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Un año de la dana

Una familia migrante: "La riada nos dejó sin casa, pero nos dio papeles"

Karol y Boris representan la historia de los miles de migrantes en situación administrativa irregular que tras perderlo todo en la riada consiguieron "los papeles" que les han permitido salir del lodo y mejorar su vida

Migrantes afectados por la dana: conseguir "papeles" tras perderlo todo

Germán Caballero

Mónica Ros

Mónica Ros

València

Con 4 años y su lengua de trapo, Oliver explica con sorprendente naturalidad qué pasó el 29 de octubre de 2024: "Se llenó de agua. Se salió el río ¡y se lo llevó todo! La casa y las cosas". Así describe la tragedia el más pequeño de una familia formada por la madre (Karol), el padre (Boris), la abuela paterna (Gladys) y cuatro niños: Crístofer y Ariana (13 años), Scarlett (9 años) y el pequeño Oliver. El matrimonio llegó a València el 9 de febrero del 2022, con el objetivo de dejar Colombia atrás para buscar un futuro mejor y seguro para su prole. Un año después llegó la abuela con los niños y la familia comenzó una nueva vida en Catarroja en un bajo convertido en vivienda por el que pagaban un alquiler, pero del que no tenían contrato. Una vivienda sin contrato que además de su ruina casi se convierte en su tumba. Vivir en situación administrativa irregular obliga a ocupar los márgenes.

Karol explica que el 29 de octubre recibió un mensaje del colegio de los niños. "A las 14 horas llegó un aviso que decía que fuéramos a recoger a los niños por el temporal. Así que fui, los recogí y volvimos a casa. Sobre las 17 horas llegó mi marido de trabajar así que aprovechamos para ir al supermercado. ¡Cómo íbamos a imaginar lo que iba a pasar! Fuimos en coche y aparcamos en el garaje subterráneo. Mientras salíamos por la rampa del aparcamiento empezaba a entrar el agua. Si nos demoramos 5 minutos más ya no habíamos podido salir. Cuando salimos a la calle, el agua ya nos llegaba a mitad de la puerta del coche. Lo tuvimos que dejar, claro y nos fuimos andando a casa, preocupados por como estarían los niños", explica la mujer.

Cuando el matrimonio llegó a la casa puso en alto los pasaportes y otra documentación, pensando que estarían a salvo sin pensar que "en un abrir y cerrar de ojos" todo se llenaría de agua. El agua reventó la puerta de garaje del bajo donde vivían y arrasó con todo. Lodo, troncos, enseres, electrodomésticos... La familia lo perdió todo y si no perdió la vida fue por sus vecinos, un matrimonio con un hijo que vive en la primera planta y que les ayudó a subir a su vivienda y a refugiarse allí porque no tenían escapatoria. "La nevera flotaba, el agua partió la mesa del comedor y era de mármol. Lo perdimos todo. La ropa, los muebles, las bicicletas, los juguetes, los zapatos, los libros, las cosas del colegio, los recuerdos...", explica la mujer.

Imagen de las cosas que la familia intentaba recuperar tras la riada.

Imagen de las cosas que la familia intentaba recuperar tras la riada. / Levante-EMV

Sin nada y con el pequeño enfermo

Agradecen sin descanso estar vivos, pero Karol recuerda la angustia de los primeros días tras la tragedia. "El pequeño tenía fiebre y tos y yo no tenía ni unos zapatos para ponerle. Tengo esa imagen grabada en mi mente, horrible. No nos podíamos ni duchar y estábamos todo el día sacando lodo y buscando agua. Íbamos al ayuntamiento en busca de ayuda saltando por encima de los coches y el panorama era desolador. Mi preocupación eran los niños porque hacía unos meses que habían llegado de Colombia y de repente se quedaron sin nada. Los adultos aguantan lo que sea, pero los niños...no se quejan ¿sabes?, pero a saber qué guardan dentro", explica.

