La buena muerte de Nacho: un valenciano consigue la eutanasia que pidió en agosto
Con un canto a la libertad de elegir el modo de marcharse y una petición de más medios para las unidades que atienden a enfermos terminales, fallece a los 68 años el meteorólogo Ignacio Abad en el Hospital General de Alicante

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«Son las cinco de la tarde del 13 de octubre de 2025. Mañana día 14 a las diez de la mañana, haciendo uso de mi derecho a elegir esta forma de morir, tengo programada mi eutanasia, mi buena muerte». Este es el conmovedor y reivindicativo testimonio que dejaba grabado el meteorólogo de la AEMET Ignacio Abad Fernández la tarde antes de su muerte, a los 68 años de edad. Con él, quiso dejar patente su agradecimiento a las personas que le han cuidado durante estos últimos meses en el Hospital General Universitario Doctor Balmis de Alicante y la falta de medios con la que trabajan. Esa habitación en el centro se había convertido en su hogar. Lo habitual en este tipo de casos es que los pacientes estén en su casa, pero las necesidades especiales del caso obligaban a que tuviera que estar ingresado en el centro. La tarde antes de morir la dedicó a redactar este escrito, que también registró en un vídeo que tuvo que repetir varias veces al fallarle la voz.
Con el cuerpo invadido por el cáncer, Nacho solicitó la eutanasia el pasado 25 de agosto, tras enfrentarse a la evidencia de que su caso no tenía solución. Se trata de la tercera eutanasia que se practica en el centro hospitalario desde que se aprobó la ley en 2021. Una reforma que regula la muerte digna y que deja atrás aquellos tiempos en los que se practicaba de manera clandestina. Casos como el de Ramón Sampedro en 1998 marcaron un punto de inflexión en la lucha por este derecho y que llevó al cine Alejandro Amenábar en «Mar Adentro» (2004). En este último caso en Alicante, la intervención se llevó en un centro sanitario y una vez culminado el proceso administrativo por el que se le autorizó. Unos trámites que siguen siendo largos, en los que el paciente debe pasar por varias revisiones hasta que finalmente se da la autorización.

Ignacio Abad dibujando durante su estancia en el hospital. / Información
«No he querido llegar a las duras condiciones vitales a las que llegan tantas personas abrasadas por el dolor y manteniéndose con vida, algunas veces, en contra de su propia voluntad», señala en su escrito Nacho Abad. Donde recalca que «yo, que llego en buenas condiciones mentales, quiero levantar esta bandera por ellos que no pueden hacerlo». Durante estos últimos meses, Nacho ha estado despidiéndose de familiares y amigos, que han acudido prácticamente de todos los rincones del país para darle su adiós. En ese centro ha pasado sus últimos meses, donde ha estado apoyado por las Unidades de Hospitalización a Domicilio (UHD), Oncología y de Cuidados Paliativos del centro. A lo largo de estos meses incluso ha escrito un libro en el que narra sus impresiones ante la enfermedad. Titulado «Kaikías», que alude a los dioses griegos del viento.
El diagnóstico le cayó como una losa porque cuando se le detectó el cáncer, ya era demasiado tarde y la enfermedad estaba muy extendida. «Metástasis ósea, es decir, metástasis. No me dijeron tienes cáncer, no. Así, de repente, en aquél informe de la resonancia magnética, brillaban con luz propia, como luciérnagas en un hormiguero, aquellas dos palabras: metástasis ósea. Lo poco que sé de términos médicos me vale y es suficiente para comprender que mi vida se acaba», relata el pasaje dedicado al diagnóstico de su enfermedad. Para redactar el libro ha contado con la ayuda de sus amigos, que se han encargado de transcribir los audios que dejó grabados.

Carta de despedida de Ignacio Abad Fernández, que recibió ayer la eutanasia en Alicante. / Ignacio Abad Fernández
A pesar de que inicialmente accedió al tratamiento por quimioterapia, que tenía como finalidad el prolongar su vida, tras las primeras sesiones, decidió pedir la eutanasia. En otro de los pasajes señala que «la muerte voluntaria es acaso el mayor ejercicio de libertad de que somos dueños. Ya que no depende de nuestra voluntad el inicio del camino, que al menos tengamos la posibilidad de darle fin». A lo que añade que «para un enfermo como yo, a medida que pasa el tiempo, la muerte voluntaria no sólo es un ejercicio de libertad, sino una necesidad absoluta, indiscutible, inevitable».
Últimos momentos
La autorización para someterse a la eutanasia llegó hace menos de dos semanas e Ignacio tenía clara la fecha, el 14 de octubre, el mismo día en el que nació su madre. La última noche, la de este lunes, la pasó en el hospital acompañado de sus dos hermanas y de su mejor amigo. La eutanasia estaba programada a las diez de la mañana. Para ese día había encargado un desayuno especial: tarta de chocolate y churros. Las personas que le acompañaban aseguraron que se ha ido plácidamente, al poco tiempo de que se le suministrara el medicamento que él mismo había elegido entre las opciones que le ofrecieron.
Ha estado lúcido y consciente todo el rato, hablando mientras su voz se ha ido apagando hasta que se ha ido en paz. En sus últimas palabras ha hecho alusiones a Séneca y ha asegurado que se sentía muy feliz de tener una muerte digna. El filósofo romano, maestro del estoicismo también eligió el modo de morir cuando Nerón le obligó a suicidarse, convirtiendo su muerte en una lección de serenidad y libertad ante el destino.

Ignacio Abad en un viaje reciente, antes de recibir el fatal diagnóstico. / Información
Una de las cosas que quiso subrayar en ese mensaje póstumo es la precariedad en la que se encuentra el personal sanitario, que ha estado volcado en él durante estos últimos meses de vida. «Quiero reivindicar también más ayuda para el servicio de Paliativos, cuyo personal suple con su esfuerzo los escasos recursos de los que se dispone», señala en la carta. Una de las situaciones más sangrantes para él es el hecho de que no haya un psicólogo en plantilla. «Hubo que recurrir en mi caso a una psicóloga externa porque no existe ninguna en plantilla en un servicio como éste en el que resulta imprescindible tanto para el paciente como para sus familiares», se lamenta.
La estancia de Nacho en el hospital también ha dejado huella durante estos meses, al que le ha dedicado uno de sus libros. El espacio terapéutico donde se atiende a las familias ha sido acondicionado y contará con una biblioteca que llevará su nombre. En próximas semanas habrá más reuniones con la familia para confortarles y hablar del proceso.
La carta termina con una despedida en el que reivindica su muerte como un acto de libertad: «Gracias a este periódico por permitirme gritar tantas veces como sea preciso y donde sea necesario ¡viva la vida! y ¡viva la libertad!».
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