La 'excepción valenciana' o cómo la ultraderecha condicionó el proceso autonómico

Una investigación historiográfica cifra en 519 los episodios violentos vinculados a grupos derechistas o anticatalanistas que acabaron marcando el rumbo de la Transición valenciana

Manifestación por la autonomía y el autogobierno en València durante la Transición.

Manifestación por la autonomía y el autogobierno en València durante la Transición. / Levante-EMV

Diego Aitor San José

Diego Aitor San José

València

El 6 de octubre de 1977 Miquel Grau, 21 años y militante del MCPV (Movimiento Comunista del País Valencià), pegaba carteles autonomias en la plaza de los Luceros de Alicante cuando recibió el impacto de un ladrillo de dos kilos arrojado desde un balcón. Falleció a los 10 días. El agresor fue Miguel Ángel Panadero Sandoval, vinculado a Fuerza Nueva. Días después, la librería Set i Mig de Alicante sufrió dos intentos de atentado y la librería Crida de Alcoi y su propietario recibieron amenazas de muerte en las que se les acusaba de realizar "actividades pancatalanistas".

Son tan solo tres ejemplos de los 519 "episodios violentos" que Borja Ribera recoge en 'Violencias políticas en la Transición española', una actualización de su libro 'Una historia de violencia. La Transición valenciana (1975-1982)' donde daba como "documentados" 162 de estos eventos. No obstante, remarca que según sus estimaciones estos podrían superar el millar, hechos que no solo evidencian que la idea de la Transición como periodo pacífico es "un mito", y que en el caso valenciano tiene su particularidad porque esta acaba marcando el camino en el proceso autonómico con la ultraderecha y el anticatalanismo como arietes.

Es lo que el propio Ribera llama "la excepción valenciana". "Hubo violencia en toda España, pero el caso valenciano es excepcional porque, más allá del caso vasco con ETA donde es una magnitud, aquí quienes instigan esa violencia sí que logran sus objetivos políticos", explica el doctor en Historia. Estos no fueron otros que condicionar y "desvirtuar" al máximo el proceso preautonómico en la Comunitat Valenciana con la idea de "laminar" a los sectores más nacionalistas, vinculados a la izquierda y con el PSPV como símbolo de la afección.

Una manifestacion de ciento veinte mil personas, según los organizadores, el 12 de julio de 1976 en València organizada por Taula de Forces Polítiques i Sindicals del País Valencià, bajo el lema Per la llibertat, per l’amnistia, per l’estatut d’autonomia.

Una manifestacion de ciento veinte mil personas, según los organizadores, el 12 de julio de 1976 en València organizada por Taula de Forces Polítiques i Sindicals del País Valencià, bajo el lema Per la llibertat, per l’amnistia, per l’estatut d’autonomia. / LUIS VIDAL CORELLA

Los datos hablan por sí solos. De los 519 episodios catalogados por la investigación historiográfica de Ribera, 320 están vinculados a "violencia derechista" de los que 38 son atentados bomba, 70 asaltos e incendios, 50 amenazas, 15 tiroteos y 72 agresiones por los 50 actos que están ligados a violencia "izquierdista", de los que 19 son con bomba, 11 ataques con cócteles molotov y 6 agresiones. El resto tiene origen dudoso o sin catalogar y no se incluyen ni atracos ni quema de vehículos.

Victoria de la izquierda

Las explosiones en librerías consideradas pancatalanistas, las cartas amenazantes, las palizas tras manifestaciones, los tiroteos o los actos suspendidos por el boicot de grupos ultras tienen sus efectos en el devenir político. Tanto es así que en una autonomía donde los resultados electorales de 1977 muestran una mayoría de izquierdas clara, con el PSOE como principal fuerza por delante de UCD a diferencia de lo que ocurría en el resto del Estado, acaban en 1979 provocando un cambio al frente del Consell preautonòmic, con la salida del socialista Josep Lluís Albiñana y la entrada del 'ucedista' Enrique Monsonís.

Este reparto de fuerzas es clave, según señala Ribera, para entender el trasfondo de la violencia política en el caso valenciano y su excepcionalidad respecto al resto de España. La fuerza izquierdista es también autonomista y con tintes nacionalistas. En este pulso entre el Gobierno central y el preautonómico por controlar el proceso hacia el autogobierno estalla la conocida como Batalla de València, una referencia falsa, para Ribera, ya que no son dos ejércitos iguales que se enzarzan en una lucha sino que es un sector el que acaba forzando a base de ataques un cambio de rumbo.

Celebración de una reunión del PSPV-PSOE.

Celebración de una reunión del PSPV-PSOE. / Levante-EMV

También es destacable la distribución en el tiempo y la frecuencia de estos episodios violentos ligados a la ultraderecha. Los momentos de mayores ataques se dan durante el año en que Albiñana es presidente del Consell preautonòmic (91 en 1979) y descienden considerablemente al año siguiente (29), una cifra muy interior no solo a la de 1979 sino a los dos anteriores: 57 en 1978 y 73 en 1977, año en el que Ribera sitúa el inicio del "blaverismo" anticatalanista y la violencia ligada a esta y que contó con la "complicidad" de la gobernante UCD.

Cambios en el PSPV-PSPV

Esta violencia con los primeros pasos de la preautonomía busca alejar cualquier proximidad cultural, administrativa o política a Cataluña, con choque por la senyera y su franja azul o la denominación de la autonomía que debía surgir. Esta presión "laminó", recuerda el historiador, a los grupos nacionalistas que habían mostrado una gran capacidad de movilización (el mejor ejemplo es la histórica manifestación del 9 d'Octubre de 1977)) y afectó especialmente a una organización: el PSPV-PSOE, con un gran cambio en lo relativo a lo identitario.

La gran diferencia se observa en el Document d'Alacant que culminó la unión del PSOE y el PSPV en un momento de gran exigencia autonomista. En este se señalaba el reconocimiento de una «comunidad de vínculos lingüísticos, culturales e históricos y sociales entre el País Valenciano, las Islas y Cataluña (...) lo que para el PSPV inclina la existencia de los Països Catalans», unas reivindicaciones que serían borradas años después.

Cuatro años después, en el congreso de Benicàssim de 1982 los socialistas entierran sus esencias nacionalistas, con una rebaja identitaria en l'Estatut que finalmente sería aprobado al año siguiente y acaban de cerrar toda la batalla autonómica de la Transición donde, según el análisis de Ribera, la ultraderecha y el anticatalanismo habían logrado su objetivo convirtiendo este proceso estatutario en una "excepción".

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