La familia centró sus esfuerzos en limpiar y acondicionar la casa. No tenían ningún otro sitio al que ir. De hecho, han estado allí viviendo hasta hace unas semanas, con hongos en las paredes y una humedad "imposible de eliminar". "La dueña de la casa se desentendió de nosotros. No teníamos contrato de alquiler y esa vivienda tampoco tenía cédula de habitabilidad. No nos ayudó en nada y encima ha estado todo el año diciendo que nos fuéramos, que el ayuntamiento nos iba a quitar a los niños. Nunca hizo arreglos en la vivienda, todo lo hicimos y lo pagamos nosotros", explica. Quienes sí les ayudaron fueron los voluntarios y personas anónimas a las que a día de hoy siguen dando las gracias. "Había un chico que publicaba historias en redes sociales y sacó nuestro caso. Así que vino un señor de Murcia con una litera, un mueble, unos sillones y una alacena. Una señora que vino a ayudar pasó a la vivienda y nos vio y a los pocos días nos trajo una lavadora. La nevera y la televisión la pedimos prestada. Así fuimos reponiendo la casa. A quienes vean este reportaje y nos reconozcan les damos las gracias", asegura Karol, emocionada, tras destacar también la ayuda de Valencia Acoge.

Boris y Karol en busca de ayuda tras la riada.

Boris y Karol en busca de ayuda tras la riada. / Levante-EMV

La Generalitat Valenciana y el Gobierno de España anunciaron ayudas para los damnificados por la dana, pero había letra pequeña o, en definitiva, la misma letra que en todas las ayudas: sin padrón no hay nada que hacer. Porque el caso de Karol y de su familia es la realidad de muchos. Con trabajo desde el primer día pero sin poder tener los papeles en regla hasta que se cumplan los 3 años que permiten demostrar "el arraigo". "No pudimos acceder a ninguna ayuda porque nosotros estábamos empadronados en otra vivienda, y era un piso en altura. La casera no nos permitió empadronarnos en la vivienda y nosotros necesitábamos estar empadronados para conseguir el permiso de residencia. En caso es que no hemos tenido ayudas. Bueno, la del coche, esa sí, porque tenía seguro, claro. Pero bueno, era un coche pequeño. Ninguna otra ayuda de la Administración y lo perdimos todo", añade.

Regularización extraordinaria

Ante esta realidad conocida y reconocida, las entidades sociales protestaron para visibilizar a quienes nadie ve: a los migrantes en situación administrativa irregular que también eran damnificados de la tragedia y se quedaban, de nuevo, fuera de la ecuación. Por ello, un total de diecinueve asociaciones de la Comunitat Valenciana y del resto de España solicitaron al Gobierno central, a la Generalitat y al Defensor del Pueblo que las ayudas a las víctimas de la dana incluyeran a todas las personas, con o sin papeles. Así, en febrero de 2025 el Consejo de Ministros aprobó una regularización extraordinaria para aquellos migrantes afectados por las inundaciones del 29-O. Una cifra que desde el ejecutivo de Pedro Sánchez se situaba en unas 25.000 personas, pero que las entidades sociales cifraban en unas 40.000. La medida permitió la concesión de autorizaciones de residencia y trabajo de un año a los perjudicados por la dana y sus familiares más directos, y fue la salvación de Karol y su familia. El padrón pasó a ser la clave de este procedimiento y ellos sí contaban con él. Muchos otros, sin embargo y en la misma situación, se quedaron fuera.

La familia, feliz en su nueva casa un año después de la tragedia.

La familia, feliz en su nueva casa un año después de la tragedia. / Germán Caballero

Boris no ha dejado de trabajar desde que llegó a España. Sin embargo, la vida cambia cuando hay un contrato laboral con garantías y perspectiva de futuro. Karol trabajaba los fines de semana en un bar que fue arrasado por la dana y que ya no volvió a abrir. Tras un año viviendo en un bajo húmedo y frío, arrasado pro la riada, ahora han conseguido una vivienda mejor. Tener "papeles" permite un contrato de alquiler y una vida diferente. La riada la dejó sin trabajo y sin casa. "Pero nos dio papeles", afirma, Y eso "lo vale todo". "Siento que esta tragedia nos ha catapultado para estar mejor. Vivimos en el barro y salimos más fuertes. Lo perdimos todo, pero la tragedia nos ha hecho levantarnos una vez más y no dejarnos vencer. Ahora tenemos una vivienda mejor, sin humedad ni oscuridad, que pagamos con esfuerzos y sacrificios, pero ellos (los niños) están supercontentos con el cambio", asegura. Oliver toma de nuevo la palabra: "Esta casa es hermosa, la otra era muy fea".

La tragedia cambió sus vidas para siempre y trajo, además, un nuevo miembro a la familia. Es un gato, se llama Lufi y llegó a sus vidas 5 días después de la riada, mientras limpiaban lodo y sacaban escombros. "Era un recién nacido, es un milagro que viviera", explica, y especifica al instante: "Bueno, un milagro más".

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