Sanidad
Los últimos pacientes del Doctor Moliner
El hospital de crónicos cierra en agosto durante un lustro para su reforma integral
Los pacientes y cuidadores destacan la atención cercana: «Si no mejoras aquí, no podrás hacerlo en otro sitio»

Ana de los Ángeles

Al sol de mayo y resguardados bajo la sombra de un árbol, Fernando y Manuel conversan sobre el cierre del hospital Doctor Moliner. En un banco, junto a ellos, está la mujer de Fernando, quien está ingresado desde hace cuatro meses para su recuperación. Tiene ganas de irse a casa, a la Pobla de Vallbona, pero médicamente aún no está preparado. En principio, será uno de los pacientes derivados al Padre Jofre o al complejo sanitario Quart-Mislata, el antiguo hospital militar, si no le dan el alta antes de otoño, cuando el centro de crónicos y larga estancia de Serra, en la partida de Porta Coeli —de ahí su popular nombre—, cierre sus puertas para una reforma integral, cuya duración estimada es de cinco años, según la información de la Conselleria de Sanidad. Por eso, Fernando y Manuel —ha conseguido una plaza en una residencia— son parte de los últimos pacientes del Doctor Moliner.
La clausura del centro es su tema de conversación preferido estos últimos días. En realidad, tienen poca información; hay mucha rumorología por los pasillos del centenario edificio, con deficiencias estructurales, de ahí las obras tan necesarias, como complejas. El lunes tienen una reunión informativa con la gerencia del hospital para conocer los detalles al respecto, con los que esperan disipar las habladurías inciertas y tener certezas. Prima la curiosidad a la intranquilidad, aunque algunos pacientes y familiares están preocupados por perder el contacto con el personal del centro. «Estamos muy bien atendidos y la comida es muy buena —, relata Fernando a Levante-EMV—. Pero lo mejor es el entorno, poder salir a respirar en plena naturaleza». En medio de la sierra Calderona, un enclave inmejorable. En la ciudad, les será más difícil abrir la ventana o salir a pasear. Contaminación y ruido.

Manuel, Fernando y su esposa conversaban el viernes en el patio del centro. / Ana de los Ángeles
Deficiencias estructurales
Sanidad ha dado información sobre los centros sanitarios que suplirán el cierre del Moliner. Está habilitando 30 camas, en habitaciones dobles, en el hospital de crónicos Padre Jofre en la ciudad de València —hay quejas de los familiares de los pacientes allí ingresados por el tamaño, pequeño, de las habitaciones—, a las cuales se sumarán 78 adicionales en septiembre en el antiguo hospital militar, aun en obras, y otras 24 en Manises. Un total de 132 camas frente a las 186 de su capacidad total, 50 menos que las que habrá ahora, pero fuentes de Conselleria aseguran que habrá camas para todos. En Porta coeli, operativas hay solo 150 porque una planta, la quinta y última está clausurada. Según parte del personal, «la estructura no puede soportar el peso necesario» para su actividad allí, como acreditó Sanidad en 2017.
A simple vista, el edificio descubre sus costuras. El tejado, la fachada principal y, parte de los balcones de la parte trasera, están cubiertos y protegidos por una infinita malla, instalada en 2020, para evitar incidentes en caso de desprendimiento. El frontispicio tiene humedades, desconchones y grietas, pese a las reformas continuas. Javier Alonso, representante de Satse, supera las dos décadas destinado al centro y no ha conocido un verano sin obras de reparación o mantenimiento. «Cada año, se ha cerrado alguna parte para reformarla; lo conozco siempre rehabilitándose», explica. El ala derecha de la segunda planta es una de las últimas. De hecho, este viernes, dos grupos de operarios trabajaban en distintos puntos del exterior del complejo.

La facahada del Doctor Moliner protegida por una malla por si se producen desprendimientos. / Ana de los Ángeles
El mejor sitio para recuperarse
Cerca de ellos, Francisco toma el aire acompañado por Katherine, su cuidadora, quien lleva atendiendo gente desde hace nueve años en el Moliner. «Si no te rehabilitas aquí, no podrás hacerlo en ninguno más», asegura. Tras casi una década, conoce al personal, son casi parte de su familia. «La calidad humana es insuperable», añade. Le apena el cierre del centro, sobre todo, porque teme que las obras se prolonguen más de lo previsto debido a hallazgos históricos. Las instalaciones se usaron como campo de concentración franquista, entre 1939 y 1942, con entre 12.000 y 14.000 presos.
Debido al cierre, desde el pasado 16 de abril, los hospitales cercanos no están derivando pacientes a Serra; no hay ingresos desde hace un mes. Pero, ¿está acelerando el centro las altas? En parte sí y en parte no. Lo explica Katherine. «Se están agilizando las de quienes se van a una residencia —, concreta—. El resto está yendo a ritmo normal. Puede que sí estén adelantando un par de semanas las altas de quienes van a casa».
Otros esperan a conocer su destino final. Es el caso de Raquel, vecina de Llíria, que recibía a sus padres. Tiene poco más de 40 años y ha perdido la movilidad de las piernas, motivo por el que espera plaza en una residencia cerca de casa para que puedan visitarla. Llegó en enero y es —como Fernando, Manuel y Francisco— una de los últimos pacientes del Doctor Moliner. Los siguientes llegarán, si se cumplen los plazos, en cinco años.
Un traslado obligado y «muy complejo»
El cierre de un hospital, más de estas características, no es sencillo, sino «complejo». Así lo defendió el conseller de Sanidad, Marciano Gómez, en una comparecencia el jueves en las Corts. La inversión es de 65 millones para transformar unas instalaciones con 100 años de historia. En principio, la idea de la Generalitat era afrontarla en dos fases, pero «por motivos de seguridad para pacientes y personal», según Gómez, se ha decidido hacerlo en una única tras una «decisión difícil y meditada». Pese a la complejidad, el conseller defendió la creación de un comité para «supervisar y coordinar» su clausura y «asegurar la calidad asistencial». La diputada popular Paqui Bartual señaló la «inacción y dejadez» del Botànic, también lo hizo Gómez, por «parchear» el centro, cuando en 2017 ya se detectaron graves deficiencias estructurales.
El traslado a otros centros provocará una reubicación del personal, que pasará a trabajar en el Padre Jofre, en Mislata o en las Unidades de Hospitalización a Domicilio (UHD). También ellos demandan más información. «Nos la dan poco a poco —, afirma una trabajadora de forma anónima—. Preferiríamos saberlo ya todo porque, en muchos casos, nos supone desplazarnos más lejos para trabajar». Las dudas abundan entre el personal de cocina porque los centros de sustitución no tienen una; la comida llega de empresas externas.
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