Desde la Seu
don jesús pla un obispo santo (1)
Arturo Climent Bonafé
Este año 2015 se cumplen cien años del nacimiento de don Jesús Plá Gandía, obispo emérito de Sigüenza y anteriormente obispo auxiliar de Valencia. Murió en Valencia el 8 de noviembre del año Jubilar 2000, hace catorce años. Con ese motivo publiqué en la colección "Cristianos que iluminan al mundo", la primera biografía de don Jesús que lleva por título Don Jesús Plá Gandía, un regalo para la Iglesia. Este periódico ya hizo una reseña sobre el libro el pasado noviembre.
Ahora la noticia salta porque el arzobispado de Valencia y el obispado de Sigüenza impulsan conjuntamente el proceso de canonización de obispo, se firmó el decreto como causa actora el pasado 13 de enero en el arzobispado de Valencia. Pronto se nombrará al Postulador y éste a un vicepostulador y se comenzará a trabajar para que muy pronto pueda realizarse el acto de apertura del proceso de canonización. Todo esto lleva una serie de trámites y de tiempo que se irán cubriendo.
Don Jesús Plá nació en Agullent el 24 de diciembre de 1915. Mi amistad con él parte del hecho de que él me nombró párroco de su pueblo en 1976, donde permanecí diez años. Entablamos confianza recíproca y una sincera amistad que permaneció hasta el momento de la muerte de don Jesús. He tenido el privilegio de compartir con él momentos importantes de su vida, algunos preciosos y otros no tanto y eso me ha llevado a dedicarle el número dos de la colección ya citada. He recibido cartas de obispos y personas que le quisieron mucho tanto de Valencia como de Sigüenza, sobre el libro, lo cual me alegra mucho. Deseo a través de mi columna quincenal, dedicar un espacio a presentar la figura y la obra de don Jesús de manera sencilla, real, histórica y religiosa. Don Jesús fue un obispo entregado en cuerpo y alma a su ministerio episcopal en Valencia y en Sigüenza, y anteriormente como párroco de Genovés, secretario particular del arzobispo Melo, director espiritual del Seminario, párroco de Moncada y vicario general del arzobispado. Su vida estuvo repleta de amor a Jesucristo, a la Iglesia y a los sacerdotes. Se gastó y se desgastó trabajando día y noche por el Evangelio, sin ceder un ápice a la mentira e hipocresía, defendiendo siempre la verdad, la justicia, los valores morales y cristianos, aunque esa línea de actuación le llevara a sufrir muchas incomprensiones, —son muchos los santos que las vivieron en carne propia—, don Jesús también, quienes le conocimos y le quisimos lo sabemos a la perfección. Deseo, pues, que estas reflexiones que hoy comienzo en el periódico Levante-EMV hagan mucho bien. Yo se que unos quisimos mucho a don Jesús, otros no tanto, pero eso va incluido en la nómina del sacerdote, del obispo y de los santos.
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