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Imagen de una calle de uno de los polígonos industriales de Beniparrell tras la dana.

Imagen de una calle de uno de los polígonos industriales de Beniparrell tras la dana. / Daniel Tortajada

Jorge Olcina

No es nada bueno el ambiente que estamos viviendo en la C. Valenciana en estos meses que han pasado desde la tragedia de la DANA del pasado octubre. Se han activado obras, comisiones, se ha movilizado dinero para sufragar daños, se presentan nuevas propuestas o se recuperan algunas que ya existían para llevar a cabo obras hidráulicas que eviten un nuevo desastre. Pero hay mucha rabia contenida en la gente de las poblaciones afectadas, que se sigue sintiendo olvidada por las administraciones; y hay incredulidad y estupefacción en buena parte de la población valenciana que echa en falta respuestas y verdades. La gente de bien no entiende de veleidades ni tacticismos políticos en un tema así. Lo único que quiere son soluciones y medidas rápidas que ayuden a la gente. Y eso no lo estamos viendo. Tampoco estamos viendo coordinación entre administraciones. En definitiva, está ocurriendo lo que no queremos que ocurra en la gestión de un desastre de este tipo. Lo único positivo es la tenaz acción judicial que está intentando desentrañar lo que ocurrió en la jornada del 29 de octubre. Creo que la idea que ha quedado clara en la sociedad valenciana es que no se alertó a la gente del peligro que acechaba en el área que había recibido a la 7:30 de esa mañana un aviso meteorológico rojo. Y cuando se hizo era tarde. En una situación como la vivida en Valencia hace seis meses, la lluvia manda. Y cuando desemboca, como suele ser habitual en el litoral mediterráneo, en un proceso de crecida fluvial relámpago si no se ha alertado con tiempo a la población, al menos con tres o cuatro horas de antelación, cualquier acción que se lleve a cabo con un intervalo de tiempo menor, es ya poco útil. En otras palabras, el aviso meteorológico es determinante para modular las actuaciones y protocolos necesarios durante esa jornada que permitan salvaguardar la vida humana. Han pasado seis meses y la zona afectada sigue viviendo un drama diario, porque han perdido familiares, porque han perdido su trabajo, sus negocios, porque no se han reabierto carreteras y puentes, porque no funcionan aún los ascensores de muchos edificios. De seguir la coyuntura política como está ahora pasarán otros seis meses y estará todo igual. ¿No sería bueno un cambio en todos los sentidos?

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