El lunes 28, las precipitaciones se agravaron en muchos puntos, Emergencias obligó a los municipios en zonas de riesgo a activar sus planes antiinundaciones y hasta once ayuntamientos decretaban la suspensión de clases. En la redacción de Levante-EMV el foco estaba centrado esa tarde en lo que temíamos sería un martes 29 muy complicado. De los de no parar en unos tiempos dominados por la inmediatez. Efectivamente, a las cinco de la madrugada, un tren de tormentas formado sobre la zona de Alzira se desplazó hacia el noroeste, a localidades como Chiva, Buñol, Turís y las sierras de Utiel. A las siete y media, Aemet actualizaba su previsión, la primera de muchas, y del nivel máximo naranja pasaba al rojo. Las inundaciones, ya severas y con numerosas pérdidas materiales, empezaron a dejar multitud de imágenes impactantes. En Llombai, un explosivo aguacero a media mañana se llevaba coches por delante, anegando todo a su paso. Del caos y la destrucción que la furia del agua dejaba a esas horas aún tempranas informó la edición digital de este periódico, en un material requerido por la jueza de instrucción de la causa, Nuria Ruiz Tobarra, y que forma parte de la investigación judicial.
Portada del periódico Levante-EMV publicada el 29 de octubre
La virulencia de esas precipitaciones fue solo un aviso de la magnitud que iba tomando la dana. Una pequeña tregua, engañosa, dio la falsa sensación de que la cosa iba a amainar pero a las doce volvería a reactivarse en el mismo punto de la comarca de la Ribera Alta, con el agravante de que el fuerte viento de levante la empujaría de nuevo hacia las cabeceras. Lo peor estaba aún por llegar, pero miles de personas seguían con sus quehaceres diarios ajenas a la tragedia que en forma de ‘tsunami’ alcanzaría l’Horta Sud en unas horas, cuando toda el agua caída arriba reclamara sus antiguos lechos, ahora antropizados, para discurrir a una velocidad de vértigo hacia l’Albufera. En varias oleadas sucesivas y algunas solapadas, l’Horteta, Gallego y Poyo arramblaron con todo a su paso.
Mientras, en el cauce del Magro, un río siempre exiguo como su nombre indica, se operaba una brutal transformación de consecuencias dantescas también. La presa de Forata, pese a todo, fue capaz de laminar la colosal avenida, evitando un desastre mayor a su paso por la Ribera con enormes daños en Algemesí.
Esa tarde, en la redacción, transitábamos entre la incredulidad y el enfado. Por la tardanza de los responsables de Emergencias en convocar el Cecopi y actuar, pero también por la falta de datos oficiales. Algunos videos que habían empezado a circular por las redes costaban de creer, aunque resultaron ser tristemente reales. Aquel silencio, frente a nuestra insistente demanda de información fiable, marcó las horas más aciagas de la tarde hasta el envío del Es Alert y la comparecencia del president Carlos Mazón en À Punt. La edición de Levante-EMV enviada a la rotativa aquella noche, con una portada histórica, ni siquiera pudo ser distribuida en los quioscos. Todo estaba anegado, cuando no sepultado por el barro.
Portada del 30 de octubre de 2025. Nunca se distribuyó como consecuencia de la riada.
Un estudio del Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo apunta a que la acumulación de calor en las aguas del golfo de València, así como la entrada en escena de un ‘río atmosférico’ de origen atlántico subtropical con cantidades ingentes de flujos de agua, habían creado las condiciones para unas lluvias históricas. El aire frío en altura y el flujo constante de humedad desde el mar, con una temperatura cercana a los 23 ºC días antes, formaron una suma de profundas borrascas que el viento de levante intensificó. Un cóctel letal que se mantuvo activo durante más de doce horas en un mismo punto. Una fatal combinación de factores que vino a confirmar la enorme inestabilidad de la atmósfera en un territorio, el mediterráneo, extremadamente vulnerable por el cambio climático. Un resultado catastrófico.
Documental 29-O: 24 horas de agua, barro y dolor