Mientras ahora las grandes multisalas de cine ubicadas en las capitales -o en su extrarradio- prácticamente monopolizan las proyecciones, hubo un día en que decenas de locales ofrecían una ventana para ver a las rutilantes estrellas de Holywood en los pueblos del interior de la Comunitat Valenciana. Uno de los casos más paradigmáticos se vivía en Requena, donde a mediados del siglo XX llegaron a convivir tres salas, a las que se sumarían otras varias ubicadas en sus pedanías y aldeas. Eran algunos de los «Cinema Paradiso» del interior valenciano, a los que el Festival de Cortometrajes Requena... y Acción ha homenajeado en su quinta edición celebrada este fin de semana.
Ni siquiera habían pasado dos décadas desde que los hermanos Lumière hubieran dado a conocer su «mágico» invento, cuando los vecinos de la comarca de Requena-Utiel ya empezaron a conocer el arte de la imagen en movimiento. Estas primeras proyecciones -de cine mudo todavía- se hicieron en 1911 en la Alameda de Utiel, según refleja el Archivo Municipal de Requena. Poco después, en 1914, una cámara portátil permitió llevar estas pioneras películas al Teatro del Cid de la pedanía requenense de Campo Arcís.
Éstas fueron las primeras semillas que acabaron germinando en una afición que culminó con la primera proyección de cine sonoro en Requena, el 11 de julio de 1931, en el Teatro Circo -ahora Teatro Principal-. A raíz de ahí proliferaron las salas en Requena y en los municipios y pedanías más cercanos. Según recoge el propio archivo municipal, aparecieron en Requena el Cinema Armero -que después se llamó Cinema Libertario y Astoria- y el Avenida -que en su apertura en 1963 exhibió durante cuatro días seguidos Sodoma y Gomorra-; el Cinema García en Campo Arcís; el Cinema Gómez Monsalve -más tarde Cine Lara- en San Antonio; el cine García Cárcel en Casas de Eufemia; el Capitol en Venta del Moro; e incluso se abrieron salones en El Rebollar y Los Isidros.
Eran años felices para los aficionados al visionado de películas, que se convirtió en una de las formas de ocio más habituales en aquel entorno rural. Familias y amigos se reunían en torno a la gran pantalla en un auténtico fenómeno social para ver tanto una de vaqueros como otra de terror de Alfred Hitchcock. En los propios caminos entre pueblo y pueblo se generaban escenas dignas de ser filmadas como las de los jóvenes transportando en bicicleta o motocicleta las películas de unas salas a otras para proyectar así las sesiones sin apenas descanso.
El culmen de esta época se alcanzó en los años 50 y 60, poco antes de que se iniciara un paulatino éxodo rural que comenzó a menguar el negocio. Además, la irrupción de los televisores en los hogares colaboró en la pérdida de lo que se había convertido en una tradición de cada fin de semana.
Primero cayeron los cines de los pueblos más pequeños. El Avenida y el Astoria, junto al Lara de San Antonio, aguantaron el tirón e incluso permanecieron en pie una vez acabado el siglo. Fueron las grandes distribuidoras y las grandes operadoras multisala quienes dieron el último empujón hacia el abismo al cine tradicional, que dejó de ser rentable como negocio -algo que no solo ocurrió en el interior, sino también en las grandes capitales-. Era el último adiós de los «Cines Paradiso» de Requena, que se confirmó con el cierre del Cine Avenida en 2001.
Todavía hay cine
Pese a aquel ocaso, sigue habiendo cine hoy en día en Requena y alrededores. Cada fin de semana hay proyecciones en el Teatro Principal y en el Teatro García Berlanga de San Antonio. No muy lejos de allí, de forma más esporádica, también se exhiben películas en el Teatro Rambal de Utiel. Son la última reminiscencia de aquellas tradicionales salas de cine que durante varias décadas brillaron en el interior de la Comunitat Valenciana.
