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Nou d'Octubre

Una procesión marcada por la violencia y la tensión identitaria

La senyera en la Transición, la 'llengua' en los '90 y 2000 o el 'procés' marcan los enfrentamientos vividos en el día de los valencianos con grupos ultras como protagonistas

Agresiones por parte de los Yomus y de extrema derecha a manifestantes convocados por la Comissio Nou d'Octubre en la manifestación de 2017.

Agresiones por parte de los Yomus y de extrema derecha a manifestantes convocados por la Comissio Nou d'Octubre en la manifestación de 2017. / Germán Caballero

Diego Aitor San José

Diego Aitor San José

València

"Clima de violencia", "tensión en la procesión", gritos de "traidores", "catalanistas", "venuts" o "ejército al poder", lanzamiento de monedas, pelotas de goma, disfraces de la muerte, pitadas al himno, brazos en alto, contramanifestaciones, quema de banderas y, directamente, agresiones físicas. Son titulares, declaraciones y hechos que deja el repaso a la hemeroteca sobre el Nou d'Octubre, una jornada que a priori ha de ser de fiesta y que sin embargo ha sido desde hace casi 50 años un punto de tensión en torno a elementos identitarios, especialmente, la llengua y sus organismos reguladores.

La campaña de este año de la Generalitat y su 'Vixca, vixca, vixca', contrario a la normativa de la Acadèmia Valenciana de la Llengua en un momento en el que el Consell alienta su reforma, es el último ejemplo de una serie de sucesos que tienen su momento más destacado de esta tensión, convertida directamente en violencia física, en 1979. El que fue el primer Nou d'Octubre con un ayuntamiento elegido democráticamente tras la dictadura se convirtió en un momento simbólico, "un punto de no retorno", en palabras del historiador Borja Ribera, autor de 'Una historia de violencia. La Transición valenciana (1975-1982)'.

En ese momento el alcalde era, desde hacía literalmente cuatro días, el socialista Ricard Pérez Casado. Los elementos identitarios eran fruto de tensión, con las banderas como gran símbolo. En el Ayuntamiento de València estaba junto a la bandera de España la senyera tricolor de la ciudad y la oficial del Consell del momento, de franjas rojas sobre fondo amarillo y ‘sense blau'. Esa tensión explotó el día 9. Pese a las concentraciones desde primera hora de miembros de la extrema derecha frente al consistorio no se llegó a suspender porque el Gobierno Civil garantizó la seguridad, recuerda Ribera.

Pérez Casado, el Nou d'Octubre de 1979, el día que fue agredido.

Pérez Casado, el Nou d'Octubre de 1979, el día que fue agredido. / Levante-EMV

El historiador relata que la comitiva realizó el trayecto escoltada, con un cordón de protección. El alcalde se desplazó en coche, pero no evitó ser agredido en el parterre, ante la ausencia de la Policía Nacional. Salieron de allí a trompicones, narra Ribera en su libro, siendo de nuevo agredidos durante el regreso al pie a la casa consistorial. También sufrió golpes presidente de la Diputación de Valencia, Manuel Girona. El concejal Pedro Zamora, del PCE, que portaba la bandera, recibió insultos, huevazos y golpes de palos.

Renuncias a participar

No obstante, lo más recordado de aquel día fue el artefacto incendiario que se lanzó al balcón, para quemar la quatribarrada (la obsesión era evitar que la senyera de la ciudad pasara bajo ella), aunque el fuego se extendió al resto de banderas. El ataque, explica el historiador, no fue casual sino que estaba "planificado". Lo admitió el propio concejal de UCD, Rafael Orellana, en una entrevista en El Mundo: "Yo lo ideé, pero lo dejé en manos del GAV". El GAV es el Grup d'Acció Valencianista, una organización ultra anticatalanista que después de 1979 no será la primera vez que aparezca en el Nou d'Octubre.

