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el mirador del benicadell

la marca ontinyent: su universitat

Ontinyent ha cobrado patente de futuro en pedra con la inauguración de su sede universitaria. Como una extensión o prolongación de la Universitat de València, la irrupción académica toma cuerpo y recoge el legado de una institución cuyos primeros conatos datan de la llegada de Jaume I, aunque cuando empieza a adquirir carácter e identidad será cuando la Universitat de València es autorizada por la bula del 23 de enero de 1501, firmada por el papa valenciano Alejandro VI, y por el privilegio real de Fernando II el Católico, concedido el 16 de febrero de 1502, según nos dice su rector, Esteban Morcillo. Ontinyent, en tiempos de crisis, económica, de crisis valores, etc., empieza a reinventarse mediante una apuesta de futuro que no falla, la universidad. Es una constante casi milenaria, cuyo origen data y se ubica en la Bolonia de 1089. Y que fue seguida en el tiempo por las prestigiosas de París y Oxford. Ontinyent, como ya a su manera hizo en su día la originalmente Previsora, la única caja de ahorros peninsular que pervive, ha decidido competir por un espacio, un vivero donde crezca y se desarrolle el conocimiento. La implantación universitaria ontinyentina viene a representar, pues, una actualización y evolución académica respecto a lo que representó durante muchas décadas del siglo pasado el magisterio y la tradición del colegio la Concepción, por cuyas aulas pasaron centenares de alumnos procedentes de todos los rincones del país.

Motor. No es casual que una de las máximas instituciones valedoras de la Universitat ontinyentina sea su Caixa. Y al igual que dicha entidad, las propuestas iniciales del Campus ontinyentí nacen de la humildad, pero sin renunciar a un progresivo desarrollo en todas las áreas y opciones del saber. No obstante la inversión pública de la UV, cifrada en tres millones de euros, implica, en cierto modo, un reto, al margen de los tres grados, la cátedra de Innovación Urbana e Internacionalización y de un master de Enología: el de llenar de contenidos, a rebosar, el flamante continente. Un asunto nada fácil, donde deberán conjugarse aspectos como la vanguardia, la investigación, la excelencia de la ciencia o, como aconteció en la Cuba del periodo especial, inventar. Las autoridades municipales han asociado esta inauguración a la reciente distinción de Ontinyent, como Ciudad de la Ciencia y la Innovación por el Ministerio de Economía y Competitividad. Es un empeño del gobierno que preside Jorge Rodríguez, pero también representa un reto materializar «la apuesta por crear empleo a través de la innovación y el conocimiento como pilares básicos sobre los que forjar su futuro y afrontar los nuevos tiempos», tal como han manifestado.

Futuro. Para las generaciones, tanto de ontinyentins como del resto de valldalbaidins que tradicionalmente han tenido que desafiar una pila de obstáculos para cursar estudios universitarios en otros ámbitos, la implantación del nuevo edificio, sin llegar a ser la panacea, si que va a significar, tal como evocó el rector de la UV, «el espíritu de la Universidad de Valencia, apostando por estar presentes en todo el territorio». Ahora a todos los implicados les toca hacer de la necesidad virtud, logrando que las prudentes palabras Morcillo en el sentido de no implantar nuevos grados por los recortes queden en papel mojado.

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