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De la festa, la vespra

La festa de les cireres

La Calderona vive este fin de semana su gran fiesta de la cereza.

Los de Serra están hechos a la manera de la Calderona, duros y resistentes, acostumbrados a luchar contra las dificultades de la agreste orografía que les rodea, buenos para trepar por las exageradamente empinadas y desniveladas calles de un pueblo que conserva cuidadosamente su trama urbana musulmana.

De ahí que sus naturales sean tenaces, enérgicos, vitales y creativos. Entienden y aman sus montañas, las que conocen barranco a barranco, piedra a piedra, todas ellas cargadas de leyendas, magia y misterio. Y en la espiral de este alto voltaje la historia de la bandolera la Calderona que le diera cariñoso y femenino nombre.

Acostumbrados a sacarle punta hasta la última mata de romero, bajaron siempre al llano, la capital y huerta, en carros a vender, casa por casa, en garrafas «aigua de Serra». A mi casa en Foyos/Foios venía «l'aiguader» todos los martes, tirado su carretón por un lustroso percherón. Hoy ya vienen en camioncetes. También en carros tirados por caballos, de madrugada, bajaban a vender sus cereza, «cireres de Serra», variedad autóctona criada en los campos del Parque Natural de la Calderona, que llevaban en el fresco de la noche, con farolillo de aceite por toda iluminación, al antiguo Mercado de Abastos.

Los expertos dicen que las cerezas contienen monoterpenos, antitumorales, capaces de prevenir el desarrollo de algunos tipos de cáncer como el de páncreas, mama, próstata, pulmones, hígado y piel. Además, tienen propiedades antioxidantes, contra el envejecimiento.

Las de Serra son cerezas alimentadas por los nutrientes de los bancales y laderas de La Calderona, que tanto admiraba Manuel Azaña. En ella, La Pobleta, durante lo más duro de la tragedia de nuestra última pasada gran contienda, se refugiaba de los avatares de la guerra el presidente de la República, quien las probó y admiró su valía. En sus memorias, el político habla de su admiración por esta sierra, que piropea tras una de sus famosas tormentas: «El clima aquí es más agradable que en Valencia. Pero se vive en seco? Las tormentas parecen favorecer este macizo montañoso. Muchas veces ha llovido aquí a torrentes, mientras en Valencia se asaban de calor. La tierra roja, caliente, impregnada de aromas y esencias del pinar, destilados por el sol, se sorbe un diluvio con ansia? La sequedad, no obstante los manantiales que aprovechan los labradores de Serra para regar naranjos y hortalizas en los tablares escalonados hasta el fondo del barranco, es fuerte, generosa, excitante,? El boquete de Porta Coeli descubre en las tierras lejanas líneas puras, formas escuetas, limpias, gradaciones de color, abrasadas antes en polvo y sol?».

Hace medio siglo que inventaron los del lugar la «festa de les cireres» para promocionar sus peculiares cerezas. Todo los que el primer domingo de junio pasan por Serra se llevan gratis una cestita de cerezas. El pueblo vive alborozado la jornada central del triduo homenaje a la Calderona, territorio en el que vive insertado todo su término municipal. El poeta Artola dijo de ésta: I aquell paradís cerquen/ en fila llunyada/ per un costat la serra/ que de Sagunt arranca/ i a la terra aragonesa/ culebrejant se llança.

Se vive aquí este fin de semana la gran fiesta de la ecología patria en honor a la Calderona y sus cerezas. Es una fiesta civil, como en la época de las civilizaciones paganas, de un pueblo especialmente privilegiado por la Naturaleza. Una fiesta de gratitud, de un pueblo de gratitud que ha dedicado suscales y plazas a rendir tributo a los aiguaders, picapedrers, esparters, llauradors,? a todos los que lo habitaron en él, lo consolidaron e hicieron siempre grande, a sus hijos ilustres como, ahora, el atleta paralímpico campeón de Europa, Héctor Catalá. Un pueblo, en verdad, maravilloso, trabajador y, en debido mérito, merecidamente, festero.

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