló, de un congreso de FP a la toma de posesión de la rectora de la Universidad de Alicante, el último caso, este viernes pasado en Torrevieja, con una decena de personas esperándole. Estas protestas han condicionado su día a día y han hecho de la agenda del jefe del Consell una parte más del menú informativo.

Inicio de la manifestación en la plaza del Ayuntamiento de València

Inicio de la manifestación en la plaza del Ayuntamiento de València / JM López

Empezando por la zona cero donde, más allá de una visita a Torrent por los autobuses lanzadera, donde fue increpado cuando todavía no habían pasado dos semanas desde la dana, y dos visitas con los reyes a Chiva y Utiel, el president no ha pisado casco urbano afectado. En su lugar, ha preferido acudir a polígonos industriales, caminos rurales o carreteras restauradas. Aunque el máximo exponente se nota con los festejos.

La presión social sobre Mazón continúa con la séptima manifestación de hoy

Redacción

Sin días de guardar

El caso más claro fue en la Magdalena, donde dejó a medias su recorrido por las ‘gaiatas’ ante la «amenaza de seguridad». En la misma fiesta, no participó en la tradicional romería de las cañas, un acto al que llegó tras unas Fallas anómalas donde su ausencia en el balcón del ayuntamiento durante las mascletaes —y sin agenda alternativa— fue uno de los asuntos más comentados. Finalmente, solo acudió a la cremà y por sorpresa. La tríada se complementará el 1 de mayo al programar un viaje a EEUU el día de la romería de la Santa Faz, en Alicante.

Toda esta olla a presión ha tenido también salidas fuera de la legalidad. El Consell ha presentado, al menos, tres demandas por amenazas de muertes en redes sociales contra el president por las que ha habido un detenido mientras el PPCV denunció el viernes la vandalización de su sede en València. Seis meses después, la indignación y sus distintas representaciones continúa limitando la agenda política.

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