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"En una dana, o tenemos un plan o no llegamos a tiempo, porque la velocidad del proceso lo hace imposible”

Científicos, geógrafos, expertos en movilidad y en Derecho abordan enla UV el seminario ‘Lecciones aprendidas después de la dana’ los retos un año después

L'Alcúdia en la mañana del 30 de octubre de 2024, un día después de la dana.

L'Alcúdia en la mañana del 30 de octubre de 2024, un día después de la dana. / Germán Caballero

Marta Rojo

Marta Rojo

València

“Espejo de vulnerabilidades”. La dana nos puso frente al espejo, actuó como llamada de atención sobre la fragilidad del equilibrio de un territorio como el valenciano, en la zona cero del cambio climático. Un año después, personas expertas en diferentes ámbitos -la climatología, el Derecho, la movilidad o la geografía- se han dado cita en el Centre Cultural La Nau de la Universitat de València, en el seminario ‘Lecciones aprendidas después de la dana’. Un fenómeno extremo, potenciado por el cambio climático, con una intensidad que todo apunta a que se repetirá. Por eso, coinciden todos, es urgente sacar los planes de actuación en emergencias del cajón. Es, apuntan, cuestión de supervivencia: ante los procesos como la dana, que aceleran el ciclo hidrológico, “o tenemos un plan, o no lo podemos arbitrar a tiempo”.

Una de las mesas de la jornada Lecciones aprendidas tras la dana de València

Una de las mesas de la jornada Lecciones aprendidas tras la dana de València / Redacción Levante-EMV

El cambio climático como amplificador

La dana ha supuesto más que un fenómeno meteorológico extremo. Ha sido “espejo de vulnerabilidades acumuladas” en el territorio valenciano. Es la expresión que ha utilizado la directora del grupo de meteorología y climatología del Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo (CEAM), Samira Khodayar. Es un punto de inflexión, ha dicho. Obliga a reflexionar.

Y en el centro de esa reflexión sitúa el cambio climático. “Es una realidad que amplifica los riesgos ya existentes; no genera nuevos fenómenos, sino que funciona como amplificador de toda la fenomenología que ya es característica de donde vivimos”, ha explicado Khodayar. Varios indicadores dan una idea del momento climático actual: 2024 fue el año más cálido jamás registrado, por una parte. Pero no es algo aislado: de 2015 a 2024 se han registrado, de hecho, los años más cálidos. También en el mar: en 2024 se alcanzó la temperatura media diaria absoluta más alta en nuestros océanos. Además, el Mediterráneo se ha calentado, de media, hasta un 20% más que el resto del planeta.

Con esas variables, récord también de vapor de agua atmosférico, ha explicado Khodayar. “Y ese es justamente el combustible, la energía necesaria para que se produzca la fenomenología de tormentas en la región mediterránea”. Ahora, ha advertido, el mar mediterráneo no actúa como moderador climático sino como amplificador de extremos, de fenómenos que cada vez serán más frecuentes, pero también más extremos: inundaciones, precipitaciones torrenciales, incendios, sequía, olas de calor. Eso en el marco de lo que ha llamado “paradoja del Mediterráneo”, donde el agua “o escasea o desborda”.

Samira Khodayar en el seminario Lecciones aprendidas tras la dana de València en la UV

Samira Khodayar en el seminario Lecciones aprendidas tras la dana de València en la UV / Redacción Levante-EMV

¿Qué nos espera? La experta asegura que las tendencias son continuistas. La precipitación media en la zona de la Confederación Hidrográfica del Júcar está previsto que descienda, es decir, que cada vez llueva menos. Pero crece la variabilidad interanual: es decir, se intercalarán cada vez de manera más intensa años muy secos y muy húmedos. No solo eso, sobre todo crecerá la probabilidad de precipitación extrema, sobre todo en el litoral norte de nuestras costas.

Aceleración del ciclo hidrológico

Y esas lluvias torrenciales generan, como ha repetido en varias ocasiones la catedrática de Geografía de la UV Ana Camarasa, inundaciones relámpago o flash flood. Durante su intervención ha explicado este fenómeno: “se están acelerando todos los procesos de transporte del agua desde la cuenca de recepción por las redes de drenaje, de manera que a la cuenca no le da tiempo a hacerlos bien, a trabajar bien”. Es decir, que se genera lo que se conoce como “escorrentía superficial”: el agua sigue su camino con rapidez antes de que el suelo pueda absorberla o almacenarla. 

Eso implica menor disponibilidad del agua como recurso, porque se saca toda al mar de forma muy rápida. Pero, sobre todo, implica menor tiempo de reacción para la población. “En ese momento, o tenemos un plan o no lo podemos arbitrar a tiempo porque la velocidad de los procesos lo hace imposible”, explica Ana Camarasa. 

Sobre lo inusual de este fenómeno ha hablado también Teodoro Estrela, adjunto al presidente de la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ). “Los caudales han sido tremendos: en la cuenca del Poyo solo tenemos un sensor del SAIH, pero las estimaciones indican que circularon 3.200 m3 por segundo”, ha detallado. Los escenarios a 500 años hablaban, como máximo, de 1.200.

