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la ciudad de las damas

fiesta de la democracia

Pomo ustedes habrán notado, a menos que hayan inutilizado cualquier vía de contacto con el exterior, estamos en período electoral. Cuelgan por las alturas los caretos más o menos agraciados, renovados y maqueados de las candidatas y candidatos de Xàtiva que sonríen al personal desde sus pancartas, con excepción de alguno que ni está en la pancartas ni está para sonrisas. Algunas caras son bien conocidas. Llevan mucho tiempo en la brega, ocupando titulares bien por méritos propios o bien regalados en función del cargo público que ocupaban. Han disfrutado, a veces hasta la borrachera, de la adictiva sensación del poder. Sería antidemocrático negarles el derecho a la reelección aunque también sería irresponsable y muy poco sincero, ocultarles que nadie es imprescindible. Y menos aquellos cuyo tiempo ya ha pasado, afortunadamente, a la vista de la herencia que dejan.

Otros hay, que no siendo recién llegados, siempre han estado en el lado malo de la barrera. Que no es el del toro ,aunque parezca mentira. Porque a ese lado al menos, no se es comparsa, sino protagonista y aunque se corra el riesgo de las cornadas, también se cortan orejas y se reciben los aplausos. La sufrida oposición es la gente que ha aguantado —rodilla en tierra, según la injusta imposición al uso— tormentas y ciclones con la única opción de aullar a la luna, pero sin poder morder en la yugular. Su experiencia acumulada en la política no es para echar cohetes, por lo que hay que apreciar su resistencia y dedicación distinguiendo entre los que esperaron pacientemente en el banquillo y quienes no dejaron de pelear ni un minuto por saltar al terreno de juego. Por último, están los novatos. Son gente que desembarca en el complicado territorio de la política con la pretensión de deshacer entuertos y la convicción de poseer la clave para conseguirlo. En su gran mayoría van sobrados de energía pero faltos de experiencia. Quizás entre ellos haya algún polizón que albergue otras intenciones menos puras o se cuelen alternativas que son marcas blancas demasiado semejantes al original, pero sólo es cuestión de esperar que el tiempo ponga a cada uno en su lugar, como suele hacer.

Un riesgo. Opositores y novatos, tienen un mérito innegable que es el de aspirar a meterse en el avispero que hoy es la política en este país. Un terreno en el que se juega con reglas no escritas que no dejan demasiado espacio para la elegancia y la compasión. Donde hay que calzarse botas bien altas que aislen de la basura que llega hasta las rodillas, aunque a la larga se pueda ocasionar una cierta distancia del suelo que se pisa. Donde hay que saber escoger con tino a los aliados y hasta a los adversarios, ya que la errónea elección puede ser letal. En los tiempos que corren, la mirada sobre ellos va a ser implacable y el juicio que van a recibir, inexorable. Después de tanta decepción y miseria moral, no hay margen para el error, ni siquiera para la confusión, mucho menos para la trasgresión. O aprueban o suspenden, pero no habrá reválidas, ni segundas oportunidades. Arriesgan mucho y reciben poco.

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