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Elisabeth González, damnificada por la dana: “Hay una responsabilidad que se debe asumir y no puede pasar por aforamientos”

Esta vecina de Paiporta se salvó de milagro en la V-30 tras pasar horas refugiada en un camión y aún tiene estrés postraumático

Ha comparecido en la comisión de la dana en el Congreso

Elisabeth González en la comisión de la dana en el Congreso

Elisabeth González en la comisión de la dana en el Congreso / Redacción Levante-EMV

Marta Rojo

Marta Rojo

València

La devastación fue tal que, la noche del 29 de octubre de 2024, Elisabeth González llegó a preguntarse si estaba pagando alguna pena. Lo pensó mientras caminaba con el agua por la cintura, casi flotando, por una V-30 arrasada, camino a València, suponía. “¿Qué he hecho mal?, ¿por qué esta inacción?”. Pero también se permitió hacerse una pregunta que le llevaba rondando por la cabeza durante las últimas horas, mientras intentaba salir de su coche casi anegado, mientras pedía refugio en un camión, mientras dudaba si la riada que arrasaba con todo podría tirar el vehículo de 12.000 kilos en el que esperaba a que pasara lo peor. La pregunta era: “¿hoy voy a morir?”. Lo ha reconocido durante su comparecencia en la comisión de investigación de la dana en el Congreso de los Diputados, donde ha sido una de las cuatro voces de la Asociación Damnificados Dana Horta Sud.

El 29 de octubre de 2024, Elisabeth iba conduciendo por la V-30 de regreso a casa cuando se dio cuenta de que a 200 metros de la salida hacia Paiporta estaba “todo colapsado”. “Bajamos de los coches y vimos a gente que chillaba: viene agua, viene agua, hay que salir de aquí”, ha relatado. Intentó seguir a un coche de Protección Civil que circulaba en sentido contrario por la autovía. Pero les fue imposible moverse. “La V-30 se convirtió en una ratonera”, describe. Su coche se quedó parado y ella ”en shock”.

"En pánico"

Cuando el agua le llegaba por las rodillas, salió, pensando que si se esperaba más no podría hacerlo. “Caminé sin ver, sin saber si podría llegar a un lugar seguro”, explica. Hasta que vio un camión, dio unos golpes en la puerta y el conductor le abrió y le dejó subir. Minutos después, era la caja del vehículo la que estaba abierta y decenas de personas se refugiaban en su interior. “Todos no tuvimos la misma suerte, hubo gente que estuvo a la intemperie y no se supo qué pasó con ellos”, reconoce.

El estado general, también el suyo, era de “pánico”. Al conductor del camión, eso sí, lo vio “muy estable emocionalmente”. “Decía: este camión pesa 12.000 kilos, es muy difícil que el agua se lo lleve”, recuerda Elisabeth. Pero pronto eso que parecía tan improbable empezó a pasar 2 kilómetros más adelante a otros vehículos.

"Me dijeron que no había protocolo a seguir"

Su teléfono, al menos, funcionó un rato. “A las once de la noche llamé a mi madre, que lo último que supo de mi es que estaba arriba de un camión, hasta el día siguiente a mediodía”, lamenta. Luego, las comunicaciones cayeron en Torrent, donde vive su familia. También hizo decenas de llamadas al 112, de las que respondieron una: “Me dijeron: no tenemos información de nada y no hay ningún protocolo de emergencia a seguir”. La Guardia Civil, por su parte, le dijo la verdad, que no iba a poder acudir nadie. “Respondí que eso iba a ser una masacre, que en ese camión había muchas familias”, relata.

A las 2.45 de la mañana, dos bomberos llamaron a la ventanilla del camión y los bajaron. “Me tiré literalmente al agua”, rememora González. De hecho, la sensación que recuerda es “como la de las olas cuando estás en la playa, no era un agua tranquila”. Al pasar por un tramo de carretera donde el adoquinado había saltado con la dana, perdieron de vista a muchas personas, más mayores o con menos movilidad, y no sabe qué fue de ellos. “No los pudimos ayudar y ellos en ese momento no pudieron salir de allí”, lamenta. Aún tiene estrés postraumático.

"Una catástrofe política"

Elisabeth pudo empezar a pensar en lo sucedido en la Fonteta de San Luis, uno de los puntos de recepción de personas que no podían llegar a sus casas. “No se puede explicar con palabras cómo se siente que te nieguen categóricamente la ayuda”, ha denunciado. “¿Por qué nadie cruzó ese puente cuando había personas agarradas a mobiliario urbano, a coches, a techos? ¿Por qué no fueron todos los efectivos que había en València? ¿Alguien me lo puede contestar?”, ha preguntado a los diputados. 

“En un país desarrollado, la obligación de proteger es de las instituciones y los ciudadanos tenemos el derecho”, ha recordado. La vuelta a casa fue dura. “En Paiporta lo que había era la devastación más absoluta”, resume. Mientras la gente quitaba barro con sus propios medios y la ayuda de voluntarios, “aquí se hablaba de presuntos casos de corrupción, de Aldama, del novio de Ayuso, mientras algunos individuos indeseables venían a saquearnos”, ha censurado.

Elisabeth tiene claro que lo que “procedía” era ayudar primero, y depurar responsabilidades. “No ha sido una catástrofe natural, ha sido una catástrofe política”, ha zanjado. Por eso, asegura que “hay una responsabilidad que se debe asumir y no puede pasar por aforamientos”. “Que los culpables paguen por su negligencia caiga quien caiga”, ha concluido.

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