Por eso, Ana Camarasa cree que son necesarias medidas decididas, a veces valientes. Ha recordado que “si llueve poco, el agua va por donde debe, por los cauces, ya sean naturales o antrópicos”, pero cuando el proceso es de alta energía, “es el proceso el que domina” la forma y el agua “si no tiene suficientes cauces, los fabrica por donde ha ido otras veces, por las paleoformas”. En muchas ocasiones, son zonas hoy construidas. “Quizá hay que empezar a cambiar la mentalidad y a ser más flexibles con las soluciones”, ha concluido Camarasa. Y sobre todo, sacar los planes de actuación ante emergencias, “elaborados a veces fruto de una exigencia burocrática que no hemos acabado de entender”, de los cajones.

El seminario Lecciones aprendidas tras la dana de València en la UV

El seminario Lecciones aprendidas tras la dana de València en la UV / Redacción Levante-EMV

La mirada metropolitana y mejor coordinación

Ha pasado casi un año. “Se han hecho bastantes cosas”, ha reconocido el catedrático emérito de Geografía Humana de la Universitat de València, Joan Romero. Pero no todas las cosas que se podían hacer se han hecho. “Queda mucho trabajo por hacer y es un trabajo de años, seamos realistas”, ha indicado. No se puede calcular con exactitud de cuántos años. “De seis, de ocho, no lo sabemos”, ha añadido. Pero queda por delante mucho trabajo de reconstrucción.

Para el catedrático, lo ocurrido el pasado 29 de octubre demuestra que “en algún momento perdimos respeto a la naturaleza y al riesgo, en un territorio que es de los más vulnerables del mundo”. El cambio climático es ya estructural, ha incidido, ha venido para quedarse. Romero ha recordado que “el triángulo Murcia-Baleares-Tarragona será particularmente afectado”. Un impacto especialmente alto en “un territorio de barrancos y ramblas, donde puede ser que haya un cauce seco 364 días y un día lleve más agua que el Ebro, como pasó”.

En este sentido, la dana del año pasado “obliga a repensar” muchas cosas, según Romero: mapas de riesgo, escalas, pero también el funcionamiento del estado autonómico. Sobre todo, ha citado sos asignaturas pendientes: incorporar la mirada metropolitana para “dejar de ser la excepción de Europa” y mejorar la coordinación entre los tres pilares del estado: el local, el autonómico y el nacional. “Pero antes que nada, curar las heridas emocionales”, ha concluido.

Joan Romero en el seminario Lecciones aprendidas tras la dana de València en la UV

Joan Romero en el seminario Lecciones aprendidas tras la dana de València en la UV / Redacción Levante-EMV

El “show del Cecopi”

Precisamente sobre esa coordinación ha hablado Andrés Boix, profesor titular de Derecho administrativo de la Universitat de València o más bien de la “manifiesta descoordinación” entre las administraciones, centradas en resolver problemas a corto plazo más que a largo, ha dicho. Cree que ha habido relativamente poca autocrítica por parte de todas las administraciones implicadas, a excepción, ha señalado, de la Aemet. Como puntos negros del 29-O y los días posteriores, se ha referido al “show del Cecopi”, donde se tuvo “un problema grave de cómo protocolizaba la llegada de información”, además de a la “incapacidad manifiesta para que la Generalitat coordinara el despliegue de los servicios de emergencia” durante los primeros días, que ha recordado como “dantescos”.

Por su parte, Josep Vicent Boira, comisionado del Gobierno de España para el corredor mediterráneo se ha referido a lo que ha llamado “inmovilidad en las políticas de c”. Cree que la dana ha dejado al descubierto la “intersección de crisis”: la climática con la de movilidad. El área metropolitana de València, ha indicado, tiene 250 millones de viajeros en transporte público al año, un 15% más que en 2023. Pero, sobre todo, se usa el transporte público, como indica la destrucción de 130.000 vehículos en la zona cero. Según los datos de Boira, más del 75% de desplazamientos en los municipios con buena conexión ferroviaria se hacen en coche, y ese porcentaje asciende al 90% en las localidades que no tienen tren a València.

La ciencia “no es un lujo, es una necesidad”

La inauguración oficial de la jornada, organizada por la Escola Europea de Pensament Lluis Vives y la Cátedra de Cambio Climático, la ha hecho Ester Alba, vicerrectora de Cultura y Sociedad de la UV. Ha destacado la “vocación de servicio público” de la universidad, ha agradecido a los estudiantes su ayuda después de la catástrofe y ha destacado el papel de la ciencia. “Es nuestra mejor defensa ante la incertidumbre”, ha dicho. La ciencia, ha matizado, “al servicio de la vida”.

Para la vicerrectora, invertir en educación ambiental y en investigación climática “no es un lujo, es una necesidad”. Como lo son, ha destacado, la “planificación sostenible, coordinación institucional y cultura de riesgo” ante la “vulnerabilidad ambiental” de la Comunitat Valenciana ante el cambio climático. 

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