"Desde ese día, la ultraderecha se hace fuerte en el Nou d'Octubre", expone el historiador con la procesión cívica de la mañana como gran ejemplo. Desde entonces se vuelve un momento espinoso para los representantes de la izquierda, que pasan a la manifestación de la tarde. El objetivo era rebajar la tensión en plena negociación con UCD de l'Estatut. Son paradigmáticos los años siguientes al estallido del '79: hay recorte de recorrido, no aparece la senyera del Consell, se evitan los parlamentos y en una de ellas, en el 1981, no participa Pérez Casado, de viaje institucional en Brasil, ni el presidente de la diputación. No lo harán durante una década los concejales de EU.

Que el Nou d'Octubre conlleva un choque identitario se vio claramente cuatro décadas antes, en 1938. En plena guerra civil, las autoridades republicanas celebraron los siete siglos de la conquista de la ciudad de València en una conmemoración especial recordando a Jaume I como un rey "liberal, avanzado a su época" y con reivindicaciones al autogobierno, expone el historiador Vicent Baydal; un festejo que se repitió el año siguiente, en 1939, bajo la recién llegada dictadura franquista, aunque le dan la vuelta y esta vez la victoria de Jaume I es un ejemplo de la victoria "contra los moros y las hordas rojas".

Manifestación del 9 d'Octubre de 1977

Manifestación del 9 d'Octubre de 1977 / El Cameraman

Cuando casi 40 años después se retoma la celebración del día Nou se da una de las mayores manifestaciones de la historia de la ciudad de València. Es 1977 y con la anhelo de «libertad, amnistía y Estatut d’autonomia», miles de personas —se estimó en 600.000—salieron a la calle. Tal torrente de gente despertó interés hasta de la embajada británica. El diplomático Warren-Gash informa a sus jefes de que tras aquella marcha se ha impulsado un movimiento político para «preparar un proyecto de autonomía para el debate con el Gobierno central». «La región de Valencia y las Islas Baleares, aunque relativamente prósperas, buscan el reconocimiento de su carácter distintivo en el uso del catalán», comentan ese año 1977.

Aquella manifestación de la tarde, donde hay encontronazos, pero más bien fortuitos, supera con diferencia a la de la mañana, protagonizada por las autoridades civiles surgidas de la dictadura y donde, además, sí hay un claro clima de división. «Lamentablemente, por la mañana hubo una actitud de provocación de algunos grupos. Fue curioso que por la mañana se dijera que éramos valencianos, no catalanes, pero nadie dijo que no éramos madrileños», dijo ese día, tal y como recogió este periódico Emèrit Bono, entonces representante del PCE.

Procesión con guadañas

Esa tensión identitaria se estira hasta la actualidad en cada Nou d'Octubre con sus picos y momentos, pero sin desaparecer el ambiente de crispación. Así, el día grande de la Comunitat Valenciana se ha convertido en un examen para el despliegue de seguridad, sobre todo en torno a la llamada 'procesión cívica', el principal acto simbólico e institucional y en el que los insultos a los integrantes de la comitiva, especialmente a dirigentes del valencianismo de izquierdas, se han combinado con el adjetivo de 'cívica' convirtiéndose en un elemento más de la ceremonia sin que el paso de los años lo haya logrado erradicar.

Miembros del GAV irrumpen en la procesión cívica del Nou d'Octubre de 2002 disfrazados de muerte.

Miembros del GAV irrumpen en la procesión cívica del Nou d'Octubre de 2002 disfrazados de muerte. / José Aleixandre

La aprobación y constitución de la Acadèmia Valenciana de la Llengua hizo despuntar de nuevo el ambiente más hostil, con Eduardo Zaplana, entonces 'president', en el punto de mira. Los carteles de "venut" o "traidor" se hicieron habituales en las manifestaciones de los primeros años de los 2000 donde hubo lanzamiento de monedas o de pelotas de goma. La más tensa fue la de 2002 cuando un grupo de personas disfrazadas de la figura de la muerte con la guadaña y los nombres de los académicos de la AVL obligaron a detener la comitiva. También acorralaron al entonces presidente del Consell Valencià de Cultura, Santiago Grisolía, y al profesor Ferrando Badia entre enfrentamientos verbales en la calle de las Barcas entre asistentes y policías nacionales. «Ellos solos se descalifican», dijo el entonces Zaplana, ya expresident y ministro de Trabajo, uniéndose a las críticas de otros dirigentes del PP como Rita Barberà.

