Vivienda
"Gano 30.000 euros y no me da para un piso": el drama de la vivienda expulsa a los jóvenes médicos, abogados y profesores
Ni aquellos con los trabajos mejor pagados pueden ya acceder a una vivienda en muchos municipios valencianos pese a cobrar salarios más altos que la media

Daniel Tortajada

"Soy orientadora educativa fija, cobro 2.000 euros al mes y no tengo deudas. Pero no puedo comprarme un piso. Vivo con mis padres, cobro 32.000 euros al año y no me da para una vivienda ¿Si yo no puedo, quién puede?". Esa amarga pregunta es la que tiene atrapada a Ana María Perez, de 32 años o a Ana Palencia, de 27, que están entre el 10 % de los jóvenes que más cobran, pero que no pueden permitirse lo más básico: un techo en condiciones dignas.
Son una muestra de la juventud que "mejor" está económicamente. "Por una parte me siento una privilegiada, porque recién acabada la carrera con 22 años ya cobraba un sueldo alto y ninguno de mis amigos trabajaba. Pero al mismo tiempo es frustrante ver que no puedo vivir sola. Vivo en esa dualidad", explica Palencia, enfermera. Ni abogadas, ni sanitarias, ni docentes pueden ya permitirse acceder a una vivienda digna, algo que parece estar reservado para unos pocos (y adinerados) elegidos.
El precio de la vivienda en València ya ha roto el techo de la burbuja y encadena varias subidas trimestrales pocas veces vistas. Alquilar una habitación en la ciudad cuesta lo mismo que un piso entero hace 5 años. Mientras tanto, los salarios, lejos de crecer, han ido perdiendo poder adquisitivo. Ingredientes de un cóctel fatal que afecta como una apisonadora para la salud mental de los jóvenes. "Te tiras todo el día fuera, 40 horas a la semana, fija y en un empleo bien pagado, pero no tienes para costearte un techo digno. Al final acabas preguntándote ¿Para qué trabajo?", lamenta Ana María.

Anuncio de alquiler en una céntrica vivienda de València / Germán Caballero
"Tengo noches de levantarme a las 3 de la madrugada para buscar si hay alguna promoción de VPO"
Cabreo y desesperanza
Ana María es orientadora educativa y cobra más de 2.000 euros limpios, y Ana Palencia los ha cobrado como enfermera, aunque depende del contrato su salario puede ser algo menor. Las dos oscilan su estado de ánimo entre la desesperanza y el cabreo. Entre ver el futuro negro y, al mismo tiempo, querer que todo reviente.
"Tengo noches de levantarme a las 3 de la mañana y ponerme a mirar si hay alguna promoción de VPO a la que me pueda apuntar, pero no hay. No hacen...", cuenta Ana María. El concepto "insomnio inmobiliario" lleva acompañándola durante años, al igual que a gran parte de los jóvenes de su generación que ven como sus expectativas de vida han quedado echas añicos.
"Siento que, como generación, se han reído de nosotros. Nos repitieron por activa y por pasiva que teníamos que estudiar, y casi todos los jóvenes ya tenemos una carrera. Yo tengo además dos másters e idiomas. Hemos pasado mucho tiempo formándonos. En mi caso yo llevo años trabajando, aguantando de todo muchas horas y, encima, cuando quiero acceder a una casa no me lo puedo permitir", lamenta Ana.
"Llevo años formándome y cuando quiero una casa no me lo puedo permitir"
Palencia, cuya familia es del distrito de Algirós en València, está en un momento de cabreo. "Cabreo por ver que todo mi barrio se está convirtiendo en una gran colmena de apartamentos turísticos y que yo, por mucho dinero que gane, no puedo vivir ahí con mis padres. Es muy frustrante, en los últimos tres años todo lo nuevo que se hace es para los turistas", reivindica.
Ana María vive en casa de sus padres a sus 32 años y no cree que pueda dejarla pronto. "Consulté a varios bancos cuánto me podía permitir por lo que gano y me dijeron que unos 160.000. Pero esos pisos ya no existen en València. No hay. En mi barrio los pisos decentes de 70 metros han pasado de 240.000 euros a bordear los 300.000 en un año", lamenta.

