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la ciudad de las damas

nuestro voto

Nuestro voto es tan nuestro que es legítimo cambiarlo cuantas veces haga falta para que consiga el objetivo buscado: elegir a la mejor gente para el gobierno de la ciudad. Incluso es conveniente, por razón de higiene, cambiarlo sin contemplaciones como hacemos con las sábanas sucias, buscando esa agradable sensación de limpieza que sigue siendo un lujo al alcance de los más humildes.

Nuestro voto compromete tanto a quien lo da como a quien lo recibe. Quien nos lo ha pedido durante semanas con pasión e imaginación, hasta resultar un verdadero tostón, vincula su credibilidad y su honor, si es que hoy en día se puede utilizar palabra tan arcaica, a las promesas que hace. Pero el sufrido electorado se juega nada menos que el futuro de la ciudad que espera dejar como apreciada herencia a su descendencia.

Nuestro voto debe responder a nuestra libre decisión. No se vota lo que dice el vecino enterao, el cuñado listillo, el jefe o el encargado. No se vota lo que dicen las encuestas que va a votar todo el mundo. No se vota por miedo. Ni por esa lealtad comprada desde la dependencia y la subordinación que elimina todo rastro de libre albedrío. Las mujeres nunca más deben votar lo que dice el hombre de la casa, sino lo que les de la gana, desde la sabiduría que les permite distinguir a la perfección la basura del metal precioso

Bocazas. Nuestro voto nace de nuestras emociones. Y es para quien se ha ganado nuestra estima porque viene trabajando por Xàtiva y su ciudadanía desde hace tiempo, denunciando sin miedo los abusos y estafas del poder. A quien nunca se ha resignado y ha dado siempre la cara, con educación pero con firmeza. Sin aspavientos pero realizando ese trabajo humilde y callado que acaba con bocazas e incompetentes, por muy poderosos que sean. Se lo merece quien ha pensado y creido en un mañana luminoso para esta ciudad descreída y escéptica.

Nuestro voto es resultado de nuestras más íntimas y subjetivas sensaciones. Se vota a quien te mantiene la mirada, te da la palabra y te presta toda su atención. Se vota a los jóvenes de corazón, a los que cargan una mochila que no está llena de fracasos anteriores y promesas incumplidas. A quien no tiene cuentas pendientes, porque nunca ha pedido nada prestado. A quien no van a la política para vivir de ella, sino que han vivido en el empeño de hacer buena política.

Nuestro voto se lo merecen quienes van a hacer lo que dicen y no lo contrario. Los que no improvisan, ni son resultado de un calentón electoral. Esos que no son perfectos porque son humanos, pero no han cometido grandes errores, y sobre todo no han mentido, no han engañado, y no han robado. Cualidad que es triste pero necesario mencionar, en este país donde la política se ha convertido en feudo de ladrones y delincuentes. Es la hora de apoyar al combativo y honesto David frente a tantos Goliats soberbios y corrompidos.

Hay un partido que no debe ganar de ninguna manera. Hay un partido que bajo ninguna circunstancia debe ganar las elecciones. Una opción que debe ser eliminada de cualquier quiniela porque su victoria es una vergüenza para la responsabilidad ciudadana, a pesar de que ha resultado ganador en recientes citas electorales. Es el partido de la abstención. El partido de los que consideran que su voto es inútil o la elección imposible. Si el voto fuera efectivamente inútil sería la señal indudable de que la democracia es un error, y a ver quien es el guapo que se inventa otra fórmula mejor de convivencia.

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