José Parrilla, Valencia Aunque resulte muy complicado precisar los objetivos de la banda terrorista, las fuerzas de seguridad tratan de aproximarse lo máximo posible partiendo del lugar donde estalló la furgoneta, de la forma de robarla y de la carga explosiva que le pusieron dentro.

Teniendo en cuenta que habían secuestrado a una familia dos día antes, que la mantenían retenida para que no denunciaran el robo y que retrasar más su acción podría disparar las sospechas, todo hace pensar que su acción era inminente, ese mismo domingo, y por tanto en un lugar no demasiado alejado, casi con toda seguridad la Comunitat Valenciana.

Luego, hay que tener en cuenta q ue los terroristas estaban parados y descansando en Les Coves de Vinromà, a juzgar por el estado en que los sorprendió el principal testigo, lo que permite asegurar, sumando a ello la premura de la acción, que era su última parada antes de colocar el coche-bomba en un lugar cercano. Eso pone en el punto de mira a la ciudad de Castelló, distante 45 kilómetros por la comarcal CV-10; o a Valencia, que está 65 kilómetros más al sur, es decir, a poco más de cien kilómetros. A la primera tardarían media hora y a la segunda poco más de una hora.

Además, en ambas ciudades hay precedentes que avalan esta teoría. El 19 de julio pasado un etarra huyo precipitadamente de un taxi en Torreblanca al detectar un control de la Guardia Civil. Y ese taxi, en el que abandonó una bolsa de deporte con explosivos, lo tomó en la estación del tren de Castelló, donde lo despidió otro compañero.

Por lo que a Valencia se refiere, el 25 de enero de este año fue detenido en Port Bou (Girona) el etarra Iker Aguirre, que había recibido el encargo de recabar información de la Copa del América, competición de renombre internacional que se disputó en esta ciudad entre abril y julio de este año. En última instancia, la cantidad de explosivo colocada en la furgoneta, entre 80 y 100 kilos, indica que el objetivo era de gran envergadura, seguramente un edificio público similar al de la T-4 de Barajas, donde colocaron también cien kilos de dinamita. Podría hablarse, pues, de estaciones de tren o autobús, puertos y aeropuertos, edificios públicos, sedes judiciales, cuarteles, comisarías etc.