Viviendas de alquiler en las nuevas promociones de València / Francisco Calabuig
La trampa de los 'buenos' trabajos
María es abogada laboralista y vive en València. Y como el resto de testimonios no puede permitirse vivir sola. Sin embargo, en su caso el drama es doble pues ni siquiera cobra un sueldo digno pese a su profesión, socialmente muy bien vista. Con 26 años, 4 años de carrera, año y medio de máster y un examen de acceso a penas ingresa mil euros por media jornada.
Vive con su hermana en un piso que les alquilan por 300 euros, algo que ya no existe en València, ni siquiera en habitaciones, y asegura que ese tema le quita el sueño y los ánimos constantemente. "Si nuestro casero necesita el piso no se donde vamos a ir", cuenta.
Pese a tener un 'buen' trabajo, la precariedad que vive es la misma que la de la gran mayoría de la juventud, y no es la única. "Si no tienes buenos contactos o te conocen en un bufete importante es complicado ganar mucho siendo abogado. Muchos compañeros de la carrera están igual que yo". De hecho, explica que se está comenzando a plantear dejar la abogacía, algo que le apasiona y que costó mucho esfuerzo en una familia cuya madre trabaja limpiando escaleras, y "mirar alguna oposición". "Lo sentiría como un fracaso, pero esque dentro de un par de años, si la cosa no mejora, no me quedará otra", lamenta.
Proteccionismo para "los de aquí"
"¿Por qué una persona con la que está cayendo puede tener 10 pisos y decirse que se dedica a ser rentista?", se pregunta Ana Palencia. Las tres jóvenes miran al futuro con miedo, y al presente con rabia. Piden políticas de vivienda que realmente sean eficaces y sirvan para contener los precios, empezando por toparlos por ley.
"Tienen que empezar por limitar los precios. No veo otra. Y ya después que comiencen a construir más pisos, pero si no se topan los precios es imposible que esto cambie", critica Ana María. María plantea literalmente que la vivienda no debería ser un bien especulativo, ya que es un bien esencial para vivir. "El estado debería expropiar todas las viviendas y gestionarlas, pero como sé que eso no va a suceder que al menos expropie todas las viviendas vacías de bancos y fondos buitre, porque eso sí que es una vergüenza", reivindica.
Ana Palencia reivindica más "proteccionismo para gente de aquí". "València se ha convertido en un escaparate, no solo a nivel europeo sino yo creo que mundial. Mucha gente extranjera ya no viene de visita, sino que se queda a vivir aquí con sueldos de otros países con los cuales les da igual pagar 2.000 euros por alquilar un piso. Por eso creo que hace falta topar los precios y proteger más a los jóvenes de aquí", propone.
Otra medida en la que todas están de acuerdo es en la necesidad de subir los salarios, el problema endémico de la juventud española. "No puede ser que cobrando 1.800 o 2.000 euros estés en el 10 % que más cobra de mi generación. Con eso no te da para vivir dignamente. Tenemos másters, idiomas y realizamos trabajos importantes. Se nos tiene que reconocer. Si ocurren cosas como que las enfermeras se vayan a Suecia, donde les pagan mucho dinero, y nadie querrá quedarse aquí".
Mientras tanto, María, Ana María y Ana intentan lidiar lo mejor posible con este impass vital que atraviesan. Algunas, como la abogada, han renunciado directamente a tener una vivienda en propiedad pronto, y otras, como Ana María, tratan de refugiarse en sus amistades y de "enfocarse en otras cosas". "Intento practicar el autocuidado lo máximo que puedo, pero esta situación nos frustra mucho y nos afecta. Es muy complicado estar bien así. Trato de ahorrar todo lo que puedo, pero al mismo tiempo no creo que vaya a acceder a una vivienda conforme están los precios. Tengo 32 años y no quiero dejar de vivir", sentencia Ana María.
Suscríbete para seguir leyendo