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Desde la Seu

Don Jesús PLA, un obispo santo (7)

Llevo ya siete columnas con esta hablando de don Jesús Pla Gandía, siervo de Dios, en proceso de canonización. Como postulador de la causa les digo que estamos ahora recogiendo la opinión de los obispos de toda España a quienes se les ha enviado una carta pidiéndoles el voto favorable para que la Santa Sede autorice el inicio de la causa. Están ya respondiendo afirmativamente, no todos los obispos conocieron a don Jesús, pensemos que estuvo diez años jubilado en Valencia y catorce que murió. La historia de don Jesús es alucinante, así la presento en mi libro Don Jesús Plá Gandía, un regalo para la Iglesia, y así intento presentarla en estas columnas que cada quince días me publica el periódico Levante EMV en su sección de la Costera.

Ya como párroco en Genovés y luego en Moncada dejó una huella profunda por su buen hacer como cura entregado a su ministerio y amando a sus fieles, además de emprendedor. Las obras de don Jesús perduran, sobre todo en Moncada donde fundó el Patronato de Educación y Cultura, desde entonces pasan de mil los alumnos que cada año se benefician de aquella fundación. Como Vicario General en el arzobispado adelantó la nueva evangelización empleando nuevos métodos, nuevo ardor y nuevas formas. A través de los medios de comunicación, su entrega total y la elección de personas capaces de llevar adelante sus ideas, hizo que Valencia fuera pionera en los colegios religiosos, en la emisora de radio Cope y en los planes de pastoral que colocó en las manos de los sacerdotes para revitalizar la diócesis de Valencia. Y siguió esta línea siendo obispo auxiliar del venerable arzobispo, don José María García Lahiguera. Y sobre todo, algo precioso, fue amigo de los sacerdotes a quienes amaba con profundidad y conocía muy bien.

Luego como obispo de Sigüenza Guadalajara, don Jesús se sintió obispo titular y abrió, más si cabe, sus alas en el trabajo diocesano. En Sigüenza saben lo que don Jesús trabajó, se dejó la piel. Su preocupación por los sacerdotes, por el seminario, por los colegios religiosos, por las vocaciones consagradas; en las visitas pastorales echaba el resto, las celebraba en verano, él decía que eran sus vacaciones y sabemos lo trabajosas que son para un obispo. Pues don Jesús disfrutaba con la gente y con los curas. Lo contaba lleno de gozo.

Don Jesús Plá fue un buen pastor, llegó a comprender bien la realidad socio-pastoral de aquella Iglesia castellana. Fue un obispo ejemplar de esa «diócesis profundamente cristiana, y de muy hondas raíces», como solía decir el mismo siervo de Dios con inmenso gozo.

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