«Desesperación». Es como viven más de 18 familias en la urbanización Corral d'Albert, en Llíria, ante la plaga de ratas y ratones que emerge de una granja que colinda con los chalés. El problema de los roedores surgió hace unos meses y, ahora, los mamíferos son más que evidentes en toda la superficie y, lo que es peor, han accedido a los chalés. «Me aparecieron crías de rata al levantar un cojín de casa», confesó ayer una vecina. «Ni mi marido ni mi hija quieren ir ya al chalé, la situación es insoportable», lamentó.

Sin embargo, el conflicto se remonta a años atrás. En 2015 los vecinos emprendieron acciones legales contra la granja «hartos» de las infestaciones de insectos, olores y riesgo para la salud que supone el mal estado de la granja.

La «desesperación» de los vecinos choca con los tiempos administrativos y judiciales. Ayer, el abogado de los propietarios pudo hablar con los técnicos municipales, a los que ahora se plantean pedir responsabilidades por las demoras en tramitar el expediente. En 2002, el ayuntamiento emitió un decreto donde avisaba del «riesgo de contaminación acuífera» en el que incurría la granja. Se decretó el cierre de la granja, pero el consistorio nunca ejecutó la sentencia.

En 2002, el propietario de la explotación pidió permiso para ampliarla pero fue revocado y un área quedó inutilizada, pero nunca cesó la actividad, por lo que los problemas siempre han estado presentes para los vecinos porque, además, la obra se realizó a menos de 200 metros de la urbanización.

Sin embargo, la situación es compleja. Los chalés comenzaron a construirse a través de un Programa de Actuación Integrada (PAI) y la granja ya operaba allí. Comenzó su actividad en 1979, mucho antes que comenzaran a construir residencias, por lo que los vecinos eran conocedores de la explotación.

Esa circunstancia no avala las supuestas irregularidades cometidas después. Por un lado, según el abogado de los vecinos, una parte de la explotación no tiene licencia para operar. Por otro, la granja se encuentra en suelo no urbanizable y protegido con riesgo de filtraciones. «Los purines van a parar a los campos adyacentes de naranjos y se permeabiliza en el terreno. Ahora, además, las ratas comen del mismo pienso que los puercos», sostiene el abogado. Añade que tampoco se toman medidas con los cerdos muertos, que se pudren y sirven de alimento para otros animales.

Mientras, el consistorio asume que no hay personal suficiente para seguir todos los expedientes. Según el abogado, la última visita que se hizo fue el 21 de marzo de 2018, cuando los roedores todavía no habían cruzado a los chalés.

Fuentes municipales aseguran que hay un requerimiento judicial a la empresa para que se adapte a la normativa, ya que no se hicieron las inversiones de adecuación que recomendaron los técnicos. Por ahora no hay constancia de que haya una plaga, al menos no de manera oficial, ya que los vecinos no han presentado un escrito sobre el que puedan tomar medidas.