Un año antes esas divergencias también se hicieron palpables en la procesión. Lo hizo Unión Valenciana que participó con otra bandera, que vino a ser una «procesión paralela», la que cubrió el féretro de Vicente Blasco Ibáñez. El entonces presidente de la formación, José María Chiquillo aseguró que él y sus militantes, que cifró entonces en 1.500, se habían «visto presionados por las fuerzas de seguridad». «Ha sido un acto injusto. Nos han intentado quitar de en medio. Han querido evitar que saliéramos». Incluso aseguró que en un principio no les dejaban entrar en la Catedral, «pero al final los policías nos han dejado». «Me reservo medidas contra los responsables políticos o sea, la delegada del Gobierno, Carmen Mas, y el edil de la Policía Local, Jorge Bellver», llegó a indicar.

Incidentes en el Nou d'Octubre de 2008 tras desplegarse una estelada.

Incidentes en el Nou d'Octubre de 2008 tras desplegarse una estelada. / Ferran Montenegro

El otro gran volcán que ha añadido grados al ambiente en los últimos años ha sido el 'procés' y la relación con Cataluña, siempre sensible en la batalla identitaria. Un primer conato se vivió en 2008, cuando la procesión retrasó 40 minutos su inicio porque los miembros de Lo Rat Penat rechazaban que la Real Senyera pasara por debajo de una estelada gigante desplegada por Esquerra Republicana desde un balcón de la plaza del Ayuntamiento mientras miembros de España 2000 o Alianza Nacional rompieron el cordón de seguridad y bloquearon el paso al grito de «¡terroristas!», «¡esa bandera la vamos a quitar!» o «¡todos a una, puta Cataluña!».

Mucho peor fue lo ocurrido en 2017. Minutos antes de empezar la manifestación de la tarde, convocada por fuerzas de izquierda, un grupo de ultraderecha atacó en la Plaza de San Agustín a miembros de la CUP y Arran que iban a a adherirse a la marcha. El cordón policial se quedó corto y la tensión terminó con agresiones varias. Entre ellas, golpearon y propinaron patadas a dos jóvenes de la protesta independentista, hubo carreras por la avenida del Oeste, un fotógrafo fue asaltado por los neonazis y a otro periodista le lanzaron un té hirviendo a la cara, lo que ha terminado en 26 de los 28 procesados declarándose culpables para evitar la cárcel.

También acabó con denuncia ante la justicia la procesión cívica del año pasado. En concreto, las juventudes de Compromís (Joves PV) pusieron en conocimiento de la Fiscalía contra los Delitos de Odio las amenazas e insultos que sufrieron sus representantes durante la comitiva con brazos en alto haciendo simbología nazi incluidos. A ello se añadió la petición de la diputada Àgueda Micó al Gobierno de investigar una "agresión" a un militante de la coalición valencianistas tras acabar el acto por parte de un grupo de ultraderecha dando la sensación de que el tiempo vive en bucle en el Nou d'Octubre.

Recuerdo de 2009

Con esa sensación de giros en espiral, la tensión que este año envuelve a la festividad tiene una parte en la batalla lingüística, con la campaña del ‘Vixca, vixca, vixca’ y retomando la , pero también con el choque entre el Consell y el PSPV por la participación del ‘president’ en la procesión. Esta no responde a los habituales conatos vinculados a elementos identitarios, sino a la queja sobre la gestión deCarlos Mazón en la dana. No obstante, no significa que no sea material combustible de primer orden ni que deje de tener sensación de deja vu.

En 2009, un Francisco Camps señalado por el caso Gürtel desfiló entre pitos, abucheos y carteles que pedían «trajes para todos», «Camps dimisión», «No queremos corrupción», «No al tío Paco», «Camps y Rita, iros a casita» o «En Picassent sí que hay buenos trajes». Fue un recorrido marcado por un fuerte despliegue policial, un paso ligero que redujo en media hora el habitual recorrido, pero que finalizó sin incidentes. Y entre toda esa presión hacia el entonces jefe del Consell, también aparecieron las habituales reivindicaciones sobre la llengua con carteles de «Parlem valencià» o «llengua valenciana mai catalana» porque hay cosas en el Nou d’Octubre que parecen no cambiar nunca.

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