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Más grande

Félix Lluch

El otro día salí más grande de lo que soy del Rico Pérez. Escenario de primera división, atención de primera división, césped de primera división? y nosotros, modestos, con bajas, con camiseta roja, allí que salimos sin complejos.

Los locales, presionados desde el primer minuto, con su entrenador en la cuerda floja, meten dos balones en el área en los primeros minutos. Nosotros tenemos una falta lateral, toca Dani Gómez casi de manera acrobática, y Mendoza entra con todo y mete de cabeza el balón en la red de la portería local. Demasiado. Se escuchó perfectamente nuestro grito en la zona de cabinas, cómodamente instalados y con un paquete de pipas como compañero (por cierto, no eran Tijuana, que son las que me gustan). Me recordó la forma de ver el partido del Bernabéu, no por las pipas, sino por la posición en el campo y los demás compañeros, en ese partido de Copa del Rey ante el Real Madrid.

No padecimos demasiado porque el equipo, todos ellos, me transmitieron seguridad, incluso Sandroni estuvo más tranquilo que en otros envites en la «enorme» área técnica. El rival se estrelló contra un equipo que no tuvo fisuras, que corrió todo lo que hizo falta y que se permitió tener más oportunidades para ampliar su ventaja. No padecí nada en el fatídico «último minuto». Gritos de la incansable afición local de «olé, olé» para el Olímpic. Lo dicho, bajé más grande que subí a la cabina de retransmisión.

Humilde y correcto. Y después, sala de prensa, también de primera división. Sandroni aparece serio, muy serio, más serio de lo esperado, y dice eso de que «no ha sido diferente a otros pero hemos marcado». Y luego pone al Olímpic en su sitio, y declara que es su primer partido en ese escenario y que cuando se va a un campo así «solo se piensa en jugar a fútbol». Humilde y más que correcto. Sacando pecho nosotros ante unos compañeros locales sabedores que Pacheta caía. Larga espera. Ni siquiera compareció en la sala de prensa el técnico. Sí que lo hizo su director técnico, Barroso, para confirmar la destitución. Nosotros, simplemente, de espectadores. Al final deseos mutuos de suerte. Viaje de regreso todavía con las imágenes del partido en la mente y con un poco de calor por la «maravillosa» calefacción del coche del compañero de viaje y de partido. Resumiendo: ¿no vale la pena seguir viviendo partidos así?

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